Historias de la Barcelona marítima (IV)
La cautivadora Barceloneta de baños y merenderos: cuándo surgió y cómo desapareció
Capítulo I - Los primeros 'Juegos' de Barcelona fueron en el mar
Capítulo II - El Rompeolas, el paseo marítimo más popular y añorado de Barcelona
Capítulo III - De las Gaviotas a la Palomas: las 'Golondrinas' olvidadas de Barcelona
David Martínez Herrada (@historiesdebcn)
Colocar la toalla en la playa de la Barceloneta, un domingo de agosto, es prácticamente una misión imposible. Sin embargo, hace 200 años el panorama era muy diferente. Los barceloneses no empezaron a acercarse a las playas hasta finales del siglo XVIII. Los primeros en remojarse, tímidamente, fueron los obreros. Las clases altas, que repubiadan los baños y el bronceado, aún tardaría décadas.
La playa de Sant Bertran era una de las preferidas por aquellos primeros bañistas. Allí, cerca del portal de Santa Madrona, abrió en 1800 la primera casa de baños de mar de la ciudad. En 1823 se inauguraron los primeros baños de la Barceloneta, Can Solé, explotados por la Casa de la Caritat. Ofrecían baños de pila, o sea, en bañera, con agua dulce y salada a diferentes temperaturas. Pese a estar fuera de las murallas, estas instalaciones adquirieron gran propularidad porque fueron las primeras en disponer de un servicio de transporte propio.
En 1852, un bando municipal prohibió a los hombres bañarse desnudos. A partir de entonces proliferaron las barracas de baño, unas casetas de madera que ofrecían un lugar donde guardar la ropa y, a su vez, facilitaban bañadores, toallas y productos de aseo.
Cuando el derribo de las murallas y la ampliación del puerto hizo desaparecer la playa de Sant Bertran, los bañistas se trasladaron definitivamente a la Barceloneta. En 1855 abrieron los baños del Astillero y siete años más tarde lo hicieron los de Sant Miquel. Obra de Elies Rogent, fueron los primeros en destacar por sus comodidades.
En el último tercio del siglo XIX llegó la eclosión de los llamados baños de oleaje, que daban acceso directo a la playa, previo pago. Acabarían copando todo el litoral de la "Mar Vella", como se conocía entonces al conjunto de las playas de Sant Sebastià, Sant Miquel y la Barceloneta. El verano de 1872 se inauguraron los Baños Orientales en un edificio neomudéjar de August Font Carreras, arquitecto de la plaza de las Arenas. Considerados los más lujosos del momento, su gran piscina circular causó sensación.
Luego vinieron los baños de Neptuno, Junta de Damas, La Sirena y La Deliciosa, posiblemente los más populares. En vista del éxito, su propietario abrió en 1893 los baños de San Sebastián, que serían aún más célebres. Contaban con una gran extensión de playa, cercada por una empalizada, donde hombres y mujeres podían bañarse juntos, lo que provocó un gran escándalo. En los años veinte se ampliaron con nuevas piscinas y un gran casino restaurante, a imagen y semejanza del donostiarra.
Junto a los baños de la Barceloneta prosperó otro negocio, los vendedores ambulantes de fruta y pescado frito. Con el tiempo, se acabarían transformando en los populares merenderos o chiringuitos, con sus mesas directamente sobre la arena.
A partir de los sesenta, los baños empezaron un lento declive. Los del Astillero fueron los primeros en caer. En su lugar, al final del paseo de Joan de Borbó, se levantó un enorme bloque de pisos. La transformación del litoral en los años preolímpicos sentenció a los que todavía resistían, junto con los merenderos. En noviembre de 1990 la piqueta derribó los baños de Sant Miquel y puso fin a una época que cada vez menos barceloneses recuerdan en primera persona.
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