Pérdida de clientes
Los negocios del entorno del Camp Nou, vacíos en día de partido: "Valoramos irnos a Montjuïc"

Edwin Granados es el empleado del bar del campo de fútbol sala CEM Arístides Malliol, que está delante del Camp Nou /
Es martes, y día de partido. A las nueve juega el Barça contra el Ambères en su casa provisional, el Estadi Olímpic Lluís Companys. No será hasta noviembre de 2024 que el equipo blaugrana volverá al Camp Nou y, mientras Montjuïc colapsa, los negocios de alrededor del estadio en obras soportan un importante descenso de la facturación por la pérdida de clientes que supone este traslado.
Son las siete de la tarde y en la puerta de entrada a La Rambla del Barça hay un único puesto de venta de ‘souvenirs’, en el que ya están echando el cierre. “Si hubiera partido, cerraríamos más tarde”, dice su dueña en declaraciones a EL PERIÓDICO, mientras recoge y prepara el remolque para llevárselo con el coche. Dice que, de momento, con los turistas que van a ver el museo del Barça van haciendo, aunque no descartan trasladarse: “Tenemos compañeros que se han ido a Montjuïc. Nosotros lo estuvimos valorando, pero de momento estamos aquí”, explica. A la misma hora, un pequeño quiosco de refrescos y helados baja también la persiana en la acera de enfrente. Hace ya un buen rato que nadie se acerca a comprar.
“Antes esto estaba a tope. Ahora esto es un chiringuito normal”, comentan en el campo de fútbol sala del CEM Arístides Maillol, enfrente del Camp Nou, al ver su bar totalmente vacío en una hora en la que normalmente no darían abasto. Los días de partido eran sinónimo de colas interminables de aficionados comprando bocadillos y cervezas, tanto antes de entrar como tras salir del estadio. “Un día como hoy, que juegan a las nueve, no nos iríamos hasta la una de la madrugada”, asegura Edwin Granados, el único trabajador que se encuentra en el local. Normalmente no estaba solo. Solían atender entre seis y siete empleados.
“Habitualmente podrían haber tranquilamente entre 200 y 300 personas alrededor del bar. Incluso yo me ofrecía a ayudar cuando tenían a mucha gente”, asevera el encargado del campo, Juan Ruiz, quien ahora solo ve el establecimiento lleno "cuando hay algún partido de fútbol sala importante" en el Espai Barça.
Otro bar estrella de bocadillos de la zona era el Rala 2, ubicado en el número 60 de la calle Sabino Arana. “Hemos notado mucho la bajada” cuenta Robert, uno de sus empleados, al ser preguntado por este diario. “Los días de partido teníamos que llamar a dos o tres extras. Ahora estamos los justos para atender al público actual”.

Frente a los Jardines de Bacardí, punto de encuentro habitual de aficionados para hacer la previa con cánticos y bengalas, encontramos una pequeña tienda tipo colmado en la que, cuando se jugaba en casa, no cabía un alfiler. Todos venían en búsqueda de lo mismo: “cerveza y patatas”, recuerda su empleada, sentada tras la caja. “Ahora nada. Ahora mal. Muy poca gente”, lamenta.

Su negocio vecino es el estanco de Sergio, quien reconoce que, a pesar de “no vivir del Barça”, el cambio de ubicación supone para él “dejar de facturar una cantidad considerable en día de partido”. “Para la gente del barrio es fenomenal que jueguen en Montjuïc, pero en los comercios se nota”, declara. Este martes ha bajado la persiana poco después de las ocho de la tarde, pero cuando había fútbol “aprovechaba” y tenía abierto hasta un poco más tarde.

Recorriendo el perímetro del Espai Barça encontramos otro negocio vacío: la churrería ‘La Xurre’, que presenta un aspecto que nada tiene que ver con el de un día como hoy hace unos meses. Ahora viven de “los niños que vienen a merendar, los turistas que van a ver el museo del Barça y algunos trabajadores de alrededor”, y han tenido que recortar personal. Aún y así, se quedarán en el sitio esperando a que el equipo blaugrana regrese al nuevo Camp Nou: “Llevamos 35 años aquí y aguantaremos”, aseguran.

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