Modelo de ciudad

Consell de Cent y Pelai, las dos caras del urbanismo táctico en Barcelona

Ambiente en el eje verde de Consell de Cent, entre Aribau y Enric Granados, el jueves

Ambiente en el eje verde de Consell de Cent, entre Aribau y Enric Granados, el jueves / Jordi Cotrina

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Carlos Márquez Daniel
Carlos Márquez Daniel

Periodista

Especialista en Movilidad, infraestructuras, urbanismo, política municipal, medio ambiente, área metropolitana

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El urbanismo táctico es una solución provisional con dos salidas posibles. Puede derivar en un cambio estructural y permanente o puede no generar los efectos esperados (o deseados) y virar en otra dirección; incluso volver al punto de origen. Barcelona, ciudad que no ha inventado el concepto aunque lo parezca, lleva tres años y medio inmersa en un intenso debate sobre esta herramienta de transformación urbana que, de hecho, ya se usó en 1973 cuando el alcalde Enric Masó decidió cortar el tráfico navideño en Portal de l'Àngel.

Sin voluntad de establecer qué es lo adecuado y lo correcto, podría decirse que la ciudad ya tiene dos ejemplos de signo contrario. Por un lado, el eje verde de Consell de Cent que, casi terminado, consolida la pintura y los elementos eventuales que limitaron la circulación de coches a un solo carril a partir de la pandemia. Por el otro, Pelai, donde en 2021 se dibujó una acera extra de enormes 'panots' azules en un carril de la calzada y ahora el gobierno de Jaume Collboni ha decidido rediseñar el espacio y ganar aparcamientos para motos y bici y plazas de carga y descarga.

La reurbanización de Pelai, donde ha desaparecido el urbanismo táctico para dejar sitio a plazas para bicis, motos y furgonetas

/ Jordi Cotrina

Hay un dato que parece admitir poca discusión: el urbanismo táctico se usa en ciudades de todo el planeta y la inmensa mayoría de los expertos en la materia lo consideran un instrumento muy útil, de bajo coste y escalable, en la transformación de espacios urbanos. Hay excepciones, como la del arquitecto Oriol Tusquets, que lo definió como "urbanismo opotunista", o la del arquitecto jefe del consistorio en tiempos de Pasqual Maragall, José Antonio Acebillo, que lo calificó de "cutre".

Como sucedió en su momento con el tranvía por la Diagonal, la política ha pervertido el concepto para usarlo a favor o en contra de su modelo de ciudad. Otra cosa, que no es un elemento menor pero no el principal ni definitorio, es el buen o mal gusto a la hora de diseñar estos espacios efímeros, un aspecto en el que Barcelona no despuntó demasiado. Es decir, las críticas se han centrado en el cómo (también por la confusión que podía generar) y en el dónde, pero no tanto en el qué. Sobre la estética, tampoco ayudó el diseño de terrazas ganadas a la calzada a base de barreras de hormigón del tipo 'New Jersey'.

Escuelas más protegidas

Aunque se había utilizado antes sin ponerle nombre, el urbanismo táctico se estrenó como tal en la capital catalana en septiembre de 2016, cuando en una nota de prensa el ayuntamiento anunciaba mejoras en los entornos escolares que echarían mano de esta herramienta que, rezaba el documento, "permite visualizar los cambios facilmente y valorar los efectos de la transformación". Es lo que se ha hecho en la pacificación de más de 200 centros educativos; intervenciones que han costado 'solo' 17 millones de euros. Se han eliminado 16 carriles de circulación y se han recuperado 35.000 metros cuadrados de espacio público. Curiosamente, aunque el instrumento es el mismo, poco se ha demonizado esta iniciativa.

El instituto Poeta Maragall, en Enric Granados con Provença, con un espacio para proteger a los alumnos de la calzada

/ Jordi Cotrina

Rocafort, Girona, Consell de Cent, Via Laietana, Glòries, Sant Antoni, Poblenou. El hecho de que la mayoría de las calles intervenidas estén en el Eixample o dentro de la trama Cerdà ha aportado un plus de polémica al asunto, pues coinciden con la red básica de circulación de vehículos privados, que siguen ocupando el 60% de la calle aunque representan poco más del 20% de los desplazamientos totales de la ciudad, sumando los internos y los que vienen de fuera, que son el principal escollo por la falta de alternativas de transporte público. El estrangulamiento del coche es precisamente el tema de fondo que más oposición genera. En el otro lado, la necesidad de construir ciudades más resilientes ante la crisis climática, o el simple hecho de que las calles dejen de ser zonas de paso y se conviertan en lugares en los que apetezca estar.

Uso residual en Via Laietana

En Via Laietana, el flaco pasillo que se pintó para peatones y que se convirtió en improvisado carril bici-patinete mutará, como Consell de Cent, en una ampliación de aceras de la mano de una reforma urbanística que ya está en marcha desde marzo entre las plazas de Urquinaona y Antonio Maura y que luego proseguirá hasta el paseo de Colón. También en Rocafort y Girona la actuación provisional ha dado paso a la permanencia de la mano del proyecto de ejes verdes. Glòries está pendiente del parque urbano que debe crearse en la superficie del túnel viario.

Sant Antoni ya es una supermanzana en mayúsculas (el principal exponente del invento, y ojo con confundirla con los ejes verdes) y Poblenou también va pasando de los dibujos a la obra mayor. Solo en Pelai, donde se ha considerado que había un uso muy residual por parte de los peatones, el siguiente paso no ha sido el previsto inicialmente y se ha apostado por estacionamientos para motos y bicis, además de carga y descarga para los comercios del entorno.

El pasillo provisional de Via Laietana, apenas usado por los peatones pero sí por los ciclistas, el jueves

/ Jordi Cotrina

La Escuela de Práctica Profesional Josep Lluís Sert, creada por el Colegio de Arquitectos de Catalunya en 1994, compartió tiempo atrás la opinión sobre el urbanismo táctico de 32 arquitectos, urbanistas y expertos en movilidad. Orillando el tema tan subjetivo de la estética (también Benedetta Tagliabue se quejó en su momento del diseño poco atractivo de las actuaciones efímeras), los profesionales consultados coincidían en la oportunidad de probar las cosas y de corregir sobre la marcha una vez "reconocidos los errores y propuestas las mejoras por parte de la ciudadanía, las entidades y la Administración". También convienen que la cuestión monetaria es clave, puesto que se puden implementar cambios muy importantes del uso del espacio público a un coste muy bajo.

De peatón a ciudadano

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En septiembre de 2016, cuando se presentó la supermanzana del Poblenou, Salvador Rueda, ideólogo de esta unidad urbanística y exdirector de la Agencia de Ecología Urbana, explicó que con 50 o 60 millones de euros se podían liberar siete millones de metros cuadrados de espacio usado ahora por los coches. Planeaba unas 500 supermanzanas. Aquel día, era el 5 de septiembre de 2016, Rueda definió en una sola frase los objetivos de este modelo de ciudad: "Hasta ahora el único derecho en la calle era el derecho a la movilidad. Con las supermanzanas hay que añadir el derecho al ocio, a la cultura, al intercambio y a la democracia. Así, dejaremos de ser peatones para volver a ser ciudadanos".

La nueva plaza ganada en Consell de Cent con Enric Granados, el jueves

/ Jordi Cotrina

"Transformaciones rápidas, económicas, reversibles y de gran impacto en la ciudadanía", señalaba para la Escuela Sert la arquitecta Pilar Calderón. "Si la crítica es meramente sobre la estética, eso significa que la propuesta funciona y lo que se reclama es pasar a una segunda fase de implementación definitiva", añadía Elia Hernando, arquitecta y urbanista. Pero cuidado con lo que indicaba la también arquitecta Emma Vives: "Cualquier actuación, sobre todo en la vía pública, debe ir acompañada de información hacia la ciudadanía para que tenga conocimiento de cómo, quién y de qué manera se pueden usar estos nuevos espacios urbanos, ya que el desconocimiento lleva a dudas, y las dudas, a miedos, que poco o nada ayudan a recuperar o desarrollar nuevos espacios urbanos para todas las personas".