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Mapa | ¿Vives en una calle 'saludable' en Barcelona?

Healthy Streets, en colaboración con Barcelona Regional, ha creado un índice de salubridad de la vía pública, maridando conceptos como la calidad del aire, la densidad de población, las zonas verdes o el tráfico

healthy streets Barcelona

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Carlos Márquez Daniel

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Sucede a menudo que la percepción y las sensaciones pasan por encima de los datos objetivos, de la estadística. Si hablamos de ciudad, y más aún en vísperas de unas elecciones, es fácil que salten alarmas sobre temas como la seguridad, la limpieza o la contaminación. Las alarmas o los elogios, según convenga. Con opiniones que irán por barrios. Ahora desde Londres llega una manera distinta de saborear la ciudad, basada en cifras y en indicadores que desembocan en un índice de calles saludables, el Healthy Streets.

Los creadores de esta herramienta que han aplicado en la capital británica y también en Barcelona, maridan hasta 10 criterios distintos que dan como resultado un color. Muy verde, un lugar estupendo; muy rojo, cosa mala. En el caso que nos ocupa, contaron con la colaboración de Barcelona Regional (BR), en concreto, el área de Medio Ambiente y Eficiencia Energética, dirigida por Marc Montlleó, un biólogo de los que sabe bajar su conocimiento al terreno de los neófitos y que tiene a bien atender a este diario para desbrozar el mapa sanitario de las calles de Barcelona. Si quieren comprobar cómo va de bienestar su casa, su lugar de trabajo o las calles por que las pasan más a menudo, naveguen un rato por el gráfico que tienen justo debajo.

Mapa 'Healthy Streets' de Barcelona

El índice va tan al detalle, que una misma calle puede tener distintos colores en función de los diferentes criterios que marcan la tonalidad final. La vía que obtiene mejor puntuación está en el distrito que concentra los barrios con rentas más bajas, en Nou Barris, concretamente en el paseo de Urrutia, del que los creadores del mapa destacan la calidad de la vegetación y del aire, el tráfico reducido y la densidad de población. Sorprende, ciertamente, porque es una zona de escaso comercio, alejada de cualquier supermanzana, sin aparente encanto. Pero con todo lo que el indicador considera importante.

El punto peor valorado se sitúa en la salida del lado Llobregat de la Ronda del Mig, en la esquina de la arteria que llega a la plaza de Ildefons Cerdà, el peor homenaje posible al padre del Eixample porque esto no es una plaza; es una rotonda. De este enclave, los autores censuran el exceso de ruido, el dominio del automóvil, la ausencia de verde, la contaminación y la pobre conectividad. Definen, en resumidas cuentas, una de las autopistas urbanas que todavía atraviesan la capital catalana, sobre todo de río a río.

Un gran diagnóstico

Lucy Saunders creó Healthy Streets en 2019 como colofón a siete años de trabajo en el departamento de Transportes de la gran región londinense. El objetivo de la iniciativa es "integrar la salud pública en las decisiones que tengan que ver con la movilidad, el ámbito público y la planificación". Su índice es un gran diagnóstico, una radiografía sobre la que tomar decisiones. Aplicado a Barcelona, sucede lo que seguramente supondrán, que las calles con más tráfico y ruido, es decir, el Eixample y las vías de la red básica, son las más rojas del plano.

El mapa ofrece un inquietante nivel de detalle que bien merece una explicación. Cuenta Montlleó que la gente de Healthy Streets se puso en contacto con ellos para pedirles datos que pudieran alumbrar la cartografía sanitaria de la ciudad. "Les mandamos lo que nos pidieron, siempre con números oficiales y cuantificables, lo más actualizados posible". No fue poca cosa: anchura de aceras y calzadas, intensidad media diaria de vehículos, porcentaje de superficie verde, nivel de ruido, calidad del aire, población residente y carriles para bicis (con el detalle sobre si son bidireccionales o están segregados) y para transporte público, Luego, desde Londres, llegó el momento de 'cocinar' la información, de poner una capa encima de la otra.

Huellas del pasado

Cada uno de los criterios da para un análisis por sí solo. El de la superficie verde, por ejemplo, señala Montlleó, permite diferenciar con facilidad los núcleos de los pueblos del llano de Barcelona que empezaron a ser absorbidos a finales del siglo XIX. "Ciutat Vella era una ciudad amurallada, densa, insalubre, y si querías campo, tenías que salir fuera para que te diera el aire. Lo mismo sucede con los cascos antiguos de Sarrià, Gràcia, Horta o Sant Andreu". Trasladado al 2023, como si vives en la ciudad y te vas a Montjuïc o a Collserola a dar una vuelta.

No disponían de verde porque lo tenían allende sus fronteras, donde apenas había edificios. Seguro que les sonará la frase: "Todo esto antes eran campos". Con el paso de las décadas, y una vez suavizada la fiebre del automóvil surgida tras la segunda guerra mundial, esas callejuelas por las que circulaban autobuses (el 66 subió por Major de Sarrià hasta el año 2000, por ejemplo) empezaron a restringir el paso de vehículos con un urbanismo y unas políticas de movilidad a escala más humana, pero aunque haya menos coches, no se han creado todavía grandes jardines que cambien esa vieja configuración urbana.

Cola de ciclistas, en el carril bici del paseo de Sant Joan

Cola de ciclistas, en el carril bici del paseo de Sant Joan / Ferran Nadeu

El mapa de residentes también dice mucho de la Barcelona contemporánea. Los datos que facilitó BR (una estimación de la población a nivel de portal a partir la sección censal) muestran el agujero humano que se ha creado en el eje de paseo de Gràcia y la Rambla, donde se concentran más oficinas y plazas de alojamiento turístico que vecinos. Sucede lo mismo, pero por distintas razones, en la gran herida ferroviaria de la Sagrera, en Glòries y en el 22@, distrito en el que se ha trabajado mucho más en la implantación de empresas que en la creación de tejidos vecinales que den sentido social a la planificación urbanística.

El peso del coche

El tratamiento de los datos, un algoritmo que Healthy Streets guarda celosamente, tiene mucho más en cuenta la presencia de coches que el espesor del verde. Sostiene Montlleó que no han participado en la elaboración de índice más allá de proporcionar los datos, pero sí saben que la intensidad media diaria de vehículos se ha tenido en cuenta en cinco de las 10 variables analizadas. De ahí que esos núcleos añejos, con el tráfico restringido, tengan al fin y al cabo una calidad muy por encima de la media. Lo que no se ha usado, y es sin duda un elemento determinante en el bienestar de un barrio, es la salud del comercio o el volumen de la restauración.

De ahí que Enric Granados, donde es difícil no tropezar con la silla de una terraza, aparezca mucho más saludable que Balmes. Se pacificó y la presencia de coches es residual, pero se llegó tarde para frenar la proliferación de bares y restaurantes, algo que ahora, con los ejes verdes, se pretende evitar con planes de usos que limiten determinadas actividades económicas. Si la presencia de restauración hubiera tenido peso en el índice Healthy Street, esta vía que va de la Diagonal hasta Diputació, en un suponer, no gozaría de tanto esplendor.

Healthy Streets es un regalo para los futuros planificadores de la ciudad. Tiene decisiones discutibles y se echan de menos criterios que son vitales para definir el bienestar de una calle, pero marca urgencias, tendencias le da la razón a algunos tópicos, desmiente otros, señala una vez más las carencias del Eixample y dibuja una Barcelona que de una calle a la otra pasa de la depresión a la euforia. Verde, estupendo; rojo, cosa mala.

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