La inseguridad en el área metropolitana

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Tres chicas consultan sus móviles en una calle del centro de Barcelona.

Tres chicas consultan sus móviles en una calle del centro de Barcelona. / FERRAN NADEU

Jordi Ribalaygue

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La víctima propicia para ser blanco de la delincuencia común en Barcelona y las ciudades de su entorno es una mujer joven, que se desplaza por estudio o trabajo y que subsiste con unos ingresos bajos. El retrato robot se desprende de la ‘Encuesta de victimización del Área Metropolitana de Barcelona’ de 2022, la última edición de la radiografía anual que desde hace más de tres décadas escruta quiénes están más expuestos a robos y actos violentos en la capital catalana y su conurbación.

En base a 8.308 entrevistas, el sondeo del Institut d’Estudis Regionals i Metropolitans de Barcelona (IERMB) revela que el 14,7% de las mujeres consultadas admiten que sufrieron un hurto, una agresión o una amenaza en 2021, por un 13,2% de los hombres interpelados. Es algo más que en el año anterior, aunque sigue por debajo de la tasa previa a la irrupción de la pandemia, cuando casi el 20% de la población femenina de la capital catalana y sus inmediaciones y el 17,6% de la masculina fueron presas de una fechoría.

Entre quienes fueron objeto de la pequeña criminalidad con más frecuencia, sobresalen también los entrevistados de 16 a 29 años (el 23,4% confesó haberla sufrido), muy por encima de los mayores de 65 años (9,3%). Descollan también los estudiantes (22,4%) y quienes perciben menos de 600 euros al mes (18,3%), más del doble que quienes cobran 2.400 euros mensuales (8,5%). 

La desigualdad tiene su reflejo en las infracciones más usuales. “Que la victimización en la seguridad personal sea más alta entre las mujeres que en los hombres no se debe solo a las agresiones sexuales. Ocurre también y, sobre todo, porque son más las mujeres víctimas de robos de bolsas y carteras”, apunta Marta Murrià, jefa del área de convivencia y seguridad del IERMB.

El 5,3% de las encuestadas afirmó que fueron despojadas de enseres personales en el espacio público y sin que mediara el uso de la fuerza. Le pasó también al 3% de los hombres que ofrecieron su testimonio. “Es el principal delito en el área metropolitana”, recuerda Murrià.

El dictamen muestra que ellas padecen también más sustracciones por el método del tirón, violencia sexual, amenazas e intimidaciones. “En cambio, los hombres son más víctimas de atracos violentos y agresiones físicas”, distingue la investigadora.

Contrastes según la renta

A su vez, las diferencias se hacen patentes según el nivel de ingresos. Los hombres predominan entre los perjudicados por los saqueos de vehículos, en ascenso a medida que la cuenta corriente de los consultados aumenta. Por el contrario, quienes se sostienen con menos de 600 euros mensuales encabezan tanto las estadísticas de víctimas de delitos violentos como las de los ilícitos que no recurren a la fuerza. Ocurre igual con los estudiantes y quienes no han alcanzado la treintena.

El 18,3% de los entrevistados de menor renta fueron diana de un robo o una agresión en 2021. El porcentaje se modera al 13,1% para el segmento que gana de 1.201 a 1.800 euros y cae al 8,5% para quienes se embolsan más de 2.400 euros. El 4,4% de quienes reciben menos ingresos sobrellevaron el mal trago de un hurto a la fuerza, por un 1,3% de quienes se sitúan en la franja más acomodada.

El predominio de oficios en que el teletrabajo no es posible y la dependencia al transporte público para circular por la Gran Barcelona podrían explicar que los damnificados abunden más entre las rentas bajas, plantea la subjefa de convivencia y seguridad del IERMB, Cristina Sobrino. “Intuimos una cierta relación entre patrones de vulnerabilidad, movilidad y victimización”, señala. Aparte, los pequeños delitos prevalecen más entre quienes acreditan formación universitaria (14,9%) y secundaria (14,4%) que quienes disponen de estudios primaria (12,5%) o carecen de ellos (9,5%).

Lógica invertida

La larga serie histórica de la encuesta permite trazar la evolución reciente de la delincuencia en Barcelona y su periferia, en que algunas pautas repetitivas se han truncado. “En los primeros años del estudio, las personas con más renta también eran las víctimas más numerosas pero, a partir de cierto momento, se invirtió de golpe”, comenta Murrià. Advierte que la lógica según la cual “las personas que llevan más dinero o más bienes encima están más expuestas a la delincuencia se ha desdibujado”. 

Con mucha cautela, las investigadoras sugieren que la generalización de los móviles y los dispositivos electrónicos han contribuido a que las capas menos adineradas sean vistas como un objetivo primordial para la delincuencia. “Hay un mayor acceso a los bienes de consumo”, se percata Sobrino. “Aunque no todos se puedan permitir un dispositivo de 2.000 euros, la mayoría de la población dispone de uno. Es un factor que se supone que ha promovido el incremento constante de los hechos contra la seguridad personal”, sostiene Murrià.  

La investigadora añade que móviles y tabletas también llevan a “exponer más a los jóvenes” a ser golpeados por pequeños hurtos. El informe concreta que los menores de 30 años son objetivo sobre todo de “robos no violentos de bolsas, carteras y móviles”. “Va ligado a que se mueven más. Movilidad y situación profesional van interrelacionadas en la victimización. Por eso, las personas jubiladas y las que se dedican a las tareas del hogar, que son menos proclives a la movilidad, están también menos victimizadas”, ilustra Sobrino.

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