Pese al auge digital

La insólita supervivencia de los 'pirulís' de libre expresión en las calles de Barcelona

En la capital catalana quedan 342 columnas fijas en las que todo el mundo puede enganchar lo que quiera sin pedir permiso

Están en vías de extinción en el área metropolitana y en l'Hospitalet ya no queda ninguna

Columna de libre expresión en Barcelona

Columna de libre expresión en Barcelona / Georgina Roig

Gisela Macedo

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Todos las hemos visto por la calle, aunque pocos les echamos cuenta. Ni siquiera sabemos cómo llamarlas. Nos referimos a esas estructuras cilíndricas plantadas en la calle que se usan para enganchar anuncios y carteles de todo tipo. En Barcelona es común llamarlas ‘pirulís’, pero su nombre oficial es columna de libre expresión. Un curioso elemento urbanístico que, a pesar de tener siglo y medio de historia, todavía muchos no saben que pueden usar sin pedir ningún tipo de permiso ni pagar nada. Así es: todo el mundo puede expresar lo que quiera en ellas, tal y como indica su nombre. Y esto no es algo que puedan decir todas las ciudades. 

“Las columnas de libre expresión son una particularidad de la ciudad de Barcelona y municipios del área metropolitana” explica David Torrents, diseñador gráfico barcelonés que lleva años reflexionando sobre el papel que juegan estos elementos en la ciudad. “Lo interesante es que, a diferencia de Barcelona, no pasa en otras partes. En otras ciudades no hay un sitio en el que la gente pueda colgar carteles de forma totalmente libre”, explica. 

Columna de libre expresión en Barcelona

Columna de libre expresión en Barcelona / Georgina Roig

No obstante, también es cierto que los carteles que se cuelgan en estas columnas tienden a durar poco tiempo porque en cualquier momento otra persona puede colgar el suyo encima. “Es como una lucha constante entre el que lo engancha y el que lo quiere enganchar”, dice Torrents. Digamos que ese sería el único precio a pagar. Para asegurar que un cartel perdure existen los soportes de pago.

Un pedazo de historia en la era actual

El cartel es un soporte que se extendió enormemente entre los siglos XIX y XX, y no solamente como un medio para dar un mensaje, sino también como forma de arte. En Europa los había por todas partes. Tanto era así, que cada cual enganchaba sus mensajes donde podía. En este contexto, el alemán Ernst Litfass ideó la columna publicitaria. Las primeras 100 se instalaron en Berlín en el año 1855, y posteriormente se extendieron por otras ciudades del viejo continente, Barcelona entre ellas.

En la capital catalana, el diseño de carteles tuvo su momento álgido durante la Guerra Civil. Con el paso de los años y la llegada del momento actual, en el que vivimos más pendientes del móvil que de otra cosa, el cartel ha ido adaptándose a otra forma de convivir con la ciudad. "Ahora, con las redes sociales, los diseñadores aún encuentran el cartel como un reto. La voluntad, más allá de anunciar alguno, es crear una experiencia y hacer pensar a las personas", reflexiona Torrents.

Antigua columna de libre expresión instalada en Barcelona en el año 1978, en una imagen del 1987

Antigua columna de libre expresión instalada en Barcelona en el año 1978, en una imagen del 1987 / Marc Martí

Para el diseñador, la columna de libre expresión es, precisamente, una de las maneras que ha encontrado el cartel para perdurar en las ciudades actuales. Resulta curioso observar cómo estos postes tan ‘vintage’ ahora aún usan para anunciar eventos culturales y sociales del ámbito digital, en una ciudad que también es la capital del Mobile World Congress. No obstante, su futuro podría estar pendiendo de un hilo.

Peligro de extinción

Las columnas de libre expresión que podemos ver en la Barcelona del 2023 datan de principios de los 90. En el 1989, el ayuntamiento convocó un concurso público para elegir un nuevo diseño y eliminar las que había entonces. El modelo ganador fue el de los arquitectos Tonet Sunyer y Jordi Badia. En aquel momento, el objetivo del consistorio era instalar 500 nuevas columnas y retirar las anteriores, con la voluntad de colocar 1.000 más durante el primer año, aunque esto último no se hizo realidad. 

Actualmente, en Barcelona quedan 342 columnas de libre expresión. Fuentes municipales han explicado a este diario que no se ha retirado ninguna en los últimos dos mandatos, pero tampoco se han instalado nuevas. Desde el consistorio aseguran que, cuando hay obras en una calle y tienen que retirarlas, lo hacen "solo de forma temporal" para después volver a instalarlas. 

Torrents, por su parte, considera que el ayuntamiento “no promueve” lo suficiente el uso de estas columnas, y que tampoco está realizando “ningún gesto” para conservarlas. En la misma línea, el gerente publicitario Marc Martí, quien en su día participó en el concurso para instalar las columnas actuales, opina que el gobierno de Ada Colau tiene “poca sensibilidad” con estos espacios a los que, dice, “les falta mantenimiento”. En este sentido, destaca que no estaría de más que tuvieran iluminación para hacerlas más visibles.

Columna de libre expresión tirada abajo por obras en la calle Pi i Margall de Barcelona

Columna de libre expresión tirada abajo por obras en la calle Pi i Margall de Barcelona / David Torrents

Aunque la capital catalana no habría eliminado ninguna columna de libre expresión en los últimos ocho años, sí es cierto que cada vez cuesta más encontrarlas en el área metropolitana. De hecho, en l’Hospitalet de Llobregat ya no queda ninguna. Cero. Así lo ha confirmado el ayuntamiento a este diario. Las mismas fuentes afirman también que “no se han planteado” volver a poner estas columnas, y que ahora las suplen unos “plafones metálicos” que hay colocados en algunos puntos del municipio; una situación que podría extenderse a otras ciudades. Quedará por ver cómo gestionan este asunto los futuros gobiernos municipales que se formarán tras las elecciones de mayo.

Sería una pena que desaparecieran, porque son una oportunidad para que la ciudadanía pueda explicar cosas en la calle. En nuestra cultura mediterránea, en la que la gente acostumbra a pasear por la ciudad, a badar, esto es fantástico. El hecho de deambular y encontrarte con elementos que te permiten pararte a leer, a reflexionar... Las columnas de libre expresión crean un vínculo con el que camina. Crean un color y una textura para la ciudad que, además, suele estar vinculado con el mundo cultural y con la vida activa de la ciudad. Es algo que no podemos perder”, concluye Torrent.

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