Conflicto de intereses

Los floristas arremeten contra la barra libre de puestos de rosas de Sant Jordi

El gremio catalán rechaza que cualquier particular se pueda instalar en la vía pública a ejercer gratuitamente una actividad económica, desbordando la oferta, como antes de la pandemia

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Rosas de Sant Jordi en Mercabarna, el año pasado.

Rosas de Sant Jordi en Mercabarna, el año pasado. / JOAN CORTADELLAS

Patricia Castán

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Para los barceloneses despertarse el día de Sant Jordi con las calles abarrotadas de puestos de rosas puede ser un espectáculo, puro color. Cada pocos pasos se ubica un montaje (muchos consistentes en un cubo con flores, una silla y una mesita), porque ese día el ayuntamiento permite la venta en la calle a todo el mundo sin tener que abonar ninguna tasa y tan solo presentando una solicitud. Pero es tantísima la oferta (se ha llegado a los 4.000 puntos autorizados), que no solo se satura el mercado y resulta "antisostenible", sino que afecta de pleno a la actividad profesional, sostiene el Gremi de Floristes i Floricultors de Catalunya. El colectivo reivindica que se establezca una limitación, a las puertas del que se prevé que sea el primer Sant Jordi de plena normalidad tras la pandemia. El consistorio ya ha presentado las líneas maestras de la diada 2023 y también los cortes de tránsito derivados.

En 2019 se despacharon siete millones de rosas en Catalunya, lo que supone más de un tercio de las ventas de todo un año. De ahí que el pastel sea tentador para particulares sin ningún conocimiento floral que ese día ponen un puesto de rosas, normalmente con una ornamentación básica y en serie consistente en una funda de plástico. Suelen ser ejemplares más baratos y de peor calidad que las variedades que ofrecen los floristas. El año pasado, el precio mínimo de venta fueron 4 euros, tras una subida que rondó el 5%, según Mercabarna.

El ayuntamiento establece tres tipos de ubicaciones en Barcelona para la venta de libros y rosas. Una es delante de los propios establecimientos, para profesionales. A este colectivo se le permiten también varias zonas privilegiadas en el centro de Barcelona (paseo de Gràcia, rambla de Catalunya, y demás) y en puntos de los 10 distritos. El periodo de inscripciones comenzó el día 1 y se cerrará el 14. El propio gremio gestiona en su mayor parte la distribución de estos enclaves entre los floristas, que pueden suponer entre 300 y 400 del total, afirma.

Pero el día 13 se abrirá el plazo para que entidades y particulares puedan registrarse también. Un programa informático filtra ubicaciones no posibles (porque tengan obstáculos, terrazas...), pero en general hay barra libre para instalarse por buena parte del territorio, sin necesidad de distancias mínimas entre sí. Este sistema es el que rechaza el presidente de la patronal, Joan Guillén, al considerar que es excesivo y desvirtúa la celebración. "Para los floristas es un día muy importante, que se vive con mucha ilusión, mientras que para muchos paradistas es un mero negocio de un día", señala. Denuncia que incluso hay empresas que se anuncian en internet para reservar los espacios a particulares, a los que proveerán de su propia mercancía, haciendo un suculento negocio.

Procedencia y calidad

Guillén enfatiza que no se oponen a la instalación de paradas de rosas por parte de entidades, asociaciones y hasta partidos políticos, porque esa jornada es marcadamente participativa. Pero discrepan sobre las facilidades que cualquier persona individualmente --"muchas incluso llegan desde otros municipios para hacer negocio"-- encuentra para ejercer una "actividad económica" en el espacio público. No solo por la feroz competencia a un sector que ha resistido con dificultad los tiempos de pandemia y de crisis, también porque se suele nutrir de flor de peor calidad. "Ese día se venden rosas que los floristas no aceptaríamos en las tiendas porque nosotros estamos 365 días y queremos tener satisfecho al cliente, pero en los puestos no profesionales saben que nadie les podrá ir a protestar al día siguiente si están mustias. Hay que concienciar a la gente". "Esa oferta no aporta nada y desmerece la celebración", dice, antes de defender que "hay que ponerle límites".

El abastecimiento de tantos puntos implica, añade Guillén, que la mercancía no vendida acabe perdida, lo que no resulta sostenible. La flor procede esencialmente de Colombia, Ecuador y Países Bajos (solo un 3% es de origen catalán), pero las calidades son muy variadas. Y el valor añadido final lo pone la ornamentación.

El sector negocia aún con el ayuntamiento las distancias que se habrán de mantener con las tiendas de flores convencionales. Reivindican un radio mínimo (no diámetro) de 100 metros para que no se invada el territorio que sería la clientela natural de esos establecimientos.