Calle sin urbanizar
Diecisiete años atrapada en casa en Barcelona: "No pude ir al entierro de mi hija"
Mari Carmen vive en una calle sin asfaltar y llena de escaleras autoconstruidas en el Carmel, que le impiden salir a caminar
Cuando Mari Carmen caminó por Barcelona por última vez, Pasqual Maragall todavía era presidente de la Generalitat. Aún no teníamos Whatsapp, se podía fumar dentro de los bares y Frank Rijkaard era el entrenador del Barça. Hace 17 años que esta vecina del pasaje Ceuta, en Barcelona, no sale de casa: sobrevive gracias a una de sus hijas y a Conxi, voluntaria de Amics de la Gent Gran, que la llama tres veces por semana.
Su confinamiento no es voluntario, sino forzado: el acceso a su vivienda es imposible para alguien con 80 años y artrosis. La casa está en pleno Turó del Carmel (Horta-Guinardó) y solo se puede acceder a ella por el pasaje Ceuta, sin urbanizar y lleno de escaleras desiguales y rocambolescas. Comparte el problema con otros vecinos de la calle, pero nadie lleva tanto tiempo atrapado como ella. Mari Carmen Esparza lleva desde 2006 sin salir más que para ser trasladada al médico en contadas ocasiones, en las que ha necesitado ayuda de familiares y amigos.

Mari Carmen, con caminador, dentro de su casa del Carmel, de la que apenas ha salido en 17 años
/Cada día se levanta temprano y escucha la radio. Luego devora libros: en verano lee mucho, pero en invierno menos porque se le enfrían las manos. Su escritor favorito es Fernando Aramburu, pero el último libro que ha leído es Berlín, de Paloma Sánchez. A medida que pasa las páginas, pasa el tiempo y llega el mediodía, la noche, el día siguiente. Lunes, martes, miércoles… Mari Carmen se sumerge en el Berlín posterior a la Segunda Guerra Mundial, dónde los personajes no pueden cruzar al otro lado del muro. Empatiza. A ella, a escasos metros de su sillón con vistas a la Alemania del siglo pasado, unas escaleras le impiden salir a la Barcelona actual.

Mari Carmen perdió a una hija por cáncer hace cinco años. Fue la experiencia más dura de su prolongado encierro. “Estuvo ingresada dos meses en el hospital y no pude ir a verla. Tampoco pude ir al entierro”. Recuerda a Vanesa entre lágrimas, y cuenta que ella fue la primera víctima de las escaleras: “Cuando ingresaron a mi hija por primera vez, en 2008, la ambulancia no pudo bajarla y tuvieron que venir los Bomberos a buscarla”. Pero los problemas no solo se dan en situaciones de emergencia, sino también en el día a día. Su otra hija, Carmen, es quién tiene que ir a comprar, quién lleva los papeles al día, quién va a la farmacia. “Ella ha podido vivir así 17 años porque me tiene a mí, pero yo no tengo hijos. No quiero que esto sea una cárcel para mí como lo ha sido para mi madre”, sentencia la hija.
El pasaje Ceuta lleva décadas persiguiendo una reforma que nunca llega. Las casas, muchas de ellas construidas por las propias familias, desembocan en unas escaleras ideadas también por los vecinos. A lo largo de los años las han renovado algunas veces, pocas, como han podido. El padre de Mari Carmen lideró una de las actuaciones en los escalones junto a otros tres hombres de la zona. Fue hace más de sesenta años, en 1962, tras la gran nevada en Barcelona.
La eterna promesa sin calendario
Bajando el pasaje se llega a la Calle Ceuta y subiendo se accede a la calle de les Coves d’en Cimany, una de las últimas sin asfaltar en Barcelona. La petición de los vecinos es que el Ayuntamiento instale unas escaleras mecánicas y renueve las fijas actuales. La administración ha prometido cambios en numerosas ocasiones, aunque no los ha ejecutado por ahora. Los vecinos recuerdan a concejales de todas las administraciones darles la razón ―desde el mandato de Clos al de Colau, pasando por Hereu y Trias―e incluso el año pasado todos los grupos municipales aprobaron por unanimidad realizar “actuaciones integrales de mejora lo antes posible”. Aunque fuentes municipales confirman a El Periódico que está prevista la mejora, sigue sin un calendario concreto, para enfado de Mari Carmen: “Yo pago impuestos como todo el mundo”.

Mari Carmen señala desde su terraza el mal estado del pasaje Ceuta, que condiciona la vida de un grupo de vecinos y ha provocado caídas y fracturas
/“Sería un sueño, pero es muy difícil”, dice Mari Carmen a la pregunta de si llegará a ver una reforma, de si podrá volver a salir por su propio pie. “Creo que ni yo llegaré a verlo”, remarca su hija Carmen. Cada vez tienen más problemas para seguir su vida cotidiana: la última mala noticia es que su supermercado de confianza se niega a entregarles el pedido a domicilio, pues les resulta imposible acceder a la vivienda en el furgón. En uno de los viajes a por comida, Carmen se cayó y estuvo semanas sin poder cargar peso: “Ya salgo yo también con miedo”, remarca la hija.
Si pudiera salir, iría a Montjuïc o a la Catedral
Noticias relacionadasMadre e hija constatan que la segunda es los ojos de la primera, que en 17 años solo ha visto el Carmel desde su terraza, y el Hospital Vall Hebrón. La Barcelona que ha visto Mari Carmen, y que repite constantemente que “ama muchísimo” es ya muy distinta a la que fue en su momento. “Recuerdo ir a bailar sardanas en plaza Catalunya, la sardana es mi baile favorito porque quién la baila te acoge”, dice. Desde el tejado del edificio se ve el resto de Barcelona: la Diagonal, torres de empresas, bloques de pisos... Incluso se intuyen vecinos hablando, congresos de tecnología y turistas. Si pudiera salir, cuenta, iría a Montjuic, a ver el interior de la Sagrada Familia y a la Catedral. Y volvería a su pueblo, en Castellón, a visitarlo más allá del álbum de fotos que tiene en la cómoda.

Mari Carmen, una vecina octogenaria del Carmel, que lleva años confinada porque la salida de casa y la calle son todo escaleras
/En la casa viven también sus dos gatos. Y en su memoria Vanesa, la hija que falleció, y el padre de Mari Carmen, que construyó la vivienda. “Lo hizo todo: las puertas, la chimenea, los muebles”, recuerda desde su sillón. El edificio supura historia familiar a través de las fotos, los recuerdos y sus palabras: “Este hogar es especial para mí”, dice Mari Carmen a su hija Carmen, que responde: “Yo ya me hubiese ido”. “Nunca”, esgrime la madre: “No me quiero tener que ir, quiero poder salir de mi casa”.
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