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El estudio ‘fitness’ de Barcelona donde dicen que te hacen crecer

De aquí uno sale con la cabeza más alta que después de cantarle a tu ex toda la discografía de Shakira. “Siento que he crecido”: es la frase más repetida en Gyrotonic Barcelona Grácia. Es una de las tendencias con mallas de 2023

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A1-163456382.jpg / JOAN CORTADELLAS

Ana Sánchez

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Hace años que se extiende el rumor por Gràcia: dicen que en este estudio de ‘fitness’ te hacen crecer. Gyrotonic Barcelona Grácia, se lee en la entrada. Desde la puerta de cristal se ven máquinas rústicas con poleas en las que te imaginas estirándote a lo potro de tortura medieval. “Yo he crecido 1 centímetro”, te jura una alumna en mallas sin rastro de sudores fríos. Lo confirmarás en una hora. De aquí uno sale con la cabeza más alta que después de cantarle a tu ex toda la discografía de Shakira.

Los gurús del ‘fitness’ lo han incluido entre las tendencias con mallas de 2023: Gyrotonic. “El entrenamiento de moda que triunfa en Hollywood”, adelantaban los títulos-gancho de Google el año pasado. Hace ya tiempo que se avistan ‘celebrities’ sobre máquinas de madera: de Julia Roberts a Gwyneth Paltrow o Jennifer Aniston. “Lady Gaga viaja con su entrenadora y con su máquina”, asegura Alba. Por su estudio de Grácia hasta se pasó Andy Murray –el tenista británico- hará 8 años. “Él también viaja con su entrenadora”. 

Alba Marcos es la directora de Gyrotonic Barcelona Grácia (Martínez de la Rosa, 12). Su sonrisa es directamente proporcional a la cantidad de músculos que te hace mover. Era profesora de danza y fisioterapeuta hasta que lo cambió por el Gyrotonic. “Unía todo”. Lo descubrió hace 20 años en Nueva York. Se lo trajo a Barcelona en 2008: comenzó con una máquina en su piso de Bonavista. Y así lo bautizó: Estudi Bonavista. Dos años después se trasladó a un local en Martínez de la Rosa. Siguió creciendo, cambió de nombre y se tuvo que mudar en 2019 a otro local en la misma calle. “No cabíamos”. El año pasado abrieron otro estudio en Bonanova (Mao, 19).  

Tres alumnos practican Gyrotonic en las máquinas base (hay cinco tipos) del estudio de Gràcia.

Tres alumnos practican Gyrotonic en las máquinas base (hay cinco tipos) del estudio de Gràcia. / JOAN CORTADELLAS

“Tan increíble como nadar fuera del agua”, comparan sus acólitos. Lo suelen describir como una mezcla de danza, natación, yoga y taichí. “No es que mezcle –puntualiza Alba-, sino que los beneficios son parecidos”. Lo mismo nadas a braza en secano que giras los brazos con soltura de ballet. Los movimientos con las máquinas parecen más de danza que de gimnasio. Es hacia donde se encarrila el ‘fitness’: movimientos más orgánicos, más fluidos, más conscientes.

 ¿Pero qué es Gyrotonic? “Es un método de entrenamiento que se basa en enseñar al cuerpo a moverse –resume Alba-. Yo me considero más profesora que entrenadora. Se trata de ayudar a sacar a cada uno su máximo rendimiento”. Al igual que el pilates, se puede practicar con máquina (Gyrotonic) y sin (Gyrokinesis). Y el entrenamiento es personal o en grupos muy, muy reducidos.

Se lo inventó en los años 80 un bailarín rumano, Juliu Horvath. Ahora tiene 80 años. Él mismo diseñó las máquinas (cuestan unos 7.000 euros). Entonces lo llamaba “yoga para bailarines”. Se ha convertido en marca registrada: oficialmente se escribe GYROTONIC® (con ®, en mayúscula y Times New Roman). A estas alturas, tiene más de 13.000 entrenadores en más de 80 países, según su web oficial. Y eso que cada dos años obligan a sus instructores a reciclarse.  

En Catalunya es donde más está creciendo en España. Se practica en 26 centros, según el localizador de su web. Hay 22 en Madrid; 14, en el País Vasco; un centenar en total en todo el país.  

Despierta tu cuerpo con Gyrotonic”, se lee junto a la puerta del estudio de Gràcia. “El cuerpo en sí orgánicamente tiene un potencial –detalla Alba-. Es volver a despertar este potencial”. Redescubrir que “nuestro cuerpo –asegura- está diseñado para encontrarse bien, para estar ágil”. No para estar 8 horas delante de un ordenador.  

Aquí no se viene a bajar el turrón, no. “Se viene a sentirte bien –dice Alba-, pero si tú te colocas distinto, tu peso se va a distribuir de forma distinta. Y es posible que la gente te diga que te has adelgazado. A mí me pasó. Y no había adelgazado un gramo”.  

Sesión de Gyrotonic en el estudio de Grácia.

Sesión de Gyrotonic en el estudio de Grácia. /

Siéntate”. Es lo primero que te pide Alba. Parece un gran comienzo para retomar el ejercicio aún con aliento a turrón y langostinos. Te señala una máquina: hay cinco tipos. Esta es “la máquina base”. Pully tower, la llaman. Te sientas –descubrirás en breve- con la dejadez de Homer Simpson al llegar al trabajo. Pues no, no sabes ni sentarte. “Es como aprender un lenguaje nuevo”, te anima Alba. “Sobre todo que te veas la punta de los pies” –te enseña-. Muslo y tibia en 90 grados. “O un poquito más adelante. Y que tu pelvis esté en posición vertical”. Parece que has pegado un estirón. “¿Notas cómo tu cuerpo empieza a trabajar de forma pasiva?”. Tú asientes mientras redescubres tus abdominales. “Tomas conciencia de que el esqueleto no se aguanta solo –sonríe-. Te cambia todo. Y si ya nos metemos en tema intestinal, digestivo… Cambiar la postura influye mucho”. 

Horas después de la primera clase, ya sentada al ordenador, seguirás corrigiendo la postura. “Porque has despertado el instinto –justifica Alba-, y ahora tu cuerpo te va a decir: ‘No me gusta estar así’.    

 “Siento que he crecido”. Es la frase más repetida por aquí. “Hace que tu postura cambie”, sonríe Alba. No creces a lo Gasol, vale, pero tampoco decrecerás como tus abuelos. “Y sobre todo no tendré artrosis ni hernias”, promete la instructora. Hoy ha venido un alumno - 70 años- que ha tenido 5 hernias. “Cuando empezó –recuerda Alba-, cada año tenía dos episodios en casa que tenía que ir la ambulancia a pincharle porque no se podía mover. Ahora hace clases avanzadas”.

“Se puede adaptar a cualquier persona”, garantizan. “Entre nuestros alumnos tenemos profesores universitarios, médicos, bailarines profesionales, ejecutivos –detalla-. Desde los 12 años hasta los 81”. Tendrán 300 entre los dos estudios. Una clase privada cuesta unos 40 €; la de grupo, 26, una de Gyrokinesis, 18.

“Yo recuerdo muy bien la primera clase de Gyrotonic que me dieron –relata Claudia Almagro en su estudio del Eixample: ModoVite (Comte d'Urgell, 51 bis)-. La sensación era como si me hubieran colgado de una percha”. Ella es osteópata, profesora de pilates, hace dos años también de Gyrotonic. Parece que tiene rayos X en los ojos. “¿Escoliosis?”, te dice nada más presentarte.  

Claudia Almagro, en el estudio ModoVite.  

Claudia Almagro, en el estudio ModoVite.   /

“La mayoría de las personas que veo –cuenta- son personas que están sentadas todo el día. No estamos hechos para estar quietos. La gente está encogida”, asegura. "El Gyrotonic –añade- te da conciencia. Te enseña a moverte desde lugares anatómicos que desconocemos”. Si cambias por dentro –garantiza-, cambias por fuera. “Todo es diferente. Tus digestiones son diferentes, tu forma de pensar es diferente”. 

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