Parque urbano

Vandalismo y mantenimiento insuficiente lastran el gran patrimonio verde de Montjuïc

La montaña, parque urbano desde principios del s. XX, acoge numerosos jardines únicos por su tipología e historia

Pese al capital natural de la montaña, los recursos para su conservación no son suficientes y los vecinos denuncian abandono  

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Paisaje de invierno en los jardines de Aclimatació de Montjuïc, creados en 1930 por Nicolau M. Rubió i Tudurí

Paisaje de invierno en los jardines de Aclimatació de Montjuïc, creados en 1930 por Nicolau M. Rubió i Tudurí / ELISENDA PONS

Natàlia Farré

Natàlia Farré

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Montjuïc y Collserola. Son los dos únicos parques forestales que hay en Barcelona, pero pese a que comparten adjetivo distan mucho de parecerse. Huelga explicar las diferencias, basta con comparar la superficie: 334 hectáreas el primero versus 8.000 el segundo. La dimensión, pero también su emplazamiento: metropolitano uno, en el centro de la ciudad el otro. Los hace igualmente incomparables que Collserola apenas se haya urbanizado y Montjuïc, sí. De manera que Montjuïc es parque forestal, pero también parque urbano.

"El lugar más bonito de Barcelona"

Durante las primeras décadas del siglo XX, la piqueta y la excavadora entraron en la montaña y esta dejó de ser un sitio inaccesible y de mala fama para albergar los mejores jardines de Barcelona. La idea de recuperar Montjuïc para el disfrute ciudadano surgió de Francesc Cambó, cuando en 1914 fue nombrado comisario de la Exposición Internacional de 1929: “La Exposición podía ser el gran pretexto para convertir en realidad mi sueño de transformar Montjuïc, la barriada infecta y malfamada, en el lugar más bonito de Barcelona y uno de los más bonitos del mundo”, escribió el líder de la Lliga en sus memorias. 

Y si Montjuïc hoy tiene cinco jardines históricos y otros tantos temáticos, además de los considerados urbanos (también cinco) es gracias a Cambó, que decidió contratar al mejor paisajista internacional del momento: el francés Jean-Claude Nicolas Forestier: “Quien dio a Montjuïc el hechizo que tiene hoy”, a juicio del político. Y autor de los que más años llevan embelleciendo la montaña tanto en paisaje como en diversidad: los jardines del Teatre Grec (antes llamado Roserar Amargós), Joan Maragall (en el palacete Albéniz), de Laribal y Miramar. Hay otro histórico, el más antiguo de los dos botánicos, pero no debe su nacimiento al francés sino al catalán Pius Font i Quer.  

Faltan las macetas de la escalera del Generalife en los Jardines de Laribal

Las macetas que decoraban las escaleras del Generalife en los jardines de Laribal se han retirado para evitar el vandalismo de tirarlas montaña abajo. / ELISENDA PONS

Lo dicho, estos son los históricos, pero también hay jardines temáticos que acogen plantas según su especie. Así, en los dedicados a Mossèn Costa i Llobera reinan las suculentas y en los de Mossèn Cinto Verdaguer, las plantas bulbosas, rizomatosas y acuáticas. Las más exóticas, sobre todo tropicales y subtropicales, se encuentran en el jardín de Aclimatació creado en 1930 por Nicolau M. Rubió i Tudurí para conservar las plantas llegadas de los cinco continentes durante la Exposición Internacional. En el Tres Pins se ubicaba desde 1920 el vivero de plantas que suministró ejemplares a la ciudad hasta los 80, ahora actúa más de jardín que de vivero pero aún así sigue cultivando algunas especies que luego se trasladan a las calles de Barcelona. Y finalmente el nuevo Jardí Botànic, contenedor también de plantas peculiares. 

Altísimo valor patrimonial

En conjunto, la montaña suma un patrimonio verde “importante en todos los sentidos que tiene un altísimo valor que a veces no se le da”, a juicio de Lourdes Carreras, conservadora del área de Parcs i Jardins. Y un patrimonio amplio y diverso que no es fácil de mantener: “Cada tipología de jardín tiene su propio plan de gestión que viene determinado por la propia vegetación, no es lo mismo el cuidado del Costa Llobera, único en cactáceas y suculentas, que los jardines de Laribal, que tiene muchas plantas arbustivas y requieren mucha poda tapiaría [la que da formas geométricas a las plantas]”, apunta Carreras, que asegura que el cuidado “es diario y constante”.  

Algo que no pone en duda Ana Menéndez, presidenta de la Associació de Veïns i Veïnes de la Satalia, un barrio de montaña del Poble Sec, y miembro de la junta de Favb (Federació d’Associacions Veïnals de Barcelona). Para Menéndez Montjuïc "está supersucio” y “falta personal” para su mantenimiento y limpieza, aunque admite que “podría estar peor”. Para Menéndez, "el mal endémico es la gestión de las zonas más salvajes", opina que son "un desastre”. 

Patrimonio verde y jardines. Suciedad delante del MNAC en Montjuic

Suciedad en uno de los rincones de Montjuïc, frente al Museu Nacional d'Art de Catalunya (MNAC). / ELISENDA PONS

Tiestos, lanzados montaña abajo

La primera queja tiene al vandalismo como respuesta: “Por ejemplo, de los jardines de Laribal hemos tenido que retirar los tiestos de terracota que ornamentan las pérgolas o las escaleras del Generalife porque los lanzan montaña abajo o, en el mejor de los casos, los rompen”, se lamenta Carreras. También se hacen “pintadas por todos lados que cuestan mucho de borrar” y hay dueños de perros poco cuidadosos: “En los jardines históricos tienen la entrada prohibida pero en el Mossèn Cinto Verdaguer, en la época de plantación de bulbos estos aparecen levantados por los perros sistemáticamente”. A veces, los animales autóctonos del parque no tienen mucha más suerte: “También hay vandalismo contra la fauna con la caza de reinetas y renacuajos”.  

La mala gestión de las zonas más salvajes puede ser una cuestión de percepción: “En una parte de la montaña se hace una gestión más naturalizada, ello significa, por ejemplo, que hay herbazales que no se desbrozan con tanta frecuencia como antes para favorecer la biodiversidad de flora y fauna. Quizá deberíamos comunicarlo mejor para que la gente no crea que están abandonados. No lo están, sencillamente los gestionamos de una manera más ecológica”. En uno de los sitios que ocurre es en los parterres que hay detrás del Palau Sant Jordi, durante la primavera no se siegan para permitir la fructificación de una colonia de orquídeas, parecen poco cuidados pero no es así, es una cuestión de sostenibilidad. 

Malas hierbas de dos metros

Una explicación que no convence para nada a Alex Casero, de la asociación Salvem el Turó de la Font de la Guatlla: “Parcs i Jardins no pisa este barrio”. Para muestra un botón: “Hasta hace poco hubo una mala hierba en medio de la vía pública, en la calle de Pas de Valls, que llegó a crecer hasta los dos metros. Todo un símbolo de la dejadez municipal en la zona”. Con todo, las quejas de los vecinos de este barrio colindante con Montjuïc van más allá: se sienten abandonados por la falta histórica de mantenimiento por parte del ayuntamiento. Destacan sobre todo: “la falta de seguridad y limpieza, y el exceso de ruido que producen los botellones en la zona”.