Entre La Salut y Vallcarca

La avería perpetua de las escaleras mecánicas más antiguas de Barcelona

Parte de los obsoletos elevadores de una calle que repta hasta el Park Güell llevan cinco años sin arreglarse

Una mujer baja los escalones junto a un tramo de escalera mecánica estropeado en la Baixada de la Glòria, en el distrito de Gràcia de Barcelona.

Una mujer baja los escalones junto a un tramo de escalera mecánica estropeado en la Baixada de la Glòria, en el distrito de Gràcia de Barcelona. / FERRAN NADEU

Jordi Ribalaygue

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“Recuerdo de toda la vida que las escaleras nunca han funcionado”, cuenta Aidà Almirall mientras desciende a pie la Baixada de la Glòria. La cuesta se abate con un fuerte desnivel entre los barrios de Vallcarca y La Salut; de recorrerse a la inversa, transmuta en una ascensión agotadora para quien no le asiste la edad ni el físico. La escaleras mecánicas se trocean en siete tramos a lo largo del repecho desde hace 35 años, son las más antiguas que permanecen en las calles de Barcelona y solo se desplazan en sentido ascendente, si bien funcionan tan solo a pedazos: en el vecindario dan fe de las penurias de llevar dos años con un trecho averiado en la base de la pendiente y cinco años desde que se estropearon otros dos justo antes de alcanzar la cima, coronada por el Park Güell. 

“Mi hijo tiene cuatro años y medio y nunca las ha podido subir de abajo a arriba”, da cuenta Almirall. Joaquim Homs lo pinta aún peor: “No recuerdo que hayan funcionado todas al mismo tiempo. Quizá sí al principio, durante unos seis meses… Pero no más”.

El engorro que incordia a un sector escarpado del distrito de Gràcia echa a parte de los vecinos a protestar esta tarde. Se harán notar cortando la circulación en la avenida de Vallcarca, que ha acabado acaparando buena parte de los comercios y los servicios del barrio a medida que han ido desapareciendo en la parte alta, en la que merodean los turistas, tan habituales de ver remontando la subida. Los convocantes dejan claro que la concentración de este viernes no es solo una muestra de hastío porque los elevadores acumulen años sin reponerse. Es también un toque de atención para que se construyan escaleras mecánicas que circulen ladera abajo. 

“Por ahora, tengo que bajar tres calles y dar toda una vuelta para llegar a la avenida y, entonces, subir para ir a los supermercados, la farmacia o para tomar el autobús”, atestigua Dora. Da fe de que la caminata a la que se ve obligada se acortaría en caso de disponer de escaleras automáticas. "Ojalá las pusieran, porque son necesarias. No tenemos alas para bajar”, recuerda la mujer, que ha recorrido los escalones a pie y ayudándose con una muleta últimamente por el dolor que le aguijonea una rodilla. “Aparte de esa molestia, salgo menos de casa desde que las escaleras se estropearon. Quizá un 70% menos", estima.

Una pareja sube los escalones junto a un tramo de escalera mecánica fuera de servicio en la Baixada de la Glòria, en el distrito de Gràcia.

Una pareja sube los escalones junto a un tramo de escalera mecánica fuera de servicio en la Baixada de la Glòria, en el distrito de Gràcia. / FERRAN NADEU

Modelo desfasado

El Ayuntamiento de Barcelona justifica que las escaleras han quedado en la estacada porque son demasiado antiguas. “Están obsoletas y no se encuentran recambios de piezas en el mercado. Es necesario actualizarlas”, señala Oriol Bonet, técnico de la empresa municipal Bimsa.

La remodelación de la Baixada de la Glòria está pendiente de empezar en una fecha que se intuye próxima. Las obras -presupuestadas en unos cinco millones de euros- incluyen sustituir las escaleras mecánicas por un modelo nuevo. Mientras se aguarda la reforma, se renuncia a arreglar las averías que siguen importunando a diario. El proyecto, ya adjudicado, disgusta al vecindario movilizado, porque descarta que se instalen escalones automáticos en sentido descendente.

Bonet afirma que “no se puede encajar una segunda escalera mecánica de bajada”. “La sección de la calle es relativamente estrecha. En el subsuelo transitan muchos servicios, como el alcantarillado, la red de telefonía, de agua potable, los sumideros, el alumbrado público… Además, hay que contar con el espacio para las escaleras convencionales a un lado y otro. Construir un segundo cajón para otra escalera mecánica reduciría el ámbito susceptible para hacer pasar los servicios hasta el punto de que no podrían hacerlo, porque cada uno necesita un espacio de seguridad”, aduce.   

Cambios desechados

Los partidarios de modificar el plan niegan la mayor. Han aportado documentos al distrito en que replican que, según arquitectos y otros profesionales consultados, se podrían sobreponer las canalizaciones de algunos suministros o estrechar los escalones para ganar hueco para las escaleras mecánicas de bajada. El ayuntamiento desechó las alegaciones que presentaron. En todo caso, blanden que ha de garantizarse la accesibilidad porque, de lo contrario, advierten que conservar una barrera arquitectónica con casi 300 escalones supondrá vulnerar la ley y, de rebote, marginar a ancianos y personas con discapacidad física. 

Un chico sube a peso una bicicleta junto a un tramo averiado de escalera mecánica en la Baixada de la Glòria, en el distrito de Gràcia de Barcelona.

Un chico sube a peso una bicicleta junto a un tramo averiado de escalera mecánica en la Baixada de la Glòria, en el distrito de Gràcia de Barcelona. / FERRAN NADEU

“De joven me daba igual bajar y subir escaleras, pero ya tengo 72 años. Si tuviese la opción, pensaría en irme”, confiesa Dora. Homs sabe de cinco conocidos suyos que han preferido marcharse del barrio: “Entre la pandemia y las escaleras, llevaban dos años sin salir de casa y han vuelto al pueblo. Les ha perjudicado porque, aunque ahora tengan acceso directo a la calle, allá no tienen el hospital cerca ni los servicios que aquí disponían”. 

“Tengo vecinas que no salen y se hacen llevar la compra a casa, pero no todos se lo pueden permitir”, comenta Fuensanta, quien teme tropezar un día yendo al mercado: “Hace unos años bajaba el carro en volandas, pero ya no tengo la misma fuerza. Debo empujarlo mientras bajo los escalones. De aquí a cinco años ya no sé si podré hacerlo, pero me da miedo caerme. A veces pasan jóvenes que me ayudan a bajarlo, pero quien en realidad nos lo tiene que poner fácil es el ayuntamiento para que podamos bajar para cualquier necesidad sin que tengan que socorrernos”.

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