Modelo de ciudad

Barcelona desnaturaliza sus supermanzanas mientras otros países aplauden y copian el proyecto

El ayuntamiento asegura que los ejes verdes son la manera más eficaz y rápida de alcanzar el objetivo de recuperación del espacio público

El 'padre' del proyecto lamenta que el ayuntamiento abjure de esta configuración urbana y que apueste por "simples peatonalizaciones"

Barcelona 21/09/2022 Zona pacificada de la supermanzana de Sant Antoni en la calle del Comte Borrell, con parterres o grandes alcorques con árboles y flores y bancos donde los vecinos aprovechan para sentarse a descansar y charlar. Alrededor, la gente va caminando y haciendo sus compras Fotografia de JOAN CORTADELLAS

Barcelona 21/09/2022 Zona pacificada de la supermanzana de Sant Antoni en la calle del Comte Borrell, con parterres o grandes alcorques con árboles y flores y bancos donde los vecinos aprovechan para sentarse a descansar y charlar. Alrededor, la gente va caminando y haciendo sus compras Fotografia de JOAN CORTADELLAS / JOAN CORTADELLAS

Carlos Márquez Daniel

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Mientras los líderes de 200 países se conjuran en la cumbre del clima de Egipto para que el planeta siga siendo habitable, las ciudades, donde realmente se cuece el futuro de la civilización, intentan aplicar fórmulas para garantizar esa supervivencia. Lo hacen con ese difícil equilibrio entre urbanismo, movilidad y vida vecinal y económica, asuntos que transitan entre lo político y lo técnico y que chocan con hábitos sociales muy difíciles de romper. Cada urbe tiene su pócima, pero Barcelona ha logrado exportar y universalizar un proyecto, el de las supermanzanas, que se ha convertido en un referente en este aciago camino hacia la recuperación del espacio público para uso peatonal tras 70 años de desarrollismo vinculado al automóvil. Resulta curioso, sin embargo, que la capital catalana tenga un producto de márketing urbanístico tan potente y tan en boca de todo el mundo y que, a la vez, haya dejado de aplicarlo en su versión más pura, teórica y científica para apostar por el proyecto de ejes verdes. Que son lo mismo pero no lo son. Veamos.

Para salir de dudas hablamos con el arquitecto jefe del Ayuntamiento de Barcelona, Xavier Matilla, y con el exdirector de la Agencia de Ecología Urbana y actual director de la Fundación Ecología Urbana y Territorial, Salvador Rueda. Vaya por delante que ambos se profesan el mayor de los respetos y que, en el fondo, persiguen el mismo objetivo de hacer frente a los problemas que la ciudad ya tiene encima: contaminación, congestión, habitabilidad, siniestralidad, convivencia, accesibilidad e inclusión. Difieren, sin embargo, en la vía para alcanzar esta meta. Aunque, curiosamente, ambos usan el concepto 'supermanzana', desarrollado y teorizado por Rueda en su etapa en la agencia municipal.

Cuestión de dignidad

Hay un tema quizás menor que no puede obviarse: la paternidad del invento. Al exdirector de Ecología Urbana le duele sobremanera que el consistorio haya mancillado, a su modo de ver, la esencia de esta propuesta de ordenación urbanística "que sí responde a los desafíos que Barcelona tiene por delante en los próximos años y décadas". Así las cosas, le molesta -"incluso por una cuestión de dignidad", añade- que se siga usando el concepto de supermanzanas. Porque según su punto de vista, lo que se hace con los ejes verdes "es una simple peatonalización de calles, como se ha hecho toda la vida en todas partes", y eso es algo que no supone un verdadero punto de inflexión hacia ese obligado cambio de modelo de ciudad. Es decir, que están pasando cosas, pero no les puede llamar supermanzana.

Ambiente en la supermanzana del Poblenou, en octubre de 2018

Ambiente en la supermanzana del Poblenou, en octubre de 2018 / Jordi Cotrina

Rueda, que acaba de estar en Lima y Bogotá, "ciudades en las que de verdad se harán supermanzanas", reflexiona con datos en la mano. Y hay uno que para él es definitivo. Las supermanzanas (la previsión era crear unas 500 en toda la ciudad por un valor total de 300 millones de euros en 10 años) actuaban sobre más de 2.000 calles, mientras que el plan de ejes verdes, englobado bajo el nombre de 'Superilla Barcelona' (marca comercial que se usa, no nos engañemos, para blandir muchos de los proyectos que presenta el consistorio), modifica un centenar. Su propuesta solo requería reducir el tráfico un máximo del 15%, un porcentaje que ya se consiguió, por ejemplo, durante la crisis de la década pasada por el bajón de la movilidad asociada a la renqueante actividad económica. "Cuando actúan sobre una cloaca también dicen que es Superilla Barcelona, es puro márketing", sostiene este veterano experto.

Prueba del algodón

Según Rueda, el escenario de ejes verdes solo reduce del 85% al 80% el viario destinado a la circulación rodada (912 kilómetros de longitud), lo que requeriría disminuir el volumen de tráfico un 7%. Con las supermanzanas, en cambio, con entre un 10% y un 15% menos de coches, se liberaría casi un 75% de espacio hoy ocupado por los automóviles (quedarían unos 355 kilómetros de red básica). En resumidas cuentas, según señala en conversación con este diario, los ejes verdes "son peatonalizaciones como las que se han hecho toda la vida, pero ni son supermanzanas ni resuelven los problemas de la ciudad". Es decir, que no bastan ni tienen nada de extraordinario y único. Admite, en cualquier caso, que el consistorio está siendo "valiente" y asegura que toda esta situación le sabe mal.

Jugadores de ajedrez, en la supermanzana de Sant Antoni

Jugadores de ajedrez, en la supermanzana de Sant Antoni / Álvaro Monge

Desde las antípodas, Matilla considera que son conceptos hermanos porque "son maneras distintas de dibujar el mismo proyecto". Explica que el actual equipo municipal optó por "adaptar la estrategia e ir más allá de ámbitos concretos". "Transformar a través de ejes verdes permite gestionar la movilidad y alcanzar el mismo objetivo; a partir de unidades pequeñas era difícil conseguir este cambio", concreta el arquitecto jefe. Sobre Rueda indica que el ayuntamiento "está haciendo posible lo que él teorizó", y que en cualquier caso, el cambio de modelo "permite que el ritmo de ejecución sea mayor". "Si la ciudad quiere avanzar de manera ágil es necesario actuar sobre calles enteras. La idea de Barcelona no es transformar pequeñas unidades una detrás de otra, sino mejorar toda la ciudad".

Mancillar el concepto

Tal es el convencimiento de que el consistorio está siguiendo la senda de Salvador Rueda, que la propia teniente de alcalde de Urbanismo, Janet Sanz ha comparado los cambios urbanísticos vinculados a los Juegos del 92 al "plan de supermanzanas de Barcelona". Es decir, se sigue usando y recurriendo a la marca a pesar de haberla desnaturalizado. "No pueden mancillar el concepto, que hablen de ejes verdes y se dejen de tonterías", receta el exdirector de Ecología Urbana, que está convencido de que la 'superilla' del Poblenou lo cambió todo.

Sucedió en septiembre de 2016, era la primera experiencia sobre la malla de Cerdà y generó una oleada de críticas que todavía resuena en Sant Martí. "Aquello fue una tormenta perfecta -recuerda Rueda-. Toda la oposición atacó el proyecto, pero en el fondo, lo que no querían, era que los 'comuns' se quedaran la patente de pacificar la ciudad. Es decir, estaban de acuerdo, pero no querían que lo hiciera Colau". Es justo admitir que las cosas salieron mucho mejor en Sant Antoni, proyecto que el ayuntamiento siempre pone como ejemplo de éxito en el largo camino hacia la ciudad a escala humana.

Lo bueno de este debate es que ambas partes coinciden en que los cambios son urgentes, es decir, que la crisis climática exige un urbanismo que ayude a descarbonizar las ciudades. Metrópolis de todo el planeta aplauden e intentan copiar el modelo de la capital catalana. Sin saber, porque en el cartel con letras de neón se puede leer 'Superilla Barcelona', que tener en cuenta que nadie es profeta en su tierra.

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