Cosas de Collserola
Un vecino del Tibidabo decora su jardín con un helicóptero
El propietario es un piloto francés que también tiene en casa una colección de drones de uso aparentemente militar
Carlos Márquez Daniel
Periodista
Periodista especializado en Barcelona. En 'El Periódico' desde principios de siglo. Los últimos 15 años, dedicados a la información local: movilidad, urbanismo, infraestructuras, política municipal, barrios, área metropolitana y medio ambiente. Colaborador habitual en los programas de televisión 'Planta Baixa' (TV3) y 'Bàsics' (Betevé).
'Se vende; vistas espectaculares'. Y un número de teléfono. El cartel colgado sobre una torre de comunicaciones para que pudiera verse desde fuera daba cuenta en 2016 de que la casa de marras alberga uno de los mejores balcones de Barcelona. Justo debajo del Tibidabo, en la carretera de Vista Rica que une la Arrabassada y la serpenteante vía que lleva a Vallvidrera. El inmueble, que consta de dos fincas, una más pequeña construida en 1936 y otra de mayor tamaño levantada en 1979, amblas en suelo rústico, según datos del catastro, cae hacia la ladera, dejando a la altura de la calle un ancho terrado con aires de jardín. Donde la gente suele colocar plantas, un columpio, enanos, una portería o una barbacoa, el morador de esta vivienda ha decidido instalar un helicóptero y exhibir una pequeña colección de drones aparentemente militares.
Cuentan personas que lo saben todo de Collserola que ahí vive un piloto francés junto a su familia. Al parecer, su aparato tuvo una avería muy seria en el motor y el mecánico le dijo que la dolorosa ascendía a 150.000 euros. El propietario no lo vio claro, y como tampoco estaba dispuesto a seguir pagando el pupilaje en el hangar, buscó una grúa y un camión y se llevó el aparato a su casa.
De eso hace casi un año. La llegada de la aeronave hizo saltar las alarmas del Consorcio de Collserola, que fue a visitar al hombre. Ya antes tuvieron sus más y sus menos por la enorme antena de comunicación (no están permitidas porque todo lo absorbe la Torre de Collserola) y por unas luces led azules que podían generar contaminación lumínica. Su respuesta fue categórica cuando fueron a verle: "El parque de atracciones tiene un avión y yo tengo un helicóptero". Inapelable.
Un "pisapapeles carísimo"
Tras las consultas pertinentes, resultó que no hay ordenanza municipal ni ley que prohíba tener una helicóptero en casa. Más aún, como es el caso, si la nave está correctamente asida al suelo, no tiene turbinas y las aspas están resguardadas y alejadas de la calle. Todo en orden. Javier Ortega Figueiral, uno de los periodistas que más sabe de asuntos aéreos y marítimos, explica que se trata de un Augusta 109, de fabricación italiana, con capacidad para ocho pasajeros. "Tiene más de 20 años y carece de los elementos más importantes para poder volar. Sin duda tiene que gustarle mucho, porque es un pisapapeles carísimo", resume este experto.
Tampoco son un problema en la finca, donde hay un montón de cámaras, los enormes drones esparcidos por el jardín. Jordi Muns, fundador de la empresa Dfly Vision, especializada en imágenes aéreas captadas con dron, asegura que tienen toda la pinta de ser modelos militares, aunque, señala, también hay mucha gente que se dedica a tunearlos para que tengan ese aspecto.
El helicóptero lleva la pegatina de la empresa Cat Helicòpters, compañía que operaba desde el Moll Adossat del puerto de Barcelona y que ofrecía paseos aéreos por la ciudad y sus alrededores. Inició su actividad el 15 de julio de 2004 con vuelos de 10 minutos sobre la ciudad que tenían un coste de 70 euros por persona.
La empresa presentó un concurso de acreedores en julio de 2016 y unos meses después, uno de los propietarios fue arrestado en el marco de una investigación de la Unidad de Delincuencia Económica y Fiscal (UDEF) por supuesto blanqueo de dinero de la familia Pujol. Fue puesto en libertad. Ortega Figueiral, sin embargo, lo desvincula de aquella empresa: "Jamás voló para esta compañía, solo se logotipó para una sesión de fotografías".
Escultura de Catalano
Además del helicóptero y los drones, el terrado exhibe una escultura que tiene toda la pinta de llevar la firma de Bruno Catalano, un artista francés (nacido en Marruecos) de 62 años, especializado en reproducciones de humanos que parecen inacabadas y que desafían las leyes de la gravedad.
Se le conoce como el artista de los viajeros, pues sus esculturas reproducen la figura de una persona cargando una bolsa o una maleta y que, en el fondo, tienen un punto autobiográfico, pues cuando era pequeño saltó desde el norte de África a Marsella con su familia. Sin lugar a dudas, uno de los terrados/jardines más peculiares de Barcelona.
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