Urbanismo

Eric Klinenberg, el ideólogo de los palacios para el pueblo

El sociólogo estadounidense defiende que un urbanismo humano en las ciudades con espacios públicos compartidos que permitan las relaciones sociales es tan vital para la supervivencia como la red de alcantarillado o el tendido eléctrico. Lo cuenta en el libro que da nombre al concepto, ‘Palacios para el pueblo’, y lo desgranó el martes en el CCCB

BARCELONA 20/09/2022 Conferencia Eric Klinenberg, en la sala Raval del CCCB               FOTO: ALVARO MONGE

BARCELONA 20/09/2022 Conferencia Eric Klinenberg, en la sala Raval del CCCB FOTO: ALVARO MONGE / Álvaro Monge

Natàlia Farré

Natàlia Farré

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En una Barcelona sumida en obras y en revolución constante por el debate de la necesidad imperativa para unos y la molestia innecesaria para otros que representa el cambio urbano de levantar el asfalto para llenarlo de verde y las supuestas consecuencias que ello representa: un urbanismo más amable y un paso en la lucha contra la emergencia climática, según unos, y un engorro para la movilidad y una traba más para el comercio, según otros, la conferencia de Eric Klinenberg (Chicago, 1970) del martes en el CCCB se antojaba casi de obligada asistencia.

El sociólogo y profesor universitario defiende que la forma de definir y diseñar los espacios públicos es fundamental para atajar desigualdades y resolver algunos de los retos más urgentes de la sociedad actual como la polarización, la segregación y la falta de democracia, y además es esencial para fomentar la inclusión e incluso luchar contra ciertos efectos de la emergencia climática.  

El futuro de las sociedades democráticas, para este sociólogo y profesor universitario, pasa no solo por los valores compartidos sino también por los espacios compartidos. Para Klinenberg tan importante es la red de alcantarillado o de tendido eléctrico como la existencia de parques o bibliotecas. Todos son infraestructuras, pero a las segundas les ha puesto el apellido de sociales: “Cuando hablo de infraestructuras sociales me refiero a los entornos físicos que definen nuestras interacciones”. Sin ellas “la gente se queda encerrada en casa, se separa de los vecinos y en el peor de los casos incluso se aliena y el proyecto colectivo, la idea del ‘nosotros’, empieza a desmoronarse”.  

Entre Amazon y la biblioteca

El tema soltado a bocajarro puede parecer denso y de difícil digestión pero Klinenberg no solo es un científico que habla con cifras en la mano sino que además es un gran divulgador. Lo certifican sus ensayos -el último, ‘Palacios para el pueblo’ (Capitan Swing, 2021)- y su pausada, franca y comprensible manera de explicarlo. La conferencia empezó con una anécdota: qué hacer un domingo por la mañana de invierno con su hija en Nueva York, donde reside actualmente. La criatura quería ir a una tienda de cuatro plantas que Amazon acababa de abrir en la ciudad, él aceptó con la condición de visitar luego la biblioteca pública y la idea de no comprarle nada en el paraíso del consumismo. El plan era fantástico: “No quería que se enamorara de la idea de Amazon sino que se enamorara de la idea de la biblioteca”.  

El objetivo falló. Los domingos las bibliotecas de Nueva York, y las de Barcelona, están cerradas. ¿Por qué? “Por el presupuesto, porque se cree que son un lujo, cuando no lo son, son la mejor institución posible de las sociedades abiertas y democráticas. Son algo básico de lo que llamo infraestructura social”. Klinenberg sostiene que “la idea de espacios donde la gente puede recibir a cambio de nada” existía pero se perdió en la década de los 70: “La rentabilidad se puso por delante del bien público y se dejó que el mercado regulará los espacios dejando las ciudades en manos de negocios como Amazon”.  

El barrio revelación de Chicago

Aclarado el concepto de infraestructura social nada mejor que la evidencia de la ciencia para subrayar sus beneficios colectivos. En 1995 Chicago vivió una intensa ola de calor que provocó una alta mortalidad y Klinenberg focalizó su proyecto doctoral en este acontecimiento.  Los primeros análisis dieron algo obvio, que no aceptable, que fue que la tasa de mortalidad era mucho mayor en los barrios pobres. Pero cuando acercó el microscopio descubrió una realidad inesperada: había una zona de la ciudad de baja renta y gran segregación en la que la supervivencia era mayor que en los barrios ricos.

La casa convertida en horno

La única diferencia entre el barrio con una baja mortalidad y el resto con las mismas características sociales era el urbanismo: en este a diferencia de las otras zonas vulnerables no había solares abandonados, casas desocupadas y mantenía en marcha los comercios de proximidad, las cafeterías, los parques y la biblioteca. Eso invitaba a la gente a salir a la calle y a relacionarse, y este contacto fue esencial para evitar el aislamiento y permitir que la comunidad ayudara a los más vulnerables ante el episodio de calor sofocante. Conclusión: “No es el calor lo que mata” sino “el quedarse en una casa convertida en un horno por la sensación de peligro al salir a la calle”, o sea: “En un contexto de crisis podemos observar como las infraestructuras sociales suponen la diferencia entre la vida y la muerte”.

A Klinenberg no le faltaron (ni le faltan en ‘Palacios para el pueblo’) ejemplos que ilustran el concepto que defiende. Ahí están la 606 de Chicago, el Viaduct Rail Park de Paris, el Gardiner Expressway en Toronto y el Anzac en Sídney. Poco habló y habla de Barcelona, pero tampoco hace falta, los retos son globales, y las soluciones también deberían serlo.