historia local

Jaume Fabre rinde homenaje al periodismo huertamaro

Tras retratar durante años los movimientos vecinales, el gran colega de Huertas dedica 'Croniques del fang' a quienes fueron su altavoz

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barcelona/thumbnail_1997-La Clota Josep maria Huertas.jpg / Pepe Encinas

Carles Cols

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Hubo un tiempo en Barcelona en que los periodistas de la ciudad, no todos, pero sí muchos, tantos que juntos era una centuria, tenían los pies de barro. No metafóricamente. Literalmente. Jaume Fabre, un histórico de este oficio, cuyo nombre y apellidos figuran en decenas de libros al lado de los de Josep Maria Huertas Clavería, acaba de sacar de imprenta gracias a la rica línea editorial del Ayuntamiento de Barcelona ‘Cròniques del Fang’, un retrato pormenorizado sobre quiénes eran aquellos periodistas que entre 1966 y 1983 dieron voz a las reivindicaciones vecinales de los barceloneses, sobre todo a las de los barrios sin aceras ni pavimento, las del barro, un afán que parecía lógico pero no era fácil, ni antes ni después de la muerte de Franco, y que, sin saberlo entonces, hicieron de esta ciudad una rareza periodística, como mínimo en España, pues la dotaron de unas secciones de información local con un músculo narrativo del que carecía, por ejemplo, Madrid.

Jaume Fabre (Barcelona, 1948), dicho esto con el máximo de los respetos, vendría a ser el subcomandante en jefe de los huertamaros, una de las palabras más singulares del argot periodístico de esta ciudad, un término que dice una cosa y la contraria, que da cobijo semántico a todos aquellos periodistas de aquella época y muchos sobrevenidos después que consideran a Huertas un faro profesional, no porque pasara por prisión por uno de sus artículos, que ya tiene su qué, sino por dónde ponía el foco de sus informaciones, como un Víctor Hugo, en los miserables los barrios de la ciudad o, dicho de otro modo, en las condiciones de vida de aquellas decenas de miles de personas que durante un par de décadas llegaron en tren desde el sur a la ciudad a bordo de (la expresión, impagable, es de Carles Sentís) el ‘transmiseriano’.

Huertamaro, lo que son las cosas, es también, en la granja de cuervos periodística, una expresión de menosprecio, una cuestión en la que no entra Fabre en el libro, pero sí que lo hace como mínimo para poner luz sobre cuándo y cómo nació esa palabra. Joan de Sagarra, adicto a poner motes a personas y situaciones, con gran ingenio, todo hay que reconocerlo, aseguró durante años que fue él la comadrona de aquella palabra, “y probablemente hasta se convenció de que así fue”, dice Fabre, pero, tras un trabajo loable de arqueología lingüística, el autor precisa que fue Joan Garcia Grau, otro reconocido periodista en aquellos tiempos, recién regresado del exilio en Uruguay, patria de los tupamaros, quien alumbró la expresión. Tiene su importancia el matiz. Sagarra lo empleaba a modo de burla.

Jaume Fabre, en la Casa Golferichs, esquina salvada de la piqueta en 1972 por el movimiento vecinal.

Jaume Fabre, en la Casa Golferichs, esquina salvada de la piqueta en 1972 por el movimiento vecinal. / RICARD CUGAT

Huertas y Fabra, lo dicho, son autores de una vasta obra de gran valor documental sobre Barcelona y sus barrios, de cómo los potentísimos movimientos vecinales  le echaron pulsos a las autoridades y a menudo lo ganaron. ¡Qué tiempos!, recuerda Fabra. Téngase en cuenta, dice, que la palabra barrio era entonces un sinónimo de suburbio. “El Eixample no se consideraba un barrio, eso era ciudad”. La cuestión es que este último libro de esa serie de obras es como una suerte de títulos de crédito al final de la película o, si se prefiere contado de otro modo, una santoral del huertamarismo, un homenaje a Josep Martí Gómez, Manuel Campo Vidal, Lluís Bassets, Maria Favà, Darío Vidal, Eliseo Bayo…, la lista es larga, medio centenar, tal vez, y que sería un gran error resumirla sin incluir como mínimo los nombres de Pepe Encinas, fotógrafo de cabecera de esa familia, y el de la irrepetible María Eugenia Ibáñez, a la que todo el mundo terminó por conocer simplemente por sus iniciales, MEI, como una versión con bolígrafo y libreta de JFK.

Como siempre lo mejor es leer el libro y no la información o crítica sobre el libro. Este viene repleto de artículos de la época, incluido el que llevó a Huertas a prisión. Y otra opción es acercarse a la presentación, programada para las 19 horas de este jueves en la Casa Golferichs, esquina modernista de la Gran Via con Viladomat. No es un lugar elegido al azar. Tiene su razón de ser. Es una excentricidad en mitad del Eixample, un distrito abonado durante décadas a la pérdida de patrimonio arquitectónico. En 1972, la constructora Núñez y Navarro compró esa esquina con sus habituales propósitos inmobiliarios. Fue la voz del movimiento vecinal, ampliada con los altavoces del huertamarismo, la que salvó aquella obra de Joan Rubió Bellver. No solo eso, el ayuntamiento  cubrió el edificio con el manto de la protección patrimonial. Fue un caso pionero. Por eso ha sido el lugar elegido por Fabre.

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