Sants-Montjuïc

Pesadilla vecinal en la calle de Piquer: 'trixies' en llamas y ratas como conejos

El incendio de baterías en un local que ejercía de cochera de bicitaxis colma la paciencia de los residentes, que también conviven con un peculiar 'mueblé' y no hace mucho tenían cerca un narcolocal

calle piquer

Incendio en la calle de Piquer. /

Carlos Márquez Daniel

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"Pues eso de ahí, además, es un 'mueblé'. Y aquel edificio lleva años abandonado. Hace un par de meses se le cayó todo el techo del patio interior y ahora está lleno de ratas grandes como conejos". El incendio de un local en la calle de Piquer, en el número 14, la noche del domingo, ha resultado ser casi lo de menos tras una mañana de charla y paseo con los vecinos. Porque en esta vía del Poble-sec de Barcelona pasan muchas cosas que no se ven ni se notan si uno no vive, o intenta vivir ahí. La noticia es que se quemó un bajo usado por conductores de 'trixie' para cargar sus baterías. Pero eso fue un mal trance efímero. Subyace una rutina enquistada, una convivencia difícil que está llevando a muchos residentes a plantearse hacer las maletas.

Estado en el que ha quedado el local que ardió la noche del domingo

Estado en el que ha quedado el local que ardió la noche del domingo / El Periódico

María es la presidenta de la comunidad de vecinos del número 14 de Piquer, finca construida en 1975 en la que está el local incendiado. Vive aquí desde hace 40 años con su marido, Juan, con el que lleva casada algo más de medio siglo. Toda un vida a los pies de Montjuïc que podría terminar pronto. "Estamos mirando pisos fuera de Barcelona; nos queremos marchar, y no somos los únicos", comparte ella. El suyo, efectivamente, no es un caso aislado. Lo confirma Sergi Gázquez, presidente de la Asociación de Vecinos del Poble-sec. Cuenta que cada vez sucede más a menudo que alguien que lleva en el Poble-sec decide hacer las maletas. "Ayer mismo, después del incendio, en los grupos de Whatsapp volvieron a salir vecinos que decían que se quieren marchar. Es como una gota malaya. Y sorprende más de la gente mayor que de los jóvenes, porque son personas muy arraigadas para las que no es fácil dar el paso".

El local que ardió el domingo es propiedad de un abogado que hace cuatro años arrendó el bajo a unos jóvenes que querían, eso le prometieron, montar un negocio de venta a granel de semillas. A no ser que las pepitas tengan ruedas y sean eléctricas, ahí jamás se ha producido esa actividad económica. Era una cochera de 'trixies', los bicitaxis para turistas que ya no podrán circular a partir de 2023. Ahí cargaban las baterías, hacían arreglos. Y, según el relato de algunos vecinos, también desguazaban motos robadas. En el momento del incendio, en el interior había dos triciclos que quedaron calcinados. La puerta metálica, por la presión del fuego, saltó por los aires y terminó en la calzada, levantada por las obras de urbanización de la calle, iniciadas el pasado agosto.

Amenaza matinal

Este lunes, a mediodía, un par de operarios se han presentado en el lugar junto a una patrulla de la Urbana y han colocado una valla provisional que han anclado a la fachada. Antes, a primera hora de la mañana, una mujer sin hogar, conocida en el barrio, se ha colado en el local con la intención de ocuparlo. Se ha metido dentro, pero finalmente la han podido sacar, no sin antes amenazar con un palo con clavos a los trabajadores de la obra municipal. Con una pequeña escalera, más tarde, ha tratado de colarse en el número 10, el edificio abandonado desde hace más una década. No ha encontrado la manera y se ha marchado hacia el parque del Mirador. "El tema de los sintecho -relata Gázquez- es el verdadero problema del barrio. No por la delincuencia, porque no hay más que otros sitios, pero sí por la sensación de inseguridad que genera un cierto malestar".

El número 10 de la calle de Piquer, tras el colapso de parte del techo

El número 10 de la calle de Piquer, tras el colapso de parte del techo / El Periódico

Esta finca, tapiada y con dos bajos sin usar desde hace al menos 12 años, estuvo habitada durante muchos años, cuenta María, por un matrimonio. "Pero se fueron y esto se fue degradando". Hasta el punto de que, hace un par de meses, parte del techo de tejas, madera y hierro colapsó. Pero no un pedacito: unos 80 metros cuadrados de cubierta se fueron al suelo, lo que generó un tremendo susto en los edificios colindantes. El lugar, explica Gázquez, se ha convertido en una colonia de palomas, y de un tiempo a esta parte, denuncia la presidenta de los vecinos del 14 de Piquer, también tienen problemas con "ratas grandes como conejos que han llegado a subir al segundo piso" de su bloque. Los roedores pasean sin problema por toda la zona interior de la manzana, donde coinciden los jardines de un hotel y una residencia de personas mayores. Del andrajoso edificio, además, ha quedado en pie la pared de la contrafachada. Un muro de unos cuatro metros de alto que también puede terminar cediendo.

Escaso margen de maniobra

El presidente de la Asociación de Vecinos del Poble-sec excusa en parte al ayuntamiento porque al tratarse de fincas privadas, el margen de maniobra es escaso. El local incendiado fue inspeccionado semanas atrás y los técnicos municipales solo encontraron deficiencias menores, insuficientes para ordenar su precinto. Obviamente, en el momento de la visita, los arrendatarios, al menos dos jóvenes, no tenían las baterías sacando chispas junto al tendido eléctrico. María ha hablado este lunes con el dueño y no se había enterado del incendio. "Dice que le engañaron, que él también es una víctima". Veremos qué decisión toma cuando vea que en su finca no hay semillas pero sí 40 metros cuadrados de chamusquina.

En el barrio, cuenta Gázquez, tienen identificados otros dos locales que se usan como cochera de 'trixies'. Con el mismo problema: tienen licencia de actividad y solo se les podría meter mano por cuestiones técnicas o sanitarias. "Si lo tienen todo en regla o tienen deficiencias que no son suficientes para echarles, no se puede hacer gran cosa si el privado no actúa", resume. La que también lo tienen todo en su mano es la mujer que desde hace unos años reside en otro de los locales del número 14 de Piquer. Según relatan los vecinos, la señora, de una cierta edad, ha convertido su propia casa en un 'mueblé' particular. La puerta blanca, lo llaman.

Fachada del número 10 de la calle de Piquer. Más de una década de abandono

Fachada del número 10 de la calle de Piquer. Más de una década de abandono / El Periódico

Hasta finales del año pasado, a esta calle del Poble-sec había que añadirle la presencia de un narcolocal, un punto de venta y consumo de drogas que generó serios problemas de convivencia en la zona. Gázquez, de hecho, vive pared con pared con el piso en cuestión y tuvo que abandonar su habitación durante seis meses y dormir en el comedor. "Generaron un problema de humedades y olores tremendo", recuerda. Ahora ya duerme en su cama porque echaron a los malos a finales de 2021. Aquello sucedió en el número 26, que hoy es un paraíso comparado con lo que soportan en el 14.

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