Urbanismo

El Espai Nur, vergel autogestionado en el Eixample, se queda como está

Vecinos y ayuntamiento, que quería aprovechar las obras de la ‘superilla’ de Consell de Cent para transformar el lugar en huertos comunitarios, pactan la permanencia del jardín, aunque el consistorio se guarda el derecho a recuperar el solar si es necesario 

Natàlia Farré

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El Espai Nur se queda como está. Punto. A los vecinos les ha costado mucho conquistar este pequeño oasis verde del Eixample Esquerra como para cambiarlo ahora. Les gusta como es y así quieren que siga. Es un pequeño pulmón verde creado, alimentado y mantenido de forma comunitaria y altruista. Autogestionado. Un vergel botánico y zoológico formado a partir de las aportaciones de los residentes de la zona: “Un señor de 96 años nos trajo una planta de su hija, fallecida, que a su vez había pertenecido a su mujer, también fallecida, para que la cuidáramos y viene cada día a verla; otro vecino donó pimientos de Perú porque le recuerdan a su país y los riega siempre que puede, y así hasta llegar a las 4.000 ejemplares”, asegura Mireille Maladry, una de las promotoras del proyecto. ¿4.000? “No los he contado, pero si no hay 4.000 hay 3.550. Hay muchísimas”. 

Punto de encuentro

Pues eso, un jardín de verdad. Y lo que es más: “un punto de encuentro”, en el que lo mismo se cuidan las plantas que las almas: “se ha tejido informalmente una red de ayuda comunitaria”, apunta Maladry. Son ejemplo de ello los miércoles, día en que un psicólogo da charlas a la gente mayor para ayudarles en sus cuitas o dudas diarias, y el apoyo que nunca se niega a los desamparados que se acercan a la parroquia cercana que ofrece comidas al mediodía. También hay música, comunicación entre vecinos y muchos niños jugando (o regando y cuidando las plantas) tras la jornada escolar. “Es un espacio hecho por y para los vecinos” sentencia Maladry. 

Superviviencia en peligro

Pero nada es eterno y el Espai Nur no tiene la continuidad asegurada. De hecho, su supervivencia peligraba con la transformación de Consell de Cent en eje verde y el inicio este verano de la construcción de la ‘superilla’. De momento, acaban de llegar a un pacto con el consistorio, propietario del terreno, y tienen garantizado un año más, como mínimo, de permanencia: “El acuerdo es renovable, pero si el ayuntamiento necesita el espacio, puede recuperarlo avisándonos con tres meses de antelación. O sea que cualquier día puede echarnos”, se lamenta Maladry. El desencuentro empezó con la intención del consistorio de recuperar el proyecto de huerto comunitario (votado por los mismos vecinos en un proceso de participación antes de la existencia del actual jardín) aprovechando las obras de la ‘superilla’. 

Espai Nur

Mireille Maladry, una de las promotoras del proyecto, junto al mural del Espai Nur sobre la película de Spike Lee 'Do the right thing' / ALVARO MONGE

Huertos comunitarios

Pero los vecinos habían cambiado de parecer: no querían cambiar su vergel. “Nosotros creemos que los huertos urbanos no funcionan porque cada uno cuida de lo suyo, ¡que no me toquen mis tomates!, y no son un lugar de encuentro. Pero el ayuntamiento insistía en que el dinero estaba reservado y lo haría sí o sí”, afirma Maladry. “Cuando vieron que no nos dejaríamos vencer y que empezábamos a movilizarnos dieron marcha atrás”, explica la promotora. A favor del consistorio hay que decir que el regidor del Eixample, Pau Gonzàlez, siempre mostró su intención de llegar a un acuerdo. De hecho, retiró el proyecto de los huertos comunitarios y ofreció mantener el jardín, pero con una condición previa: había que hacer ‘tabula rasa’ para sanear el suelo. “Querían destrozarlo todo, entrar con un 'bulldozer' y quitar todo lo hecho. Lo reconstruirían igual pero sin nuestras plantas”, se lamenta Maladry. 

Acceso garantizado

Perder lo aportado por la comunidad era algo impensable, así que se optó por no aceptar y defender lo existente. O se garantizaba la supervivencia de las plantas actuales o no se tocaba nada. Para el consistorio “se ha perdido una oportunidad para consolidar el espacio, ahora es una cesión en precario, y descontaminarlo”, afirman desde el distrito, pero la prioridad era “llegar a un acuerdo y como no se ha conseguido, se ha decidido no hacer la intervención”, sostienen las mismas fuentes. Hay que aclarar que la contaminación por metales pesados es muy baja y no afecta a la salud y menos en el caso del Espai Nur, en el que todas las plantas están en parterres o tiestos, pero el ayuntamiento tiene la política de “sanear los suelos con problemas antes de urbanizarlos”. 

Así las cosas, de momento, el Espai Nur sigue y tiene el acceso garantizado mientras duren las obras ya que el consistorio lo tratará como cualquier entrada de comunidad de vecinos. 

Pequeña historia de una esquina

La historia de este triangulo encajado en la esquina que forman las calles de Calàbria y de Consell de Cent (lado montaña y Besòs) es larga. Lleva años calificada como zona verde, pero hasta 2017 estuvo ocupado por el local L’Eterna, que ofrecía menús al mediodía y entretenimiento nocturno. Con su cierre, el solar fue ocupado por módulos prefabricados que acogieron temporalmente al Institut Viladomat. En 2019, la escuela dejó paso a un centro de menores no acompañados bautizado como Nur (luz, en árabe) que funcionó hasta septiembre de 2019, momento en el que el espacio fue ocupado por los vecinos, de la mano de la asociación Jardins d'Emma, la misma que se encarga de los huertos de Germanetes, en la calle de Viladomat. La ocupación no fue fácil pero contaron, entre otros, con la ayuda de la Fundació Fils y la jornada festiva que organizaron de la que salió el fantástico mural, Do the Right Thing (Haz lo que debas) que decora una de las paredes. El resto ha sido la consolidación de un espacio botánico y de encuentro vecinal muy valorado en el barrio.

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