En Ciutat Vella

Avanza la metamorfosis del Pou de la Figuera, una de las plazas más intensas de Barcelona

El consistorio anunció hace pocas semanas la compra de una finca reformada de 15 viviendas y dos locales a un fondo de inversión y la cesión de un solar en el enclave

En otoño empezará la reforma física del espacio, última fase de un Plan de Acción que lleva dos años tejiendo complicidades con los agentes del barrio para revitalizarlo

A1-155180716.jpg

A1-155180716.jpg / JORDI OTIX

Helena López

Helena López

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

Poco antes de las diez de la mañana del último martes de un agosto que se resiste a acabar, un hombre de mediana edad con cola y gorra se sienta en una silla plegable en un rincón de la plaza a pintar la característica higuera, una de las señas de identidad de este ya icónico lugar, igual que el huerto a escasos metros. Tras él, el solar -hoy por hoy ocupado por un discreto asentamiento- cuya cesión a la ciudad el ayuntamiento anunció hace pocas semanas; una de las novedades de una de las plazas más singulares de Barcelona por la épica de la lucha vecinal con la que cuenta en su historial, por su tamaño y por la mucha tierra y poco asfalto; pero también una de las más convulsas, donde a diario queda claro que aquello de que la ciudad es conflicto no es solo un lugar común.

Decir que en esta plaza se está invirtiendo más que nunca para que sea eso, un espacio de convivencia, es un ejercicio de honestidad, igual que decir que eso, la convivencia, ha sido durante mucho tiempo una de las asignaturas pendientes de un enclave difícil por infinidad de factores. Una plaza, además, que es una excepción tanto en el distrito como en la ciudad, ya que la mayoría de viviendas que la rodean son públicas, y donde aquello del trabajo comunitario entre los muchos agentes que viven y trabajan la plaza -del Casal de Barri a la fundación Bayt- no es solo el nuevo mantra del mundo social.

Vida en las persianas

Desde la fundación Bayt al-Thaqafa iniciaron el pasado enero el proyecto Al’Alwan -colores, en árabe-, del que este septiembre empezará la tercera edición. Una iniciativa aparentemente sencilla pero que ha tenido un gran impacto: limpiar con los chavales migrantes sin referentes familiares que frecuentan la plaza las persianas de locales comerciales y pintarlas.

El huerto comunitario de la plaza del Pou de la Figuera, en Ciutat Vella.

El huerto comunitario de la plaza del Pou de la Figuera, en Ciutat Vella. / JORDI OTIX

En solo unos meses han participado en Al'Awan 18 jóvenes, y se han implicado casi 30 comercios (otra vez la búsqueda de complicidades). Un proyecto que recuerda mucho al taller de peluquería impulsado por la misma entidad siguiendo la misma lógica: por un lado, es un taller en el que los chicos se lo pasan bien y aprenden -no, no es la fórmula mágica para resolver sus muchísimos problemas, pero pasar un buen rato junto a alguien que te escucha y se preocupa por ti siempre suma más que resta- y, por el otro, algo también importante dadas las tensiones existentes en la plaza, al realizarse en el espacio público, ayuda a ofrecer al vecindario otra imagen de los chicos.

Y el taller de pintar persianas no ha sido -ni de lejos- la única actividad de una plaza con una agenda repleta de actividades impulsadas tanto directamente desde el Plan de Acción -el plan municipal para revitalizar el lugar- como desde el Casal de Barri, uno de los agentes imprescindibles, que aglutina mucho de lo bueno que aquí pasa. Organiza, por ejemplo, el ciclo 'Cinema a la plaça', que se reactiva el próximo día 7 en colaboración con la Caixa d'Eines -otro de los agradables refugios de la plaza-, con el documental 'Gregal, un viento que sigue soplando', otro referente de la Barcelona rebelde.

Fachada del edificio de la calle de Jaume Giralt que ha comprado el ayuntamiento.

Fachada del edificio de la calle de Jaume Giralt que ha comprado el ayuntamiento. / JORDI OTIX

En paralelo a la cesión del citado solar en la calle de Montanyans -a un lado de la plaza- a principios de este mes el consistorio anunció la aprobación de la compra de un edificio de 15 viviendas en la calle de Jaume Giralt -al otro lado, junto a la Caixa d'Eines-, otra buena noticia. Se trataba de una finca que había sido muy conflictiva y que llevaba tiempo vacía después de que un fondo buitre la comprara y reformara. Además de los 15 pisos para entrar a vivir, el edificio -por el que el consistorio ha pagado 3,5 millones- tiene dos bajos comerciales, que pasarán a formar parte del programa de bajos de protección oficial, que quiere también ayudar a dinamizar la plaza, cuya reforma -en el mismo marco del Plan de Acción- está prevista para antes de finalizar el 2022.

Daniel Pardo es la persona que pasa más horas entre las estanterías de la Caixa d'Eines, espacio en el corazón de la plaza, lugar que habita a diario, no solo desde su puesto de trabajo sino también desde el Casal de barri (espacio desde el que se organizan, también, experiencias tan bonitas como la escuelita de circo Encircant). Sobre la inminente reforma física de la plaza -que empezó hace unos meses, con la instalación de pequeñas mesas con tableros de ajedrez- Pardo destaca como positivo que se mantengan los bancos largos -excepción en una ciudad en la que el llamado urbanismo preventivo es norma-, aunque lamenta que sean de dura piedra en vez de madera por una cuestión de mantenimiento.

Adiós al reinado del balón

En cuanto a los cambios en la pista de fútbol, hoy en día la reina indiscutible de la plaza, Pardo valora que la nueva sea algo más pequeña, dadas las dinámicas que favorece el fútbol. Es obvio que la plaza es un espacio inminentemente masculinizado y que el reinado de la pista de fútbol tiene bastante que ver con ello.

Àlex Garcia es un vecino -y nieto- de la plaza con un discurso muy crítico. Tiene 29 años y hace cuatro que vive aquí, en el que era el piso de su abuela, "por la imposibilidad de la gente joven del barrio para emanciparse de otro modo", subraya el joven, convencido de que "los problemas del barrio no se resuelven solo con una intervención en el espacio público". "Hay aspectos mucho más profundos. El Forat es un lugar caliente de las identificaciones por perfil étnico por parte de la Policía nacional, y eso genera problemas cada dos por tres", denuncia, aunque reconoce que esa no es competencia municipal.

En cuanto a las reformas, valora la mejora de la iluminación y la disminución del campo de fútbol, pero echa en falta que no haya un espacio de memoria histórica. "Esto se ganó después de muchas luchas", recuerda con orgullo, pese a que él las vivió de niño.

Suscríbete para seguir leyendo