Obra gafada
El nuevo proyecto para la vieja sede de Telefónica en Barcelona pone a prueba la paciencia del vecindario
Tras la venta del enorme edificio a otros fondos de inversión, las obras han vuelto por enésima vez con el reto de convertirlo en un complejo de oficinas, bajo la incrédula mirada de los residentes hartos de ruidos y polvo
Patricia Castán
Periodista
Periodista en El Periódico de Catalunya desde 1996. Ha ejercido de redactora y jefa de sección en Gran Barcelona. Especializada en los ámbitos de economía local, comercio, turismo, vivienda, ocio, gastronomía y tendencias urbanas.
Patricia Castán
Hay que hablar alto para que tu interlocutor te escuche si estás cerca de la vieja sede de Telefónica, en la avenida de Roma con Calàbria, Viladomat y Mallorca. No es la primera vez que pasa, ya que los intentos de rehabilitación del edificio Estel para darle una nueva vida suman ya 11 años en vano. Pero los vecinos y comerciantes de la zona cruzan los dedos para que esta vez sea la última, con la paciencia al límite y la desconfianza instalada en el barrio. "Esta vez dicen que va en serio, que en el 2024 serán oficinas", resume un vecino. Tras el anuncio de compra por parte de los fondos Bain Capital Credit y FREO, el pasado diciembre, los martillos y ruidos de las piquetas regresaron hace unos pocos meses y por delante queda una faraónica obra.
El grupo FREO exhibe en su portal la imagen virtual de lo que será un edificio de "la más alta sostenibilidad". Destaca la ubicación del inmueble y su conectividad, como marco perfecto para desarrollar 47.000 metros cuadrados de oficinas. Y añade que habrá también espacios de venta al por menor y restauración. "Además, las instalaciones del arrendatario en el edificio incluirán un auditorio, salas de juntas, gimnasio, salas deportivas y de entretenimiento", agrega. Por último el bloque ofrecerá "dos terrazas en la azotea, con vistas espectaculares a los monumentos más famosos de la ciudad, así como a las montañas cercanas y al mar". Los responsables de ambas compañías destacan la "oportunidad espectacular" que supuso la compra como "activo de oficinas de primera categoría en tamaño, que se dirija a los requisitos de los arrendatarios e inversores en un mundo poscoronavirus".
Un escenario pospandemia muy distinto al de 2005, cuando el Ayuntamiento de Barcelona y Telefónica acordaron la recalificación del inmueble (que permitió su venta por 220 millones) a cambio de futuros equipamientos sin un calendario claro. Pero nada salió bien desde entonces. Cuando la empresa de telefonía se mudó al Fòrum comenzó un rosario de despropósitos y proyectos fracasados para su antigua sede.
Carrera de obstáculos
Empezando por los planes de construcción de un hotel que era incompatible con la nueva normativa barcelonesa, luego fueron 421 viviendas de lujo que no se ajustaban a la licencia y así diversos intentos que por distintas causas (financieras, urbanísticas...) derivaron por el camino en el derribo de las paredes para dejar el edificio en los huesos estructurales, abriendo un espacio interior. Pero nadie quiso echarlo abajo porque supondría perder volumen edificable, y renunciar a las 14 plantas actuales. Ahora, el ayuntamiento explica que en junio solicitaron una licencia para construir oficinas.
Con ese panorama, Marisa no se fía de que el desenlace sea definitivo. Vive en Mallorca 61 y ha sufrido todo el culebrón inmobiliario. Más aún el portero de la finca, que relata que este julio se abordaron unos derribos ensordecedores que cubrieron de polvo blanco a todos los edificios del entorno, colándose también en los interiores. "No me lo creo, con la crisis que se avecina seguro que esto acaba mal", tercia Luis M., en Viladomat. Y así, el escepticismo cunde en la zona, ante la dimensión de la construcción.
Fina, tras la barra del bar La Vall Fosca, al otro lado de la acera, recuerda que la marcha de Telefónica y sus más de 2.000 empleados fue un mazazo para todos los negocios del barrio. Ellos pasaron de cerrar los festivos y sábados por la tarde a abrir a diario para compensar la pérdida de facturación. Su terraza ha sufrido como pocas las fluctuaciones de excavadoras y derribos. Desconfía, pero espera un final feliz que vuelva a llevar de trabajadores los negocios.
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