Regulación fallida

Las tiendas de suvenirs proliferan en Ciutat Vella pese a la limitación del Ayuntamiento de Barcelona

Los artículos para el turista protagonizan muchas de las aperturas de comercios que cerraron por la pandemia, sin que la ambigua normativa pueda impedirlo

La calle de Comtal, donde han eclosionado las tiendas de recuerdos en apenas unos meses.

La calle de Comtal, donde han eclosionado las tiendas de recuerdos en apenas unos meses. / RICARD CUGAT

Patricia Castán

Barcelona
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Si alguien lleva tiempo sin ir de compras por la ruta comercial del Gòtic, se quedará descolocado en cuanto pise algunas de sus calles más icónicas. Han desaparecido tiendas históricas, establecimientos de moda e innumerables zapaterías, pero lo más preocupante es que la mayoría de los relevos que se están dando desde hace meses avanzan sin que nada lo impida hacia el monocultivo turístico. No solo porque se trate de una oferta con nulo interés para atraer al público local, sino porque en muchos casos se trata tiendas de suvenirs o recuerdos, cuyas nuevas aperturas están explícitamente prohibidas en todo el distrito de Ciutat Vella. El plan especial de ordenación para este tipo de establecimientos, endurecido en 2018, se ha convertido en un coladero que no impide su proliferación y que alcanza niveles bochornosos en calles como Comtal, a un paso de la plaza de Catalunya.

Donde había una zapatería en la calle de Cucurulla, que enlaza con Portal de l'Àngel, ahora hay suvenirs.

Donde había una zapatería en la calle de Cucurulla, que enlaza con Portal de l'Àngel, ahora hay suvenirs. / RICARD CUGAT

Los esfuerzos realizados desde hace 15 años por los sucesivos equipos de gobierno para poner coto a esta actividad no logran frenar la creciente oferta, que se ampara en una normativa ambigua y de difícil control, pese a las inspecciones que realiza el ayuntamiento. De hecho, la Asociación de Negocios Turísticos de Catalunya se queja de que tras la grave crisis que sufrió el sector por la pandemia están sufriendo lo que ellos creen una persecución que se traducirá en multas, aunque muchas veces por incumplimiento de las normas referentes al paisaje urbano (no se pueden colocar artículos ni en la fachada ni en los laterales del acceso a la tienda, como hacen muchos).

Pero más allá de acatar o no los aspectos formales en caso de establecimientos consolidados (ejercían la actividad antes de su prohibición), el problema esencial es que la oferta sigue aumentando pese al plan que impide toda apertura de tiendas especializadas en recuerdos en Ciutat Vella, en el entorno de la Sagrada Família, del mercado de Sant Antoni, del Park Güell, del Camp Nou, de la Casa Vicens en Gràcia y en perímetros de edificios monumentales catalogados de nivel A. Una regulación que sí permite despachar suvenirs si representan menos del 20% de la oferta en establecimientos cuya venta principal sea otra tipología (por ejemplo, artículos de viajes, bolsos, bisutería, textil...). Esas piezas para el turista deben agruparse solo a un lado, no ser visibles desde la calle y estar debidamente identificadas. Con dicho paraguas, en la práctica se están abriendo tiendas que obtienen la licencia con otro epígrafe y, a veces con disimulo, y a otras muchas de forma manifiesta, enfocan el negocio claramente hacia los recuerdos.

Ceniceros y sombreros

Por si fuera poco, la definición que aporta el plan especial sobre estos artículos es un cajón de sastre. Alude a "los establecimientos especializados en la venta al por menor y distribución de productos destinados a usos de regalo, recuerdo, adorno o reclamo, conocidos como artículos de suvenirs, así como las artesanías y productos tradicionales susceptibles de ser adquiridos como recuerdo típico. Se incluyen, entre otros, artículos textiles, como camisetas, gorras, sombreros; artículos de casa, como tazas, ceniceros; artículos deportivos; así como los productos típicos, bisutería y marroquinería".

La gama de piezas que se consideran recuerdos parece incompatible con buena parte de la nueva oferta que se ve desde hace meses en el Gòtic, cuando tras el cierre masivo de tiendas por falta de turistas durante la crisis sanitaria todo el interés inversor parece enfocado más que nunca al viajero. Un ejemplo paradigmático es la bicenteneria Camiseria Xancó en la Rambla, que tras estar cerrada largo tiempo, ha reabierto para despachar artesanía tipo recuerdo. No obstante, el transitado eje no ha encajado nuevas tiendas de suvenires tradicionales (camisetas, imanes, vestidos de flamenca, tazas, etc...), afirman desde Amics de la Rambla, acaso porque su oferta al respecto ya era excesiva.

La tienda emblemática Xancó vende ahora cerámica y abanicos, en la Rambla.

La tienda emblemática Xancó vende ahora cerámica y abanicos, en la Rambla. / RICARD CUGAT

Sin embargo, los artículos turísticos se despliegan ya en Portaferrissa (las viejas galerías Maldà son un ejemplo), en Cucurulla y otras calles, encabezadas por la de Comtal, donde la extinción del comercio tradicional los últimos años ha dado paso a la friolera de siete tiendas de recuerdos y unas cuantas (cerámicas, piezas de madera y corcho, complementos...) de marcado carácter turístico.

La asociación Barna Centre, que aglutina a buena parte del comercio del Gòtic, se siente impotente ante esta deriva. Estima que en los últimos tiempos se han abierto unas 40 tiendas centradas en los suvenirs en su territorio, y muchas más en el distrito. "Ya hay calles en Ciutat Vella, prácticamente monopolizadas por establecimientos turísticos que no dan servicio ni al público local ni al turista", lamenta Teresa Llordés, su presidenta. "Han proliferado descontroladamente en los tres últimos años, a pesar de la parada pandémica y de la restricción de licencias comerciales turísticas. Si la Administración no tiene herramientas para frenar este fenómeno y las inspecciones son insuficientes, se deben aplicar cambios normativos y jurídicos que seguramente necesitarán acuerdos entre diferentes instancias administrativas", continúa, convencida de que "hay que recuperar un modelo de comercio que dé servicio al barrio y al visitante, ya sea local o turista."

Fuentes del distrito detallan que a principios de verano se hizo una primera revisión de los nuevos establecimientos comerciales en Ciutat Vella abiertos tras finalizar las restricciones por pandemia, y "se comprobó que habría unos 16 locales que incumplen las condiciones" (en alusión a la regulación sobre suvenirs). Los expedientes "siguen abiertos y, cuando se resuelvan, implicarán la retirada del material o bien, si no lo hacen, una sanción económica", añaden. Pero la patronal de la zona se queja de que los controles son muy laxos, a años luz de la presión que vive la restauración.

Llordés agrega que "la imagen de degradación comercial del centro impacta en toda la ciudadanía, pero también lo hace el aumento de los precios de alquileres y de los costes de los servicios públicos, o el conflicto vecinal ante el modelo comercial y de ciudad que representa un centro de ciudad monopolizado por la especulación". Alude así a los precios de los alquileres en muchas de esas calles, inasumibles para emprendedores locales que apuesten por la diversidad comercial o la calidad, y que acaban propiciando la entrada en escena de inversores foráneos que muchas veces tienen varios establecimientos turísticos.

Medidas insuficientes

El ayuntamiento defiende que trabaja para revertir el monocultivo, con iniciativas como la compra de locales en planta baja para destinarlo a proyectos económicos de personas o entidades, con un presupuesto de seis millones en algunos puntos de Ciutat Vella. Pero en Barna Centre replican que prácticamente no tendrá repercusión en el Gòtic.

El presidente de la mencionada Asociación de Negocios Turísticos, Alok Lahad, en cambio, afirma que las inspecciones son continuas en el Gòtic y el entorno de la Sagrada Família y el Park Güell y cree "arbitrarios" los criterios sobre los artículos. "¿Un abanico es un suvenir? ¿De qué equipos de fútbol se considera que una camiseta sea un suvenir? ¿Cuándo la artesanía lo es?", pregunta. "Nos ponen multas de 1.000 a 3.000 euros", critica. Cree que el de Barcelona (donde calcula que hay unas 200 tiendas especializadas y autorizadas de recuerdos) es un caso único y reivindica que exista un epígrafe de la actividad económica como tal.

El mal momento de la icónica Portaferrissa

Durante muchos meses la calle de Ferran se erigió en el símbolo de la crisis comercial del Gòtic por la pandemia. Con decenas de tiendas cerradas por falta de turistas y unos alquileres vertiginosos, se ponía de manifiesto la fragilidad y falta de arraigo de su oferta. Su recuperación está siendo lenta, pero en estos momentos resulta mucho más llamativa aún la situación de la calle de Portaferrissa, todo un símbolo de las compras en el centro de la ciudad, sumida en una profunda depresión. Esta semana se contabilizaban 17 establecimientos cerrados, en traspaso o alquiler. Han desaparecido zapaterías históricas, grandes marcas, el Mercadillo... Pese a la marabunta de transeúntes que la cruzan desde o hacia la Rambla, parece no encontrar su identidad, sin apenas establecimientos distintivos, de interés o de calidad, en un momento en que la venta online está llevando a las multinacionales a replantear sus ubicaciones y tamaños.

Isidre Estévez, especialista en Retail en la zona de la firma Engel&Völkers, señala que en Portaferrissa la mayoría de propietarios son fondos de inversión que pueden permitirse no alquilar de momento y se resisten a bajar precios. La zona despierta interés, pero abundan los alquileres de 8.000 a 12.000 euros por tiendas de 80 a 100 metros cuadrados que solo están dispuestos a pagar operadores enfocados al turismo. Y hay propietarios que rechazan ese enfoque.

En este sentido, el Portal de l'Àngel hiperconcentra todo el repertorio de Inditex (con próxima apertura de un Lefties) y reproduce la oferta que se pueda encontrar en cualquier centro comercial de cualquier ciudad.

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