Volver tras la pandemia
"Hemos conseguido sacar el negocio adelante y tener un pequeño colchón"
Los 9,2 millones de euros con los que el ayuntamiento ha subvencionado en el último año a negocios y actividades locales afectados por la crisis sanitaria han alentado el regreso a la normalidad con finales felices
Patricia Castán
Periodista
Periodista en El Periódico de Catalunya desde 1996. Ha ejercido de redactora y jefa de sección en Gran Barcelona. Especializada en los ámbitos de economía local, comercio, turismo, vivienda, ocio, gastronomía y tendencias urbanas.
Patricia Castán
El supermercado Food Coop BCN no es como los demás. Abrió a principios de este año como súper cooperativo pionero en Barcelona, donde todos sus socios-as (500 hasta ahora) pueden comprar esencialmente productos agroecológicos y de proximidad. Ese sueño de un consumo sostenible, no lucrativo, que apunta directo a la “transformación social” se gestó unos años antes, pero finalmente tuvo un parto algo más fácil gracias a una subvención municipal para reflotar o propiciar la actividad económica en la ciudad tras los duros tiempos de pandemia. “Nos permitió hacer más cosas y tener un cojín”, relatan.
Con Barcelona a reventar de viajeros cuesta recordar el panorama de hace un año, con cientos de negocios cerrados o recién reabiertos, o miedo a emprender ante un panorama incierto. Tras los estragos del covid en la actividad económica, se abrieron diversas ayudas a golpe de euros. El ayuntamiento anunció entonces una nueva partida del plan ReActivem con ocho millones que acabaron siendo 9,2, para relanzar comercios, restaurantes, ocio nocturno, servicios y alojamiento turístico, tras la parálisis. En este tiempo se han reescrito 217 historias de supervivencia económica de empresarios y emprendedores, pequeños y no tan pequeños, y también de entidades que desarrollan actividad productiva.
Rosa Rovira, socia de Food Coop BCN e integrante de su círculo de comunicación relata que su proyecto, asambleario y en plena expansión (los socios aportan una pequeña cuota y luego tres horas de trabajo al mes en el establecimiento para ajustar al máximo los costes) no solo facilita la alimentación sana (entre otros productos) y responsable, sino que ha resucitado el olvidado pasaje Aragó, al ocupar el espacio de una vieja planchistería. Con el dinero obtenido han podido irrumpir con más equipamiento y mejores instalaciones.
Efecto multiplicador
El primer teniente de alcalde de Economía, Trabajo, Competitividad y Hacienda, Jaume Collboni, recuerda que la partida completa de reactivación de la ciudad fue de 87 millones, en muy diversos sectores, pero que esta convocatoria concreta no solo apuntaba a los ámbitos “más afectados” por la crisis del covid-19, sino a generar “un efecto multiplicador para la pequeña economía”.
Y es que con las con las ayudas “se beneficiaban los negocios solicitantes pero también quienes hacían los proyectos, los ejecutaban o suministraban los materiales”. Por otro lado, la inyección de esos 9,2 millones de euros también ha supuesto “hacer los negocios de la ciudad más sostenibles y eficientes energéticamente, uno de los principales retos actuales”.
Previamente, esas actividades habían recibido pequeñas ayudas directas, pero solo para amortiguar gastos forzados por la pandemia (sistemas de ventilación, mamparas, ordenadores…), hasta un total de cuatro millones para 2.700 beneficiados.
La nueva partida del pasado verano disparó las candidaturas hasta más de 800, detalla el gerente de este ámbito, Albert Dalmau. Esta vez el propósito era la reactivación de quienes volvían a empezar tras una bajada de persiana, y estaban dispuestos a aportar también sus propios recursos. Las actuaciones amparadas con subvenciones eran de acondicionamiento y reformas para mejorar la seguridad y la accesibilidad; adquisición de maquinaria y elementos relacionados con la mejora de la producción, servicio, digitalización o distribución; o realización de mejoras en materia de sostenibilidad y reciclaje. O sea, para volver a la actividad con mejores herramientas que antes de la crisis sanitaria.
Jordi Grau vio en el anuncio “el empujón que faltaba” para atreverse a abordar la reforma integral de Hortaclic, la tienda de electrodomésticos que hace más de medio siglo abrió su padre y que ahora está integrada en la cadena Mielectro. "Era el momento", después de que en pandemia recuperasen clientes de barrio, sobre todo por su oferta en informática. “Lo hemos podido hacer todo, suelos, paredes, persianas, escaparates…”, rememora. Tuvo que pedir un crédito (la ayuda llega tras culminar el proceso), pero su atadura con el banco será ahora de dos o tres años “en lugar de ocho o diez” y con mucha menos presión a la espalda.
La nueva fase la aborda con confianza, sabiendo que pese a la competencia de internet y grandes cadenas, la proximidad, “la atención al cliente, la confianza y estar ahí si hay problemas” son valores al alza, relata el también presidente del eje Cor d’Horta.
Con este paraguas se han subvencionado hasta el 50% de las inversiones para proyectos de cierta importancia que tuvieran un coste total de más de 20.000 euros. La dotación municipal era de hasta 100.000, pero la ayuda media alcanzó los 42.338 euros.
Restauración a la cabeza
Detalla Dalmau que un 42% de los proyectos bonificados han sido establecimientos de restauración; un 24%, para comercios; un 18%, servicios; un 10%, alojamientos turísticos y economía del visitante, y otro 5%, para ocio nocturno.
Entre los restaurantes figuran casos como el de Triki-Trac, en la calle de Numància (Sants-Montjuïc), que el emprendedor Diego Álvarez impulsó en 2018, cansado de trabajar para otros, con una oferta de cocina sencilla de influencia peruana. “Cuando llevaba un año sin apenas librar y empezaba a levantar cabeza llegó el covid”, añade. Sobrevivir a la pandemia fue un ejercicio de voluntad, en que el dueño y jefe de cocina se multiplicó: “He tenido que hacer de todo muchos meses. Barres, friegas, montas la terraza…”, relata.
De la experiencia, constató que para volver a la carga debería mejorar algunos elementos del negocio que había aprovechado del traspaso, pero tocaba renovar. Ya había encarrilado las mejoras cuando se abrieron las ayudas. “Ha sido un respiro, saber que puedes llegar a fin de mes teniendo un pequeño colchón”, detalla, en plena recuperación y con un equipo ahora de 12 personas.
Por zonas, el Eixample copó el 34% de los proyectos, seguido por un 18% en Ciutat Vella, un 12% en Sarrià-Sant Gervasi, un 7% en Horta-Guinardó y en Sant Martí y así hasta alcanzar todo el territorio.
Y en cuanto a tamaño, cabe destacar que la mayoría (59%) ha sido para las inversiones más reducidas (con ayudas entre 10.000 y 40.000 euros), mientras que un 21% de ha destinado a las medias (recibieron entre 40.000 y 70.000) y el resto fueron grandes (hasta 100.000). Todos han pasado un proceso de memoria de proyecto, detalles técnicos, presupuestos y posteriores auditorías, controlado por una comisión con representantes de distintos ámbitos del ayuntamiento.
En algunos casos ha alentado la economía social y solidaria, como sucede con la Fundació Els Tres Turons, que trabaja en la inserción profesional, de soporte a la vida independiente y al ocio inclusivo de personas con transtornos de salud mental, con un total de 87 trabajadores. Alfons Santos, su director, detalla que la inyección les ha permitido mejorar y ganar instalaciones, como un nuevo club social, con una deuda mucho menor de la prevista. A la par, han resucitado espacios que llevaban tiempo vacíos y dinamizado una zona antes sin actividad.
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