Modelo de ciudad
De Michael Jordan a Rosalía: los 30 años de anillo olímpico en Barcelona
Son días de explotar la nostalgia por el recuerdo de los Juegos, pero también de valorar que, amén de recuperar las playas y abrir las rondas, 1992 dejó un legado de equipamientos en Montjuïc que hoy gozan de buena salud
Carlos Márquez Daniel
Periodista
Periodista especializado en Barcelona. En 'El Periódico' desde principios de siglo. Los últimos 15 años, dedicados a la información local: movilidad, urbanismo, infraestructuras, política municipal, barrios, área metropolitana y medio ambiente. Colaborador habitual en los programas de televisión 'Planta Baixa' (TV3) y 'Bàsics' (Betevé).
Carlos Márquez Daniel
Que el Estadi Olímpic Lluís Companys esté cerrado el día del trigésimo aniversario de la inauguración de los Juegos del 92 tiene lecturas para todos los gustos. Primero, la de los nostálgicos. Estos dirán que es ruin, que no puede ser que el símbolo de la Barcelona mundial y 'nostrada' no abra las puertas para que la ciudadanía evoque aquella explosión de emociones, con Antonio Rebollo lanzando una flecha en llamas que una patrulla de la Guardia Urbana esperaba cazar al otro lado del muro para que nadie resultara atravesado por el fuego de Olimpia. Pero hay otro punto de vista; más práctico y con visión de futuro. Que el recinto no tenga tiempo para melancolías significa o que está abandonado e impracticable o que tiene la cabeza en otras cosas, como el montaje del concierto de Iron Maiden, banda británica que en el 92 llevaba 17 años en los escenarios y que el viernes aterriza con su gira 'Legacy of the beast tour', que tuvo que ser cancelada por el covid en 2020. El anillo olímpico sigue muy vivo, y si hace 30 años tuvo a Michael Jordan, ahora saca pecho con Rosalía.
No hace falta irse a Moscú 1980 para jugar a las odiosas comparaciones. Basta con viajar a 2016, a los Juegos de Río de Janeiro, para comprobar que la política de prosperar a base de grandes acontecimientos es una oportunidad de doble filo. Tras una inversión de casi 5.000 millones de dólares en instalaciones, la ciudad brasileña contemplaba, menos de un año después, cómo edificios y piscinas, estadios y palacios, se venían abajo víctimas del saqueo y el abandono. Sucedió lo mismo con Atlanta'96 o con Atenas'04. También los de Pekín de 2008 dejaron un páramo de cemento y vegetación tras un gasto de 40.000 millones de dólares. No todo fue ni es perfecto en el caso de Barcelona, pero qué duda cabe de que aquello nos devolvió el mar y nos abrió las rondas, y de que nos legó un anillo olímpico de Montjuïc que sigue activo, con casi 5.000 eventos en estos 30 años, y con buenas previsiones de cara al futuro.
Turismo solo un poco
Lunes, 11 de la mañana. Los turistas han vuelto en volquete a Barcelona pero Montjuïc no está en el top 10 de lugares imprescindibles. Como si esto fuera el límite de la ciudad, como si al otro lado no existieran los barrios de la Marina de Port y del Prat Vermell. Quizás frene el imponente cementerio, los muertos con mejores vistas de Europa; o la presencia del puerto y su incómodo Morrot. O la barrera física que supone Fira de Barcelona, como si las torres Venecianas y la avenida de la Reina Maria Cristina fueran el portal hacia ninguna parte, a no ser que uno vaya al milagroso centro de vacunación de Rius i Taulet.
Por la avenida del Estadi suben un par de mujeres de esas que andan deprisa y moviendo los brazos. Gorra, botellín de agua y una toalla pequeña de manos colgando del bolsillo. Muy profesionales. Son vecinas de Hostafrancs y habituales de la montaña. Carmen y Mariángeles. "Esto no está nunca lleno, a no ser que haya un concierto de los gordos". "Este fin de semana vino Rosalía, mi sobrina fue el sábado". "Es un poco difícil llegar y más allá de los edificios, no hay tiendas o bares para tomar algo". "Está bonito, pero podría estar más limpio". Es cierto que no es un lugar del todo cómodo para que el forastero pase una mañana entera. Dicen que más allá, en el Museo Olímpic, han puesto un Cobi gigante. Caramba, cierto, sí que es grande: un hinchable del perro de Mariscal de unos cinco o seis metros de alto. ¿Y Petra...?
Por ahí anda José Manuel, que en 1992 fue uno de los 44.767 voluntarios (13.540, en el caso de los Paralímpicos) que hicieron posible los Juegos. Qué tiempos, cuando andaban por la calle con el uniforme y la gente les saludaba, como si fueran un pedacito de Pasqual Maragall. Este lunes, como ha hecho todos los 25 de julio desde entonces, se ha calzado la equipación olímpica. Lo primero, y tiene mérito, es que todavía le cabe. La camiseta ya no es del todo blanca y los pantalones son de un azul distinto al original, pero ahí está este hombre, feliz con su orgulloso 'Barcelona 92' en la espalda, y con un día muy ocupado, porque tiene un evento en el Museu Olímpic y otro en las Picornell o en INEFC, no lo tiene muy claro.
Una vela más
Cuenta que cada año, un grupo de voluntarios se reúnen en las escaleras exteriores del Estadi Olímpic, las que quedan justo debajo de pebetero. "Al principio éramos 50 o 60, pero hoy creo que seremos una decena; muchos se han cansado o se han muerto". Una voluntaria trae cada año un pastel al que van añadiendo velas. Soplarán, recordarán anécdotas, se tomarán algo y se marcharán a casa; se quitarán la ropa de los Juegos y volverán a guardarla. Hasta el año que viene, el 31º cumpleaños del que ya nadie se acordará.
Según cifras de BSM, la empresa municipal encargada de la gestión del anillo olímpico, en estos 30 años, el estadio, el Palau Sant Jordi (con su pequeño Sant Jordi Club) y la explanada olímpica han organizado 4.812 eventos que han ocupado 7.656 días (de un total de 10.955). En estos acontecimientos deportivos, sociales, culturales o familiares han participado más de 44 millones de personas. Por aquí han pasado Bruce Springsteen, los Rolling Stones, Elton John, Bruno Mars, U2, Metallica, Madonna, Coldplay, AC/DC o The Police. Pero también los míticos Barcelona Dragons, el RCD Espanyol, la Festa dels Súpers, la selección catalana de fútbol, los XGames, el Monster Jam o la tradicional Cursa de El Corte Inglés. Y el Cirque du Soleil, Disney on Ice, el World Padel Tour, el Mundial de Trial, el casting de 'Operación Triunfo'. el Mundial de Atletismo o los World Roller Games. De todo.
Un buen 2023
La pandemia cogió al anillo olímpico en pleno subidón. Tras superar el millón de personas en 127 eventos en 2018 y casi un millón en 2019 con 122 acontecimientos, 2020 y 2021 han sido año para olvidar por razones obvias. En este 2022 de la recuperación se esperan 102 actos con unos 542.000 participantes. Para 2023, BSM augura un ejercicio de bandera con 160 propuestas que deberían traer a Montjuïc a cerca de 1,5 millones de personas. Para el año que viene ya están confirmados los conciertos de Bruce Springsteen (Estadi Olímpic, 28 i 30 de abril), Justin Bieber (25 de enero, Sant Jordi) o Elton John (23 y 24 de mayo, Sant Jordi).
Y a todo esto hay que sumarle que, como ya hiciera el Espanyol durante 12 años hasta 2009, el Barça jugará en el Lluís Companys la temporada 23-24 mientras el club remodela el Camp Nou. El coste de la operación, entre 15 y 20 millones, parte de ellos, en concepto de alquiler, para las arcas de BSM, empresa con 1.800 empleados que gestiona otros bienes públicos, como el zoo, el Bicing, el parque de atracciones del Tibidabo, la grúa municipal, los cementerios o el parque Güell.
En un año normal, sin pandemia y sin sobresaltos, el anillo olímpico (el Sant Jordi multiplica por cinco el aforo cosechado en el estadio) está ocupado una media de 325 días al año con unos 160 actos, sobre todo vinculados a la música (49) y al deporte (51), pero también a las propuestas familiares (14) o a los usos sociales (48). Y con un total de un millón de participantes, de los que casi la mitad corresponden a los conciertos. El millón y medio previsto para 2023 con ese mismo número de eventos (160) se explica por el volumen de la contratación, es decir, que se trata de acontecimientos masivos, algunos de los cuales todavía no pueden desvelarse.
Buen aspecto
A pesar de los dichosos 'tags' de los supuestos grafiteros, mucho menos presentes que en el resto de la ciudad, la explanada olímpica presenta buen aspecto. Si sumamos la plaza de Europa (la de Barcelona, la de L'Hospitalet se intuye ahí al fondo, con sus edificios tan reconocibles) tenemos ante nosotros cerca de 53.000 metros cuadrados, cinco hectáreas, con zonas de hierba, bancos en la sombra, fuentes ornamentales, vistas espectaculares.
Un espacio abierto y prácticamente sin actividad humana en una de las ciudades europeas con menos verde por habitante. Es quizás el principal defecto de Montjuïc, que está lleno de virtudes pero no ha conseguido, a pesar del buen recuerdo olímpico, generar una auténtica vida de barrio. Esa antorcha todavía está por llegar.
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