Entrevista

Vicente Guallart, arquitecto y urbanista: "Si Cerdà estuviera vivo estaría proyectando la Catalunya del futuro"

Director de Guallart Architect, fundador del IAAC (Institut d’Arquitectura Avançada de Catalunya) y arquitecto jefe de del ayuntamiento entre 2011 y 2015, firma el que será el edificio más alto de madera de Barcelona, además de productor de energía y alimentos y autosuficiente, y defiende que la ciudad del futuro pasa por la renaturalización y la reindustrialización

Vicente Guallart, arquitecto y urbanista

Vicente Guallart, arquitecto y urbanista / Elisenda Pons

Natàlia Farré

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¿Barcelona está en un momento de cambio? Desde la primera revolución industrial, cada 50 años hay un nuevo modelo de ciudad porque hay grandes cambios, por ejemplo, en 1919, cuando se fundó la Bauhaus, fue un momento de cambio total: se empezó a utilizar el hormigón, se desarrollaron los automóviles, las autopistas... Luego, en los 70, con la crisis del petróleo y el mayo del 68, se quiso matar el movimiento moderno y se empezó a mirar hacia los centros urbanos. Quien mejor representó este modelo en el mundo fue Barcelona, primero con la Escola de Barcelona, Oriol Bohigas, Manuel Solà-Morales... Luego los JJOO permitieron hacer en siete años lo que en otras ciudades se tardó 25 o 30, y se hizo muy bien. Ahora estamos en otro momento de cambio, de un cambio sistémico de los que deben transformar totalmente la ciudad, relacionado por un lado con la emergencia climática, que es el gran reto de la humanidad; y por otro, con las desigualdades sociales que se están produciendo en la sociedad de la información. Y esto está ligado a la pérdida de biodiversidad y a las migraciones. Todo esto debe de llevar a un nuevo modelo de ciudad.     

¿Cómo debe ser este nuevo modelo? Hemos de renaturalizar las ciudades, sacar el asfalto y llevar la naturaleza al centro. Hemos de reducir de manera drástica la movilidad privada, esta es una gran cuestión de la que mucha gente está en contra; la otra cuestión es la reindustrialización, deberíamos volver a llevar la industria al centro de las ciudades, una industria limpia que utilice las tecnologías de la información. Por lo tanto volver a producir en los barrios, y esto incluye energía y alimentos. Son los barrios productivos de velocidad lenta, lo que en París le han llamado la ciudad de los 15 minutos, una ciudad que tiene muchas ciudades dentro y que cada barrio, además de tener equipamientos, tiene también lugares de trabajo. El gran error del siglo XX fue segregar las funciones de la ciudad y tener los lugares de trabajo en un lado y las viviendas en otro. Por eso las ciudades están colapsadas por el tráfico, porque mucha gente se mueve durante todo el día. 

"La gran discusión alrededor de las ‘superilles’ no es tanto si pacificamos unas calles, si no por qué no hacemos las inversiones que hacen falta para tener una movilidad metropolitana como tienen las grandes ciudades"

¿Cómo se lleva esto a la práctica en una ciudad ya construida como Barcelona? Barcelona tiene el 80% de sus cubiertas planas ¿por qué no utilizamos los terrados para producir energía y para producir alimentos? Ante el peligro de la guerra, hay gente que piensa que nos tenemos que rearmar, y lo que hay que hacer es empezar a producir kilovatios y tomates. La idea de producir energía y bienes básicos es muy importante porque si dependemos de una escala global, si nos cierra el grifo del gas de Argelia o los rusos se enfadan, colapsamos. Y debemos desarrollar un modelo de ciudad distribuida, con la idea de llevar puestos de trabajo e industria ligera en las zonas donde solo hay vivienda, como Nou Barris, y vivienda a las zonas donde solo hay industria, como en la Zona Franca. Hemos de empezar a preparar una ciudad que sea más productiva, ecológica y resiliente. 

¿Y qué hacemos con los coches? Dentro de 30 años la movilidad privada no existirá, vamos hacia un mundo en el cual compartir recursos es mucho más eficiente. Hemos de movernos menos, hemos de tener sistemas de transporte compartidos y hemos de tener infraestructuras adecuadas para la movilidad metropolitana y regional. La gran discusión alrededor de las ‘superilles’ no es tanto si pacificamos unas calles y les ponemos naturaleza, que estoy totalmente a favor, si no por qué no hacemos las inversiones que hacen falta para tener una movilidad metropolitana como tienen las grandes ciudades. Esta es la cuestión. 

¿Nos falta escala? Tenemos un ecologismo que viene de los movimientos de resistencia de los años 70 y 80, que ha trabajado siempre con posibilismos. Algunos piensan que a partir de pequeñas inversiones y buena voluntad cambiaremos totalmente las ciudades y no es así. Hemos de hacer grandes inversiones para producir mucha energía, para eliminar mucha movilidad y tener un aire más respirable. Esto no se hace solo con buena voluntad, necesitamos un ecologismo más productivo e inversor, no un ecologismo a la defensiva, reactivo y que acusa al resto de no ser ecologista. 

"La complicidad entre la gente progresista y el partenariado público y privado es lo que creó el modelo Barcelona, y la ciudad ha perdido este espíritu de cooperación, que tendríamos que volver a recuperar"

¿Barcelona va por el buen camino? Falta estrategia. En Barcelona ahora mismo la sociedad está muy dividida, no tenemos un proyecto común. No discutimos las grandes cosas. Hemos pensado que las actuaciones tácticas eran la estrategia y esto nos hacer perder la foto final. Si todo el mundo habla de lo que pasa frente a su casa, es imposible diseñar una ciudad porque una ciudad requiere grandes inversiones y grandes proyectos y muchas actuaciones pequeñas, por supuesto, pero si no discutimos las grandes ideas y los grandes retos, no resolveremos el futuro. La complicidad entre la política progresista [Pasqual Maragall] y el partenariado público y privado es lo que creó el modelo Barcelona, y la ciudad ha perdido este espíritu de cooperación, que tendríamos que volver a recuperar. Discutimos todo el día sobre chicharros, lanzan un chicharro y tenemos dos años de polémica a su alrededor. Los Juegos Olímpicos del Pirineo eran un chicharro, el Hermitage, otro chicharro. Es como discutir sobre si ponemos un McDonalds en la Diagonal o no. Y esto no es lo importante, lo importante son otras cuestiones mucho más estructurales o estratégicas: cómo producir energía en la ciudad, cómo volver traer industria, cómo ayudar a los emprendedores a crear industria local, cómo reformar el Besòs. Del Besòs llevamos hablando ocho años y no ha salido ningún dibujo ni ninguna propuesta transformadora estructural. 

¿El Besòs es la gran reforma pendiente?  Básicamente porque Barcelona siempre ha sido una ciudad de mar, y nunca de ríos. El Besòs y el Llobregat son el futuro de Barcelona. El Besòs porque tiene mucha gente y poco urbanismo, y un gran potencial para hacer del Besòs un río urbano europeo. Igual que el Llobregat. La relación entre la ciudad y Collserola es otro tema pendiente y cada día más con la cuestión de los incendios y la gestión forestal. 

¿El urbanismo del futuro debe ser un arma para luchar contra los grandes incendios? Absolutamente. La biociudad y la economía circular tienen una tercera derivada: la simbiosis entre la ciudad y el campo. La bioeconomía apuesta por no olvidar los recursos que tenemos en el entorno. Por ejemplo, de la madera de los bosques cercanos gestionados de una manera sostenible podemos producir las estructuras de los nuevos edificios y con las fibras vegetales podemos hacer material textil. La idea es volver a utilizar los recursos de la naturaleza y utilizar materiales renovables. Lo que vemos ahora es que si abandonamos el campo con esta visión de que si no es ciudad, no es importante, el campo se quema, hay despoblamiento, hay desequilibrios... Las zonas forestales abandonadas tienen una riqueza que pueden ayudar a definir una nueva forma de la economía, tenemos que dirigir la inversión para crear valor en el territorio. En Catalunya tenemos un 65% de superficie forestal y en realidad no hay ningún discurso estructural que conecte la economía rural con la economía de la ciudad. Siempre se ha pensado que lo rural y la ciudad eran dos mundos opuestos y ahora con este nuevo mundo vemos que todo se tiene que diseñar de manera conjunta. Si Cerdà estuviera vivo estaría proyectando la Catalunya del futuro. 

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