La Barcelona que no duerme

Ruido en Gràcia: más de 80 decibelios dentro de casa de madrugada

El vecino que grababa a un local de Torrent de l’Olla apaga la cámara y mide el sonido nocturno, que no le deja dormir

Exterior del bar El Otro, en Torrent de l'Olla, esquina con Travessera de Gràcia, el pasado sábado por la noche.

Exterior del bar El Otro, en Torrent de l'Olla, esquina con Travessera de Gràcia, el pasado sábado por la noche. / Álvaro Monge

Toni Sust

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El vecino que grabó durante meses la acera en la que se concentran los clientes de un bar que está en la esquina de Torrent de l’Olla con Travessera de Gràcia sigue sin poder dormir. El hombre, que prefiere reservar su identidad, fue noticia semanas atrás cuando se supo que había colocado una cámara fija enfocada a la acera que está delante del bar El Otro, abierto en 2005 y situado a unos metros de su balcón.

Esa acumulación la que le impide conciliar el sueño: “Me está generando un problema serio cada noche, porque no puedo dormir”. Hasta ahora, su cámara enfocaba esa acera y cada 72 horas se destruían las imágenes, con la excepción de las que guardaba como prueba para potenciales iniciativas futuras, incluidas las judiciales.

El dueño del bar subraya que no incumple la ley y que los clientes hacen ruido en la calle en todo el mundo

Un nuevo aparato

El vecino ha cambiado de estrategia. Recibió una visita de los Mossos d’Esquadra, que vinieron a advertirle de que su grabación podría acarrearle problemas legales, porque no estaba clara que la cobertura con la que contaba, un permiso de la Guardia Urbana para hacer un reportaje, le blindara.

El caso es que el hombre desconectó la cámara y ahora ha echado mano de otra forma de documentar la molestia. Se compró un medidor de ruido digital de la marca UNI-T mini Bluetooth UT353BT con rango de lector de ruido 30-130 dBA, según lo define una página de internet donde se puede adquirir. Cuesta 32 euros con la batería incluida.

Con el aparato mide el ruido que se registra en su domicilio y según los datos que aporta en su cuenta de Twitter, los niveles exceden los 80 decibelios en sus madrugadas insomnes. Según el ayuntamiento, que precisa que los valores permitidos varían según la zona, en la de Torrent de l’Olla con Travessera de Gràcia, el umbral máximo legal de ruido está entre 60 y 70 decibelios de 7.00 a 23.00 y de 50 a 60 decibelios de 23.00 a 7.00.

No homologado

Sé que este sonómetro no está homologado. Entiendo que sus datos no equivalen a una sonometría hecha por el ayuntamiento”, afirma el vecino, que agrega: “Toda la gente en el barrio hace grabaciones con el móvil. Yo seguiré denunciando lo que pasa con el móvil. Las mediciones dentro del piso son una forma de tener documentado el problema que tengo”.

Cuenta el residente en el edificio de Torrent de l’Olla que es muy frecuente que no logre dormir hasta las cinco de la mañana. La media de ruido, según los datos de su medidor, no baja de 65 decibelios. Los picos pasan de los 80. Ahora, con el horario veraniego, agrega, el bar cierra cerca de las 3.00 y los fines de semana, a las 3.30. “No cierra ningún día”, lamenta.

Él tiene que estar en su trabajo a las 7.00. Por lo que, prosigue con su relato, sale de casa agotado, y entre orines, y de vez en cuando alguna rata que mordisquea restos de comida en una plaza cercana, coge su coche para dirigirse a su puesto de trabajo. “Ayer no fui capaz de dormir”, contaba el pasado martes. Para la verbena de Sant Joan decidió irse a dormir al domicilio de un conocido, lejos de su casa.

El dueño del bar

La verdad es que Simone Pesaresi, el dueño del bar, no está menos enfadado que su vecino. “Desde que se ha dedicado a amargarme la vida tengo la visita de la Guardia Urbana dos o tres veces por noche. Tengo una carpeta llena de actas de inspecciones. No incumplo ninguna ley. Tengo un montón de multas acumuladas gracias a ese vecino”.

Pesaresi insiste en que no puede gobernar a la gente cuando está en la calle. “La gente sale de mi bar y de todos los bares. Barcelona no es ninguna excepción. Pasa en todas las calles del mundo. La gente viene al bar a alegrarse la vida. Y cuando sale está alegre”.

Los Mossos

Dice que ha dejado de dar vasos de plásticos para que la gente no salga con la bebida. Y explica que el origen de la visita de los Mossos al vecino fue una denuncia suya ante la policía autonómica: “Yo en mi bar para disponer de una cámara de videovigilancia tengo que tener una placa amarilla que dice quién es el titular de esta grabación. Mi abogado me dijo que nadie, aparte de la policía, puede colocar una cámara que te ubique en un día y hora. Por eso hablé con los mossos”.

“No me parece justo que nos vengan a visitar solo a nosotros. La ciudad sin ley en toda Barcelona pero a mi bar vinieron tres patrullas el otro día. Cuando 25 metros más abajo, en otro bar, toda la gente estaba sentada en la acera”, afirma Pesaresi, que asegura que en las plazas se ve a gente con bebidas en la calle continuamente.

“¿Se ha molestado alguna vez en intentar dialogar conmigo? ¿No hubiese sido más fácil llegar a un acuerdo?”, se pregunta el dueño del bar. Además, le recomienda que grabe otras esquinas para comprobar que lo pasa en la suya no es exclusivo.

El vecino, por su parte, sostiene que no aprecia en el local esfuerzos para minimizar la molestia. Porque, cuenta, una vez la gente se ha ido, a veces ya a las cuatro de la mañana, cuando el silencio regresa, queda una última condena: “Un empleado del bar lo abandona a las cinco de la mañana y al cerrar llega el último pico del ruido”.

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