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Cuando 'todo' pasaba en Tuset: la calle de la 'gauche divine', la 'nova cançó'... y Lola Flores

A mediados de los 60, la calle se convirtió en el epicentro de la modernidad y en laboratorio de un nueva sociedad de consumo. Por allí circularon modelos, músicos, intelectuales y políticos. Una agitación social y cultural que efervesció en la denominada ‘Tuset Street’.

LA MUSA DE LA ‘GAUCHE DIVINE’ La modelo Teresa Gimpera fue imagen de una época. Aquí, posa ante una foto de Oriol Maspons.

LA MUSA DE LA ‘GAUCHE DIVINE’ La modelo Teresa Gimpera fue imagen de una época. Aquí, posa ante una foto de Oriol Maspons. / Álvaro Monge

Ignasi Fortuny

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Hubo un tiempo en el que una calle de 300 metros era un hervidero. La vida social, cultural e intelectual de Barcelona confluyeron en Tuset, la pequeña arteria que va de la avenida Diagonal hasta la Travessera de Gràcia y que hoy es el feudo del ocio nocturno del Upper Diagonal. Era mediados de los años 60 y, de manera más o menos espontánea (seguro que algún empresario con buen ojo lo vio a venir y se apuntó a hacer caja), se juntaron en un mismo lugar empresas dedicadas a la publicidad, la moda, el ocio y la reunión que se llenaron de personajes ilustres. Sitios entonces denominados 'chic' que, en vocabulario actual, podrían llamarse 'cool' (cada época tiene sus expresiones lapidarias). 

Tuset era el epicentro de la modernidad y de una nueva sociedad de consumo, y también punto de encuentro de la gauche divine, el movimiento cultural barcelonés creado por políticos, intelectuales y gente que sabía divertirse. En ese contexto –publicidad, famoseo, intelectualidad...– la modelo Teresa Gimpera se convirtió en musa de todos ellos, retratada por la cámara de Leopoldo Pomés en innumerables ocasiones. Como Gimpera, muchas otras modelos salían de las agencias y se quedaban tomando algo. De ahí viene que Tuset estaba «lleno de gente guapa» (la discoteca Bocaccio, en Muntaner, era otro de los imanes de la crema social).

Pero el mito también nace de algunos locales que fueron más allá, como el memorable La Cova del Drac (con Ermengol Passola como agitador cultural), refugio y punto de encuentro indispensable para Els Setze Jutges y los miembros de la Nova Cançó. Con conciertos y espectáculos de cabaret diarios, se convirtió en un enclave crucial para la música en catalán en su primera época de apogeo. Por allí circularon Guillermina Motta, Guillem d’Efak, Quico Pi de la Serra, Núria Feliu, Tete Montoliu y Josep Maria Espinàs, que hacía de presentador de los espectáculos. 

Otro lugar señalado era el Pub Tuset, despacho copa en mano de escritores como Manuel Vázquez Montalbán y Terenci Moix o el ilustrador Jaume Perich. Y más abajo, al inicio de la calle, dentro del pasaje Arcàdia la mismísima Lola Flores estableció su lugar de culto en Barcelona en el Stork Club –Àngel Casas apunta que la Faraona tenía amistad con la dueña del local–. Durante esos años el periodista se paseaba por allí hablando con unos y con otros y escribía crónicas culturales sobre lo que sucedía –«a veces tampoco había mucho tema»– en el semanario 'Tele/Estel' bajo el prestado epígrafe Tuset Street. «Hablaba de moda, discos, diseño... Lo que menos había era cotilleo», apunta Casas, ya retirado de la vida pública.

El sótano de la cafetería Drac Drug-Store, en el número 30, amplificó la Nova Cançó y el mejor jazz.

El sótano de la cafetería Drac Drug-Store, en el número 30, amplificó la Nova Cançó y el mejor jazz. / ARCHIVO

Porque sí, el bullicio llevó a que la calle tuviera una especie de identidad propia y la rebautizaran como 'Tuset Street', en clara alusión e inspiración en Carnaby Street (Londres). Hay mucha leyenda sobre quién puso el nombre a ese hervidero social y cultural. Guillem Celada, historiador del diseño que ha dedicado mucho tiempo a remover la memoria de la calle Tuset, considera que hay indicios fundados de que el 'branded' fue cosa del fotógrafo Oriol Maspons, que llegó a hacer camisetas de Tuset Street. 

La calle también fue una cita turística obligada para los visitantes extranjeros. De hecho, todo aquello acabó inspirando una película titulada –adivinen–… 'Tuset Street' (1968), dirigida por Jordi Grau y Lluís Marquina y protagonizada por Sara Montiel y Patrick Bauchau. Por esa misma vía también deambulaban cineastas de la rebelde Escola de Barcelona.

Todo empezó con unas tijeras

Pero, ¿quién empezó a disparar el movimiento? Casas lo tiene claro: «El auténtico creador del fenómeno de Tuset fue el peluquero Pascual Iranzo, el primero que plantó tienda ahí». Iranzo cortó el pelo a todos los políticos de la época y al entonces rey Juan Carlos I. Casas recuerda que también él puso su melena a disposición de sus tijeras prodigiosas. Si Iranzo se instaló donde nacía la calle (el establecimiento aún sigue ahí), arriba del todo señoreaba el restaurante Reno, templo de las comilonas de la alta burguesía y el poder político. 

El historiador del diseño Guillem Celada desliza la idea que quizá se "magnificó" el relato de esos años

El polo de atracción de la calle Tuset se fue intensificando y –en palabras del periodista– «cada tienda que se instalaba ahí era una aportación a la dinámica cultural». Un ejemplo de eso fue la boutique de moda parisina Renoma, que vendía un estilismo innovador para la época (la minifalda, por ejemplo). Incluso se llegó a organizar un desfile en la misma calle. Y un ejemplo más: allí se instaló una tienda de pósters, algo insólito entonces. 

El historiador del diseño Guillem Celada cree que el éxito de la arteria en los 60 y principios de los 70 reside precisamente en «la construcción de un eje comercial con unas pretensiones inexistentes en Barcelona hasta el momento». «El relato se ha ido construyendo a través de una nueva forma de consumo que confluía en un mismo espacio», añade.

No hay un motivo aparente para que esa magia se rompiera. Al menos, no lo encuentra Àngel Casas. Pero esos años acabaron. Celada, que ultima una tesis doctoral sobre Tuset Street, desliza la idea de que quizá se «magnificó» todo aquello. Rebuscando en la memoria, Casas apunta a que quizá tuviera que ver el horario del Drugstore (tan solo cerraba una hora al día para limpiar), donde uno podía acudir a por lo que fuera para continuar con el jaleo. Pero solo quizá. La leyenda no tiene un final claro.

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