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Mujeres sin hogar en Barcelona: historias de supervivencia marcadas por la invisibilización y la violencia

La fotoperiodista Claudia Frontino muestra en la biblioteca Vapor Vell las múltiples caras del sinhogarismo femenino, fenómeno que va mucho más allá del estereotipo

Trabajadoras internas, mujeres recién salidas de cárcel u obligadas a okupar como única vía de acceso a la vivienda: ejemplos de un problema estructural

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A1-149694127.JPG / ALVARO MONGE

Helena López

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La verdad que desprende el abrazo entre Claudia y Johana lo resume casi todo. La lona de Johana fue de las últimas que la fotógrafa cerró, por suerte. Finalmente la protagonista de la fotografía, irreconocible en el retrato, en el que se muestra solo su mano sosteniendo la de una persona mayor sobre las características aceras de Barcelona, quiso aparecer con su nombre real. Estaba feliz y empoderada tras la ratificación hace apenas unos días en el Congreso del convenio de la Organización Internacional del Trabajo (OIT) que promueve la igualdad de trato entre las trabajadoras domésticas y el resto, algo que esta mujer valiente explicó emocionada ante el público que este martes por la tarde se había reunido en la biblioteca Vapor Vell de Sants para la inauguración de ‘Dones sense llar. Històries de supervivència’, de la fotoperiodista Claudia Frontino, ganadora del Premi Montserrat Roig.

Estas ocho grandes fotografías –la de Johana y otras siete- y sus historias son una síntesis del trabajo de Frontino durante dos años, tiempo que la periodista ha dedicado a investigar para entender y retratar el sinhogarismo femenino en Barcelona mucho más allá de las estadísticas. Las historias de vida que hay detrás de cada una de estas mujeres y de tantas otras y, sobre todo, las causas de un problema, no se cansa de subrayar, estructural.

El empeño de la periodista era hacer visible lo invisible, muchas veces, más que invisible, invisibilizado. Situaciones como era en el momento de la fotografía la de Johana, trabajadora interna que a ojos de la inmensa mayoría de la población no es una persona sin hogar porque no duerme en un banco sobre cartones, pero que no tiene un hogar, ya que vive y trabaja bajo el mismo techo, bajo la espada de Damocles que significa que perder el trabajo significa también perder el techo, como se vio con crueldad durante la pandemia.

Objetivo: romper prejuicios

O mujeres como Ana María, también presente en la inauguración, miembro del Sindicat d’Habitatge de Gràcia –cuya camiseta verde luce con orgullo en la imagen- que muestra otra cara de esta realidad oculta: las mujeres obligadas a okupar ya que el sistema las excluye de cualquier otra forma de acceso a la vivienda. “Esta foto era muy importante para mí porque ayuda también a romper prejuicios sobre la okupación”, señaló la fotógrafa durante la visita guiada a la muestra, que pretende acabar con la invisibilización, pero también con la culpabilización con la que se suele mirar a estas mujeres, supervivientes, como las define la fotógrafa.

Anna Maria y Nora, dos de las protagonistas de la exposición, hasta el 18 de septiembre en la biblioteca Vapor Vell.

Anna Maria y Nora, dos de las protagonistas de la exposición, hasta el 18 de septiembre en la biblioteca Vapor Vell. / ALVARO MONGE

Mujeres con y sin documentación. Mujeres jóvenes y mujeres mayores. “Quería evidenciar que es algo que nos puede pasar a todas. Las mujeres que duermen en la calle, un centenar según las últimas cifras, son solo la punta del iceberg”, reflexiona Frontino.

Falta de vivienda pública

Otro de los testimonios es una mujer recién salida de la cárcel o una que finalmente aceptó un piso de una entidad tras 10 años en la calle. “Tras el sinhogarismo femenino hay muchos otros problemas, de la ley de extranjería a la falta de vivienda pública”, recuerda.

La fotoperiodista durante la visita guiada a la exposición, este martes 14 de junio en Barcelona.

La fotoperiodista durante la visita guiada a la exposición, este martes 14 de junio en Barcelona. / ALVARO MONGE

Las mujeres soportan situaciones muy límite antes de acabar en la calle, pueden verse obligadas a prostituirse a cambio de un techo, aguantar relaciones tóxicas para no acabar en la calle… Pero es que la calle es extremadamente dura para las mujeres. Tanto que algunas llegan a adoptar apariencia masculina para pasar desapercibidas. Por eso, cuando una mujer llega a la calle lleva ya una mochila cargadísima de historias de violencias”, apunta Elena Sala, responsable del programa Dones amb Llar de la entidad ASSÍS en la mesa de debate que precedió a la inauguración de la exposición, que puede visitarse en la tercera planta de la biblioteca Vapor Vell hasta el 18 de setiembre, y después estará en Horta (Can Mariner, del 20 de septiembre al 1 de noviembre), en la biblioteca Fort Pienc (del 3 de noviembre al 1 de diciembre) y la biblioteca Nou Barris (del 3 de diciembre al 13 de enero).

“Una de las cosas que me impactó durante la investigación es que hay muchas mujeres que no identifican como violencias situaciones que son violencia”, confesaba Frontino, arropada por una sala llena.

Una de las imágenes más impactantes de la exposición y que muestra precisamente esa invisibilización contra la que este trabajo lucha, es la de Julia, una mujer que, en el momento de las entrevistas, dormía en un trastero. Hasta llegar allí, Julia había dormido mucho tiempo en el Maremàgnum, “donde había techo y espacio”, señala el pequeño texto que acompaña su fotografía. 

Cierra la exposición el retrato de Juana, quien, como Julia, también durmió durante bastante tiempo en el Maremàgnum, lugar que percibía como seguro. La ausencia de esta mujer, hoy residente en La Llavor, el primer centro residencial específico para mujeres de Barcelona, hace especialmente feliz a Frontino. “No ha podido venir porque ha encontrado trabajo”, explicaba contenta.

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