CONVIVIR CON EL RUIDO

La Barceloneta: sobrevivir entre terrazas, gritos, orines y 'bicitaxis'

"Nos rompen el sueño a diario; al final te levantas y ya no sabes ni dónde estás. Esta situación te afecta en todo, en el carácter, en la salud", relata Nuri Escurriol, una vecina de la avenida de Joan de Borbó

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A1-149383085.jpg / ZOWY VOETEN

Helena López

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El verano pasado la situación llegó a tal extremo que organizaron guardias vecinales en balcones y ventanas. “Si una noche podíamos parar 50 meadas, pues se agradecía al día siguiente a la hora de salir de casa para ir a trabajar”, explica Nuri Escurriol, hija de la Barceloneta y vecina desde hace 30 años de la avenida de Joan Borbó, otrora la zona alta del barrio y hoy zona cero del desmadre fruto del modelo turístico. Las guardias de las que habla eran vecinos que se coordinaban para pasar las noches en vela tirando cubos de agua al turista pasado de vueltas que se le ocurriera orinar en -no pocas veces incluso dentro de- su portería. “Logramos parar robos y agresiones de todo tipo, pero este año lo tenemos que hablar porque somos menos, se han marchado vecinos, y hay que ver si tenemos fuerza”, prosigue esta mujer valiente que lleva desde el 2014 manifestándose por un barrio en el que poder vivir.

“Además de todo lo que sufrimos, tenemos el problema de que la gente está cansada de ver que luchamos mucho y conseguimos poco, además de los que se van porque no aguantan más, algo que no pasa por mi cabeza”, prosigue Escurriol, quien confiesa que hoy “está un poco zombi”. “Esta noche ha pasado un grupo grande, me ha despertado, roto el sueño, y ya me he desvelado. Al cabo de un rato, he conseguido dormirme otra vez y ha pasado otro. Al final te levantas y ya no sabes ni dónde estás. Esta situación te afecta en todo, en el carácter, en la salud. Hay gente que tiene que tomar pastillas para dormir", relata, algo que cuentan en otros enclaves de la ciudad con situaciones muy similares (una concentración de licencias de actividades relacionadas con el ocio nocturno o el turismo incompatible con la salud mental).

Nuri, en el balcón de su casa, en la bulliciosa y ruidosa avenida de Joan de Borbó.

Nuri, en el balcón de su casa, en la bulliciosa y ruidosa avenida de Joan de Borbó. / ZOWY VOETEN

Tras toda su vida en el barrio, Nuri ve la situación especialmente dura desde el año pasado, con la eclosión de botellones tras el fin del toque de queda, al que se sumó el incremento de las terrazas. Desde Semana Santa la temporada alta no ha parado. Tenemos ruido todas las noches. Toda la noche. Cuando cierran la terraza, el drama empieza por detrás, cuando empiezan a fregar la cocina, a sacar la basura…, y después te pasa el bicitaxi con la música a todo volumen", explica la mujer, quien no recuerda cuánto tiempo hace que no descansa una noche seguida. "Es constante, de lunes a domingo. De lunes a miércoles, algo menos, pero ruido hay. Las terrazas ponen música y la gente tiene que hablar por encima de la música. Es un horror. Mis vecinos tuvieron gemelos y se fueron”, insiste. 

El infierno de los bicitaxis

Los bicitaxis son una de las cosas que llevan peor este año. "Si el año pasado eran 100, este son 400; se han multiplicado. Y van con música a tope, los viajeros también van cantando y te insultan si les dices algo…”, cuenta Nuri, quien acostumbra a decirles algo porque no es de callarse ante las injusticias.

Muy alto en el ránking de situaciones incompatibles con el sueño por mucho cristal doble que tengas, están las despedidas de solteros y los grupos de turistas que van en bicicleta. “Tenemos de todo. Todo el día y toda la noche. Hay días que digo, cierro la tele y escucho lo que pasa. Vamos malviviendo, pero no nos queremos marchar”, remata la mujer, quien añade que la pesadilla de los pisos turísticos legales e ilegales también continúa. “Cuando tú denuncias un piso ilegal viene el inspector y si no puede entrar, que es difícil que pueda porque no le abren, no lo puedes demostrar”, concluye.

A la obligada pregunta sobre si confían en los planes del ayuntamiento, su respuesta es no. "No queríamos llegar a lo mismo del año pasado y ya estamos igual o peor", remata.

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