Las urbes del mañana

La Barcelona utópica, verde e inundada de los arquitectos contemporáneos

La Fundació Enric Miralles expone dibujos sobre posibles futuros de la capital catalana. Juli Capella es uno de los invitados y ha imaginado huertos en el paseo de Gràcia, pero también hay un Eixample flotante o una Ronda Litoral navegable. Y un hilo conductor común: la renaturalización de la ciudad y el respeto a Cerdà

expo arquitectos

expo arquitectos / Ferran Nadeu

Carlos Márquez Daniel

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El urbanismo, como la movilidad, ha alcanzado inquietantes niveles futbolísticos. A favor o en contra, blanco o negro, te gusta o no te gusta. Madrid o Barça. En los últimos tiempos se ha generado un enconado debate entre hinchadas ciudadanas, empresariales, comerciales y políticas del que los profesionales de la cosa, los diseñadores del espacio público, no pueden ni deben quedar al margen. Porque suyo es el lápiz que, entre tanto aquelarre, dibujará la ciudad del futuro. En Barcelona se ha llevado a cabo un interesante experimento en la Fundació Enric Miralles. Se ha invitado a una cuarentena de arquitectos a imaginar cómo serán las urbes del mañana. No hablaron entre ellos; no se pusieron de acuerdo. Lo que han enviado y puede verse en este fantástico local del Gòtic es un ejercicio de renaturalización de las calles, de los edificios, del Eixample de Cerdà. Hay mucha utopía y ciencia ficción, si quieren, pero las obras coinciden en que la crisis climática y la supervivencia están por encima de cualquier consideración estética o ideológica. Uno de los que expone, con huertos en paseo de Gràcia, es Juli Capella, que tiene a bien visitar y comentar la exposición con EL PERIÓDICO.

Juli Capella, junto a algunos de los dibujos de la exposición que pueden contemplarse en la Fundació Enric Miralles

Juli Capella, junto a algunos de los dibujos de la exposición que pueden contemplarse en la Fundació Enric Miralles / Ferran Nadeu

Barcos navegando por la Ronda Litoral, un Eixample flotante con el festival Sónar en la Sagrada Família, calles inundadas por la crecida del Mediterráneo, interiores de manzana con una vegetación rebosante, edificios que producen su propia energía, tierras urbanas de cultivo. Nadie hace suyo el viejo modelo urbanístico que explotó a partir de los años 50 en Estados Unidos y que se expandió por todo el mundo bajo el pretexto del progreso, cuando el coche era sinónimo de prosperidad, de sueño americano, y las ciudades empezaron a asfaltar, a levantar viales, a abrir autopistas urbanas. A abrazar todo lo que tuviera que ver con la industria del automóvil.

Autos voladores

Aquí, en la Fundació Enric Miralles solo hay un dibujo con automóviles. Es obra de Point Supreme Architects, un despacho fundado en Roterdam en 2008 que hoy tiene su sede en Atenas. Suya es la propuesta de dar cumplimiento a lo que Ildefons Cerdà tenía previsto para los patios de los edificios, hoy privatizados, menos el medio centenar que ya han sido abiertos al público. Añaden seis coche a su dibujo, y además, aunque parecen modelos contemporáneos, son voladores. En el resto no hay automóviles, pero sí barcos, ballenas, submarinistas y personas. Muchas personas.

El único dibujo con coches (voladores); con los interiores de manzana verdes, tal y como quería Gaudí. Pero aquí, a lo bestia. Obra de Point Supreme Architects

El único dibujo con coches (voladores); con los interiores de manzana verdes, tal y como quería Gaudí. Pero aquí, a lo bestia. Obra de Point Supreme Architects / Ferran Nadeu

Juli Capella (Barcelona, 1960) celebra que los urbanistas y arquitectos hayan aprendido a beber de otras disciplinas. Se explica: "Hacía falta un choque entre toda esa generación de arquitectos egocéntricos y obsesivamente convencidos de que la ciudad se diseña a golpe de lápiz desde un despacho y un nuevo modelo de idear la ciudad pensando en la gente, en cómo se mueven, qué aire respiran, qué hacen, dónde les gusta ir". Es decir, se ha pasado de la proyección tipo Juan Palomo a buscar muchas visiones distintas para no dejar ninguna variable fuera de la ecuación urbana. Saliendo a la calle, eso seguro, y escuchando a la gente, sin duda también, pero sobre todo teniendo en cuenta la visión multiplicadora que ofrece la amplia paleta de profesiones que intervienen en la configuración del espacio público.

Del Mandarin al frutero

Bigas Luna le dijo un día a Capella que en el futuro habría huertos en el paseo de Gràcia. "Aquí habrá tomates en lugar de coches", le aseguró. El cineasta vivía plácidamente en Tarragona, sin los agobios de la gran capital. Cuando a Juli le propusieron participar en la exposición, que lleva por nombre '99+imaginaris, les Barcelones del futur', recordó aquel momento y convirtió la arteria comercial en un enorme jardín vegetal. Ni rastro de las tiendas de bolsos, relojes y joyas. De hecho, un colmado con su producto fresco ocupa el espacio del Hotel Mandarin. Pero eso sí, al otro lado de la calle, quizás porque ya son muchos años -se inauguró en 1943-, pueden verse las letras de Loewe. De existir todavía, puesto que Capella es un apasionado del diseño, seguro que habría incluido algún guiño a la añorada Vinçon, desaparecida el 30 de junio de 2015. Su propuesta suma también zonas de juegos infantiles. Y en lo alto de la farola modernista que diseñó Pere Falqués no hay un murciélago, sino una un homenaje a la paloma de la paz de Pablo Picasso.

Huertos en el paseo de Gràcia, la utopia, o no, expuesta por Juli Capella

Huertos en el paseo de Gràcia, la utopia, o no, expuesta por Juli Capella / Ferran Nadeu

Lo que se discute aquí, o lo que se dibuja, tiene mucho que ver con lo que suele denominarse 'el modelo de ciudad', que es la manera corta y elegante de definir qué demonios queremos que sea, y cómo, nuestra ciudad en el futuro, con lo que implica eso respecto a la ciudadanía, el comercio, el tejido económico, el turismo, la movilidad, el urbanismo... Capella no entiende por qué tanta cabezonería en buscar un solo modelo de cuidad. "¡Tienen que haber muchos!", exclama. O sea, no es una buena idea, prosigue, "señalar Barcelona como una marca, como si fuera ganado". "Eso es muy antipático, la ciudad no es una propiedad mercantil. El concepto de 'marca Barcelona' reduce y limita las posibilidades de la ciudad. Y además, ¿quién pone esa marca? ¿El ayuntamiento? No tiene sentido llevar una cosa que tiene que ver con la economía a un elemento orgánico como es la ciudad". Es decir, Barcelona debe huir de un 'copyright' que la estigmatice, que la encasille, que la obligue a ser de una determinada manera.

Tengo un Gehry

A todo ello ayuda que los nuevos arquitectos no tengan el volumen de trabajo de las generaciones anteriores. Parece contradictorio, pero el hecho de "no construir como locos", sostiene Capella, les ha permitido ser "más críticos y reflexionar más". Antes, relata, salías de la facultad y te ponías a levantar edificios o plazas como si no hubiera un mañana". "Casi éramos más constructores que arquitectos". Ahora hay más formación continuada y, sobre todo, más contactos, más diálogo. Y, seguramente, menos ganas de pasar a la posteridad. Esos años no tan lejanos, por ejemplo, en los que las ciudades de bandera debían tener un Gehry, un Foster, un Nouvell, un Hadid o un Calatrava.

La Ronda Litoral navegable y una playa que se funda con el verde, una idea de Josep Bohigas

La Ronda Litoral navegable y una playa que se funda con el verde, una idea de Josep Bohigas / Ferran Nadeu

Ahora, reseña nuestro anfitrión, si algún sello se quiere dejar, la cosa tiene más que ver con lo horizontal que con lo vertical. Más con los usos que con los aplausos. Más con lo sostenible que con lo espectacular. Todo el mundo quiere más verde. Y sí, por supuesto, los arquitectos mantienen ese aspecto desenfadado, arreglado pero informal. Estupendo. Va con la profesión. Pero al aurea cultureta le han añadido una pátina de compromiso social que, cierto, también lo tenían profesionales como Oriol Bohigas, pero ahora, a la vista de lo expuesto en la Fundació Enric Miralles, la visión sostenible es una constante mucho más global.

Hotel Vela, ahora sí

Caterina Miralles Tagliabue, arquitecta como su padre y como su madre, recibe a los visitantes con un precioso castellano que sabe a italiano. Suyo, y de Jack Isles, es el diseño de esta exposición de la que destaca la voluntad colectiva de "renaturalizar la ciudad". "Ha ganado el verde, claramente". Es posible que el deseo de espacio público tenga que ver con la pandemia, señala. También le llama la atención que nadie haya derribado el plan Cerdà. Incluso el despacho Nábito Architects, el que coloca el Sónar en el templo de Gaudí, respeta las manzanas octogonales a pesar de ponerlas flotando en el aire, sostenidas por enormes columnas que, cómo no, están hundidas en un mar que se ha comido el Eixample pero no el sueño del genial urbanista. En este mismo dibujo, por cierto, también aparece el Hotel W, que aquí, porque está medio sumergido, sí es el Hotel Vela.

La exposición, comisariada por Eva Franch y Josep María Montaner para el festival Model de Arquitecturas de Barcelona, puede visitarse hasta el 22 de junio, día en el que está prevista una subasta de todos los dibujos. Colgarán en paredes de residencias particulares. Y quién sabe, algún día, sus nuevos propietarios podrán decir que tenían un ángel anunciador colgado de su pared.