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La Casa de les Sabatilles: otra tienda emblemática de Barcelona que baja la persiana

La tienda del Gòtic, catalogada y una de las pocas que quedan de su género, ha perdido la lucha de dos décadas contra un gran tenedor y deberá bajar la persiana antes del 4 de julio, fecha para su desahucio

La Casa de les sabatilles

La Casa de les sabatilles / Joan Cortadellas

Natàlia Farré

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La tienda funciona. Lo dice su propietario, Joan Carles Iglesias, y lo confirman los hechos. Martes, once de la mañana, y el timbre de la puerta no para de sonar. Los clientes entran y salen sin parar. De aquí y de allí, porque los turistas también compran alpargatas. ‘Unas como estas en rojo del 38 y medio’, suelta una mujer en inglés y con aspecto nórdico. ‘No hay medidos números’, le contesta Iglesias. ‘Pues un 39’. Dicho y hecho, contenta que se va. No luce la misma sonrisa una parroquiana de toda la vida. Ha venido a proveerse de pantuflas, piel por fuera y borreguito por dentro, para confortar sus pies durante bastante tiempo. Son difíciles de encontrar en otro sitio de la ciudad y pronto, el 3 de julio a más tardar, aún lo será más. Lamentablemente para vecinos, parroquianos y barceloneses en general La Casa de les Sabatilles cierra. Y con ello Barcelona pierde un poco más de su esencia, de su historia, de su paisaje.

Comercio emblemático

Lo dicho, la tienda funciona, es referencia, es histórica y es de las pocas -siendo muy generosos hay cuatro- que se dedican en exclusiva a la zapatilla, pantufla y alpargata por estos lares. Y la que nos ocupa, además, tiene fama. Pero ni el servicio que ofrece ni el hecho de ser rentable ni siquiera lucir la etiqueta de comercio emblemático evitará que esta tienda con 70 años a sus espaldas baje la persiana en el Gòtic, en la Baixada de la Llibreteria. La desahucian. No por falta de pago sino por codicia desalmada. La que exhiben sin pudor los grandes, o medianos, tenedores –en este caso con el nombre 640C. SL- que con sus actuaciones están convirtiendo la ciudad en un camposanto de comercios emblemáticos y de patrimonio.

Pérdida de patrimonio

La lista de defunciones es inabarcable y de aberraciones, también. Nombrar todas las tiendas centenarias que han cerrado y de patrimonio malogrado por culpa de alquileres inasumibles se antoja demasiado larga. Patrimonio intangible (la memoria de una ciudad con un tejido comercial único) y tangible (decoración, mobiliario y arquitectura). Ejemplos hay muchos. Ahí está la expulsión de la Filatelia Monge y la chocolatería Fargas del Palau Castell de Pons que obligó al traslado de la decoración modernista que las envolvía. En la finca neoclásica abrió un centro comercial ‘low cost’ de discutible gusto que ha acabado cerrando y dejando la esquina de Portaferrissa con la calle del Pi con un aspecto de lo más anodino. 

La fachada de La Casa de les Sabatilles, en la Baixada de la Llibreteria, entre Via Laietana y plaza de Sant Jaume.

La fachada de La Casa de les Sabatilles, en la Baixada de la Llibreteria, entre Via Laietana y plaza de Sant Jaume. / Joan Cortadellas

Aunque mucho peor es la imagen actual de la preciosa Emporio Musical de la Rambla. El establecimiento ha pasado de ser un templo para melómanos a un templo del mal gusto: los elementos originales del escaparate se han conservado a la par que se han violentado por grandes carteles de publicidad del nuevo inquilino dedicado al cambio de divisas. Da grima. Hay más, pero citarlos no devolverá ni el mutilado interior que Josep Maria Sert proyectó en la Galeria Joan Prats de la Rambla de Catalunya ni el aspecto que antaño lucía los almacenes El Indio de la calle del Carme cuyo modernismo amenaza ruina por dejadez y olvido. 

Acoso y derribo

No hace falta ser muy suspicaz para prever que algo parecido acabará pasando con La Casa de les Sabatilles. La categoría de emblemático obliga al futuro arrendatario a mantener el escaparate, el letrero, el suelo y las estanterías interiores, pero Iglesias no confía en que pase, algo que le disgusta tanto como el cierre. Ha luchado hasta el último momento, durante 20 años, pero al final la justicia se ha decantado a favor del tenedor. La historia es larga pero se resume en la compra (del negocio, no del edificio) por parte del padre de Iglesias en 1984 a la entonces propietaria, Teresa Duque, a un alto precio a cambio de dos subrogaciones. Algo, lo de las dos subrogaciones, que fue básico para firmar pues garantizaba la continuidad familiar. Y algo que a la ‘ley Boyer’ y al actual propietario se la trae al pairo. El tenedor, además, compró la finca a Duque, en 2002, a un precio irrisorio según el sistema de renta vitalicia, una manera de sortear el derecho de tanteo y retracto por parte de la familia Iglesias –que ha intentado ejecutarlo infructuosamente-, y lo hizo un 31 de julio para evitar una rápida reacción al ser agosto un mes inhábil judicialmente. 

El resto ha sido un acoso y derribo en toda regla, primero para echar al padre de Iglesias y ahora a él. Y ofrecerle un alquiler inasumible. Finalmente se irá. Echará la persiana entre el 30 de junio y el 3 de julio –“No esperaré a que vengan los Mossos”-. Está por ver si puede reabrir en el barrio de Sant Pere, concursó para optar a uno de los bajos de protección oficial que tiene el ayuntamiento y ganó. El problema es que el local no estará en condiciones hasta dentro de un año y un año es mucho tiempo para un negocio, pero también es cierto que tiene todo el género de invierno ya comprado. Lo único cierto es que la histórica La Casa de les Sabatilles del Gòtic cerrará y que Barcelona se volverá un poco más fea, más gris, más impersonal y más franquiciada.  

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