Movilidad

Mapa actualizado (e historia) de los radares de Barcelona

La ciudad tendrá antes de finalizar el año 21 nuevos controles de velocidad. Los primeros se instalaron en 2003 y generaron un tremendo rechazo social, con actos de vandalismo incluidos, a pesar de que redujeron la siniestralidad. Veremos ahora...

radar barcelona

radar barcelona / Carlos Montañés

Carlos Márquez Daniel

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Barcelona acaba de poner en funcionamiento cuatro radares de tramo que se unen al que ya funciona en la Ronda de Dalt desde octubre de 2015 entre la plaza de Karl Marx y la calle de Fenals, poco antes de llegar al nudo de la Trinitat. Los nuevos no multarán hasta agosto y en estos dos meses el consistorio se limitará a notificar el exceso de velocidad a los infractores. Advertencia sin sanción. Forman parte del plan presentado en 2021 y reformulado en 2022 con el que se añadirán 21 cámaras (tenían que ser 46) que tienen como objetivo principal reducir la siniestralidad y dotar de mayor seguridad zonas sensibles de la ciudad, sobre todo los entornos escolares. Volverá sin duda el eterno debate sobre el afán recaudatorio, pero, afortunadamente, lejos quedan el inicio de siglo, cuando la gente la emprendía a martillazos contra los radares.

Septiembre de 2005. La Guardia Urbana informa de que los siete radares de tráfico instalados en las vías rápidas que acceden a la capital catalana han amanecido con serios daños. Un hombre fue detenido por el asalto a uno de ellos, situado en Meridiana con Río de Janeiro. El despliegue había empezado dos años antes, en 2003, y el argumento de que la Administración solo buscaba recolectar dinero del contribuyente no puso nada fácil el proyecto. Tampoco ayudaron portadas de prensa con policías locales parapetados tras un contenedor con un radar móvil a la caza de 'Fitipaldis'. Por suerte para la ciudad, el Govern, con el primer 'tripartit' en el poder y Montserrat Tura en Interior, iba por el mismo camino, y en abril de 2004 se anunciaba que la cifra de radares en las carreteras catalanas pasaría de una veintena a casi 60 en el plazo de 12 meses.

Las cifras mandan

Bastó un año para que el ayuntamiento, con Jordi Hereu como concejal de Vía Pública, se diera cuenta que valía la pena pagar el precio del desprecio social, pues los accidentes registrados en las rondas en 2004 cayeron un 20% respecto al ejercicio anterior. Aquel año, por cierto, perdieron la vida 42 personas en siniestros de tráfico en la capital catalana y hubo 542 heridos graves. En 2019, por comparar con el último año antes de la pandemia, se perdieron 22 vidas y hubo 202 heridos graves. Respecto al efecto de los radares, sucedió lo mismo en el primer año con control de tramo en la Ronda de Dalt, con una reducción del 21% en el número de siniestros y un 35,7% menos de heridos.

Por qué no se han instalado radares en los últimos 15 años es una pregunta que se responde, seguramente, por la galopante crisis iniciada en 2007 que invitaba a la contención. No habría sido prudente apostar por herramientas que pudieran vaciar aún más los bolsillos del respetable, con Barcelona superando la inquietante barrera de los 100.000 desempleados en diciembre de 2009, cifra que no empezó a descender hasta principios de 2015. Eran años, además, en los que la movilidad, y también las cifras de siniestralidad cayeron: de los 29 fallecidos en 2010 se pasó a 31 en 2011, 30 en 2012 y 22 en 2013. En todo este tiempo, el único control nuevo ha sido el ya mencionado de tramo de la Ronda de Dalt. Se han colocado un centenar de radares pedagógicos, pero con vocación de regañar más de sancionar.

Radar pedagógico en la avenida Foix. Señala la velocidad, pero no sanciona

Radar pedagógico en la avenida Foix, en 2013. Señala la velocidad, pero no sanciona / Danny Caminal

A pesar de que los radares fijos de velocidad están señalizados porque así lo indica la ley, las multas por exceso de velocidad siguen registrando en Barcelona cifras inquietantes. En 2021, las cámaras cazaron a un total de 358.097 infractores, casi mil cada día. Si el número les parece un escándalo, lo que sucedió en 2020, con la movilidad por los suelos, con las calles vacías, con las rondas en formato circuito automovilístico, rozó lo escandaloso. Durante el primer año del covid, con semanas en las que el tráfico se redujo hasta un 90%, se sancionó a un total de 604.104 conductores por correr más de la cuenta, 1.655 diarios. Esto no se tradujo en un incremento de la siniestralidad porque los desplazamientos fueron muchos menos que en 2019. De hecho, los siniestros bajaron un 38% y la cifra de muertos, un 40% (de 22 a 14 víctimas mortales).

Un plan global

El actual plan de radares debe entenderse como un complemento de la voluntad municipal de bajar el ritmo de la ciudad. Se busca a través de urbanismo (ejes verdes, plataformas únicas, supermanzanas, carriles bici, viales para el transporte público, protección de entornos escolares, nuevo arbolado...), pero también jubilando las autopistas urbanas en las que la onda verde semafórica (a la que el consistorio también quiere echarle mano) sigue invitando a pisar el acelerador. Con los 21 nuevos radares, correr saldrá más caro. Pero más caro puede resultar un siniestro.

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