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Una solarigrafía retrata el insólito marzo sin Sol

La técnica, una exposición fotográfica continua de 77 días en esta ocasión, permite registrar el paso de nuestra estrella por el cielo cada jornada a una altura distinta

Solarigrafía marzo

Solarigrafía marzo

Carles Cols

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Antes de leer el segundo párrafo, por favor, hay que observar primero con atención la extraña imagen que encabeza esta información. Parece arte abstracto. No lo es. Es una fotografía. Tomada con una técnica inusual, cierto, y, además, de muy reciente invención, año 2000. Es una solarigrafía (así la bautizaron sus inventores), lo cual significa que es (en una definición muy libre de ese término) algo así como la firma del Sol en el cielo, la caligrafía del llamado astro rey en exposiciones fotográficas de días, semanas o meses. Vuelvan a mirar la imagen. Ese amplio arco de filamentos dorados (cada uno de ellos es el paso del Sol por el cielo desde que amanece y se pone por el horizonte) tiene una porción central oscura, con apenas unos pocos trazos visibles y muy intermitentes. Es el pasado mes de marzo en Barcelona, un mes meteorológicamente rarísimo. En 31 días, el Sol solo lució 81,2 horas. Es, pues, la magnífica foto de una anomalía meteorológica.

La imagen tiene dos autores, el Sol, por supuesto, y Jordi Bofill Cunillera, que a estas alturas merece ser considerado una maestro de la solarigrafía. CosmoCaixa se puso en contacto con él meses tras cara a la exposición temática en curso, una suerte de completísima biografía del Sol, una visita cultural muy recomendable, entre otras razones, por ese espacio que el museo de la ciencia concede a esta técnica de impresión fotográfica.

Solarigrafía de 88 días de un invierno entero sobre Barcelona.

Solarigrafía de 88 días de un invierno entero sobre Barcelona. / JB Cunillera

La solarigrafía fue concebida en Polonia hace solo 22 años. Fue un trabajo coral de Slawomir Decyk, Pawel Kula y Diego López Calvin en el marco de un proyecto que pretendía encontrar algún punto de intersección entre los caminos de la ciencia y el arte. Diseñaron una cámara estenopeica artesanal, el nombre de algo aparentemente complejo pero que en realidad esconde un mecanismo de funcionamiento más simple que el de un botijo.

Dentro de una simple lata (Bofill Cunillera emplea indistintamente las de Estrella Galicia, las de Carlsberg y otras marcas) se coloca un papel fotográfico que recubre, curvadamente, la mitad del cilindro. A la lata se le practica una minúscula incisión. Por ahí entrará la luz del Sol (lo dicho, más simple que un botijo, que tiene dos orificios) y solo resta, después, colocar la cámara en un lugar seguro y tener paciencia. Mucha paciencia. El trabajo lo hace el Sol. Un minúsculo rayo se cuela cada día por el orificio y recorre una línea hipérbola a lo largo de las horas de insolación. Llega la noche y la cámara sigue ahí, esperando el siguiente amanecer, en que se vuelve a repetir la operación, otra curva hipérbola sobre el papel fotográfica. pero ligeramente desplazada. Cosas de la astronomía, de que el eje de la Tierra está inclinado.

Jordi Bofill Cunillera,, con una 'latacámara' en las manos, en la que, minúsculo, se aprecia el agujero que dejará pasar la luz del Sol.

Jordi Bofill Cunillera,, con una 'latacámara' en las manos, en la que, minúsculo, se aprecia el agujero que dejará pasar la luz del Sol. / JB Cunillera

No era esta la primera solarigrafía de Bofill Cunillera. Había captado otras anteriores realmente muy espectaculares, escenas de solsticio a solsticio, seis meses de paciencia, de modo que en ellas es posible comprobar cuán poco se levanta sobre el horizonte el Sol en invierno y cómo se sitúa en lo más alto de nuestras cabezas en verano. Pero esta solarigrafía, la última, es especial. Colocó su ‘latacámara’ en CosmoCaixa. Lo hizo en febrero, semanas antes de la inauguración de la exposición. Pretendía comprobar el resultado en marzo, pero ocurrió lo que ocurríó. Se sucedieron los días nublados y tormentosos casi sin pausa. Creyó oportuno entonces darle un mes más a la captura fotográfica. Al final fueron 77 días de exposición continua. Salió el Sol por fin en abril, aunque fuera con intermitencias, así que el resultado es ese, una bandera dorada y beige sobre la cúpula del planetario.

A esta foto le conviene un relato y el mejor posible es el que, con gran gracia, proporcionan los informes mensuales del Observatori Fabra de Barcelona. Siempre suelen ser entretenidos, pero marzo fue tan anómalo que el reporte requería algo especial. Se concedieron unos imaginarios premios Oscar.

El premio a la mejor iluminación lo ganó marzo por ser el mes con menos horas de insolación desde 1968, en total esas 81,2 horas citas al principio. La cifra es especialmente llamativa si se tiene en cuenta que un 25% de estas horas, o sea, unas 20, se registraron entre los días 1 y 3 de mes. Solo en cinco ocasiones anteriores, según consta en los archivos del Observatori Fabra, había habido un mes con menos de 100 horas de insolación, pero nunca en marzo, siempre en riguroso invierno.

El Oscar a los mejores efectos especiales se lo conceden los meteorólogos de este instituto al temporal Cèlia, por los cinco días consecutivos de fuertes vientos que padeció la ciudad desde las últimas horas del 13 de marzo. Pero el Oscar más imaginativo se lo lleva marzo como mejor actriz revelación por lo bien que interpretó el papel de mes de febrero. La temperatura en marzo fue un grado inferior a la de febrero, y eso es algo también fuera de lo común que se comprende mejor a la vista de la solarigrafía de Bofill Cunillera.