Conflicto sonoro

Un vecino de Gràcia graba durante meses a los clientes de un bar para denunciar su ruido

El inquilino de una vivienda que está en Torrent de l'Olla dice reunir pruebas de lo que considera una infracción del local

El propietario del establecimiento replica que cumple con la ley y que no puede responsabilizarse de lo que pasa fuera

Queja vecinal por la clientela de un bar en la calle Torrent de l'olla

Queja vecinal por la clientela de un bar en la calle Torrent de l'olla. /

Toni Sust

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El conflicto entre locales de ocio y vecinos es algo común, y más en zonas en las que la noche está especialmente concurrida, como sucede en algunas partes de Gràcia, pero no es tan habitual que un vecino fije una cámara durante meses en el exterior de un bar para registrar el foco del ruido que no le deja conciliar el sueño.

Eso es lo ha hecho un inquilino de un edificio de Torrent de l’Olla, justo por encima de Travessera de Gràcia, en un edificio que tiene delante un bar que hace esquina entre ambas calles, lado montaña y Llobregat. El bar se llama El Otro y es de Simone Pesaresi, que lo abrió en 2005. Desde entonces, asegura, no había habido problemas significativos con el entorno del establecimiento: “Ni uno. Tengo una vecina con una niña pequeña arriba y tiene nuestros teléfonos. Nunca he tenido un problema en 17 años”.

Ahora sí lo tiene. Un vecino del inmueble de enfrente, en Torrent de l’Olla, colocó hace unos meses una cámara que enfoca fijamente el exterior del bar, donde los clientes se concentran a ratos. Algo inevitable, subraya Pesaresi. Algo molesto, denuncia el vecino, un hombre de 62 años que lleva 40 años en la vivienda y que dice sufrir trastornos del sueño. Prefiere reservar su identidad. Ha colgado imágenes de gente en la calle ante su casa en la red social Twitter, como avanzó Betevé.

Multa por consumo en la calle

Pesaresi está sumamente molesto con el denunciante, con el que nunca ha tenido relación: “Yo cumplo con la ley, lo que pasa fuera no es de mi incumbencia. Si pongo una ronda fuera, sí, pero no lo hago. He quitado los vasos de plástico. Me multaron por no impedir el consumo en la calle. Y pasa un coche patrulla y no les dice nada. Me han puesto una multa de 300 euros por no ir a fuera a decir que no hagan ruido”.  

“Ayer vinieron ocho agentes de la Guardia Urbana”, añade, en alusión a la noche del jueves al viernes. El Otro cierra a las 2.30 entre semana y las 3.00 el fin de semana. Pasado ese límite, tiene unos 20 minutos para que todo el mundo se vaya. “Los camareros van de culo, a veces sale un cliente del bar y no te enteras. No puedo permitirme poner un portero, y a demás, no tiene facultad legal para decir a la gente que se vaya de la calle. ‘Tú no eres policía’, te dicen. Además, si lo pongo, o le rompen la cara o él le rompe la cara a alguien”, afirma.

Tampoco el vecino siente un afecto notable por Pesaresi: “No he visto hasta ahora que demostrase ningún tipo de sensibilidad. El ruido lo genera la clientela, por lo tanto la responsabilidad es del bar. Tiene que contratar a una persona que mantenga a la gente dentro del bar. Entiendo que es un empresario que quiere tener beneficios, pero tengo derecho a descansar. Esto afecta a la salud. Tengo trastornos del sueño que me dificultan cogerlo. No se trata de conversaciones, son gritos, cánticos, peleas”. Cuenta el vecino que por norma no le es posible conciliar el sueño antes de las tres de la madrugada.

La cámara

Pesaresi tiene un reparo concreto: “El hecho de que una persona tenga una cámara enfocada a mi negocio no me gusta, no sé si es delito. Consultaré con mi abogado si es perseguible. No descarto presentar una denuncia”.

El vecino sostiene que la grabación es legal: “Aquí se produce un incumplimiento de la ordenanza, me puse a grabarlo para poderlo denunciar. Tengo un permiso de la Guardia Urbana. Pedido para un reportaje sobre una infracción. El material grabado se destruye automáticamente cada 72 horas, solo me quedo las partes que suponen una prueba en caso de denuncia. No descarto llevarlo ante un juzgado”.

Por ahora, cuenta, ha presentado dos denuncias ante el ayuntamiento y 12 comunicaciones ante, que se hacen mediante formularios on line del distrito de Gràcia.

La versión municipal

A preguntas de este diario, fuentes del ayuntamiento comentan sobre el caso que el consistorio está en contacto con el local y que ha iniciado “procedimientos sancionadores para que se solucione de inmediato esta situación”. En los dos últimos meses, agregan las mismas fuentes, se han practicado varias inspecciones y se han incoado procedimientos sancionadores “por irregularidades detectadas por exceso de aforo y ruido”. Todo ello, informa el ayuntamiento, acabará en un expediente por las citadas deficiencias.

Sin embargo, no es que el problema, que con el confinamiento y el cierre del ocio nocturno se interrumpió, empezara hace unos meses. Hace décadas que hay ruido, dice el vecino, que cree que en un momento dado se incrementó. Y no fue, según él, porque la ley del tabaco sacara a los clientes que quieren echar un pitillo a la calle: “Fue por la presión turística”.

Pesaresi y el vecino no se han visto nunca. “No se ha dignado en hablar con nosotros”, dice el dueño, que se topó un día con una alarma disparada horas en una ventana que entendió como una venganza del insomne. Pero este niega ser responsable de ello. Como niega haber colgado el letrero que se encontraron un día en la puerta del local: ‘Los vecinos os chaparemos el bar’. 

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