Vestigios del pasado
Chimeneas industriales, una especie protegida en Barcelona
En Barcelona, la conservación del patrimonio fabril históricamente ha pasado por destruir los conjuntos y dejar aisladas y fuera de contexto las chimeneas. Una investigación del geógrafo Brian Rosa eleva a 67 estos "obeliscos industriales"
Natàlia Farré
Periodista
Que Barcelona es la ciudad de los chaflanes es harto conocido, pero que, además, es la ciudad de las chimeneas industriales no goza de tanta publicidad. Pero lo es. Aunque las cifras no son comparables, pues las esquinas, a falta de que alguien se dedique a contarlas, alcanzan los cuatro dígitos: se calcula que son unas 4.800; el número de chimeneas es mucho más modesto: alrededor de 67 en la actualidad, según el geógrafo urbano Brian Rosa. Aunque fueron muchas más. En 1867, solo en Ciutat Vella, por entonces casi sinónimo de Barcelona, se contaban 300. Nada extraño si se tiene en cuenta que la revolución industrial pasó por aquí y la ciudad lo mismo se conoce como el Manchester catalán que como la gran fábrica.
Singularidad de Barcelona
Barcelona no es la única capital que conserva parte de su patrimonio industrial, por supuesto, pero sí que lo ha preservado de una manera diferente al resto: "La práctica de dejar solo la chimenea sin el conjunto fabril, demolido, es propia de Barcelona y Catalunya", apunta Rosa. Y también de otras partes de España como Valencia y Euskadi. Pero en ningún lugar la cifra de chimeneas aisladas y descontextualizadas es tan alta como lo es por estos lares.
Hay crítica en la práctica, sí. "El consenso internacional en patrimonio industrial es que conservar objetos aislados no es tan positivo como proteger todo el conjunto, que permite explicar y entender el lugar, su historia y su identidad", sostiene Rosa. En el caso de las chimeneas, lucen como elementos monumentales con un fuerte poder iconográfico, pero no aportan mucho más. Ni rastro de a qué fábrica servían ni su papel en el progreso, tampoco dan muchas pistas sobre movimientos obreros o luchas sindicales.
Icària, barrio arrasado
¿Quién se acuerda del barrio de Icària? Pocos de los que pasean por la Vila Olímpica saben que pisan sobre un pasado del que se borró todo vestigio. La chimenea de Can Folch es lo único que queda en pie de lo que fue esa barriada industrial, un gran complejo fabril con algunas construcciones arquitectónicas singulares de finales del XIX que merecían ser protegidas como la propia Can Folch, Crèdits i Docks o la fábrica Rocamora. Pero las excavadoras lo arrasaron todo (literalmente) sin piedad para levantar la Vila Olímpica a finales de los 80 perdiendo por el camino un importante patrimonio industrial, y concienciando de paso, sobre todo a vecinos y académicos, de la necesidad de preservar la memoria de este pasado fabril.
El Plan de la Ribera
Lo dicho, por aquí pasó la revolución industrial pero también pasó (y pasa) la presión inmobiliaria. Y la búsqueda de solares para construir en la ciudad está íntimamente relacionada con la demolición de los conjuntos fabriles excepto su parte más elevada, que "ocupan poco espacio, son muy visibles y ejercen la función de monumento simbólico", mantiene Rosa. Hay más: si hay edificios cercanos, el coste de derribarlas es superior al de mantenerlas. "La planificación urbana fue el impulso de la desindustrialización en Barcelona, con políticas urbanísticas que empujaban las fábricas a la periferia. En EEUU o Inglaterra fue la crisis lo que llevó a la desindustrialización y al abandono de los complejos fabriles. Aquí pesó más la presión inmobiliaria", defiende Rosa.
Ahí estaba, por ejemplo, el Plan de la Ribera (antecedente de lo que después fue la demolición del barrio de Icària), con el que en 1965 un grupo de empresas con la producción trasladada a los polígonos industriales y con instalaciones obsoletas en el Poblenou trataba de reconvertir el suelo industrial en residencial y terciario de alto nivel. O el que afectaba de una manera similar al complejo de la España Industrial, en Sants.
Mediados del XIX
Pasó durante la década de los 60 y la Transición, y pasó antes. A mediados del XIX, las fábricas dejaron el Raval y la Ribera (o sea, la ciudad intramuros) para instalarse en los municipios del entorno, léase Sant Martí de Provençals (Poblenou se convirtió en en el gran centro industrial) y Sants, y en menor proporción Gràcia, Sant Andreu y Les Corts. El traslado fue consecuencia de una legislación restrictiva cuando, en 1846, se limitó la construcción de nuevas fábricas y la ampliación de las existentes dentro de la ciudad amurallada, por problemas de salubridad y densidad de población.
Tres supervivientes
Así de las más de 300 chimeneas que quedaban en pie en Ciutat Vella en 1867, actualmente solo quedan tres: la de Can Ricart, en los actuales jardines de Sant Pau del Camp; la de antigua casa-fábrica Can Tarruella, en un interior de una manzana de la calle de la Reina Amàlia y la de La Seca, la antigua fábrica de monedas de Barcelona.
La práctica de la chimenea aislada, "obeliscos industriales", las llama Rosa, no es algo meditado o metodológico que responde a alguna razón particular: "Ha pasado y se ha repetido. No hay una política o estrategia oficiales desde el ayuntamiento, nadie ha dicho nunca vamos a conservar las chimeneas como estructuras solitarias". Pero sí es un fenómeno local. En Manchester, por ejemplo, había muchas más que en Barcelona, pero quedan bastantes menos. ¿Por qué? Allí, como en Lodz, conocida como el Manchester polaco, se ha optado por mantener los conjuntos fabriles enteros o no preservar nada.
Exposición en la Oliva Artés
Con todo, el interés de Rosa no es tanto la denuncia, que también, sino responder a dos preguntas: ¿Por qué se han mantenido solo las chimeneas? y ¿qué impactó tienen en la ciudad? Un trabajo de investigación que hace desde la Universitat Pompeu Fabra y que vuelca su parte más visual en la exposición 'Obeliscs industrials. Xemeneies/BCN' (hasta el 5 de julio en MUHBA Oliva Artés). La respuesta a la segunda cuestión se la guarda para cuando haya recogido los resultados de las actividades que organiza y la encuesta que facilita a visitantes presenciales y virtuales.
El porqué al primer interrogante lo tiene más claro y está directamente relacionado con aquello que más interesa a este geógrafo que son los procesos de desindustrialización y reurbanización, y como ya se ha dicho, en el caso de Barcelona estrechamente vinculados a la presión inmobiliaria.
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