Derecho a la vivienda

Pisos sociales en la Barcelona burguesa: las nuevas vidas de Balmes, 16

El consistorio compró el verano pasado una finca regia del Eixample con vistas al edificio histórico de la UB que acumulaba 22 expedientes por alquiler turístico ilegal

Mujer que vive en un piso de emergencia social en la calle Balmes

Mujer que vive en un piso de emergencia social en la calle Balmes / JORDI OTIX

Helena López

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“Prohibido realizar alojamiento turístico en esta finca”, señala en inglés, castellano y catalán una placa de hierro sujeta con tornillos en la puerta principal de esta finca regia en el 16 de la calle de Balmes, casi, casi, en la noble esquina con la Gran Via. En su día, la advertencia no era sobrera, más bien todo lo contrario. Entre los años 2014 y 2018 se llegaron a incoar hasta 22 expedientes por alquileres turísticos sin licencia en el edificio (lo que demuestra que la placa era tan necesaria como ineficaz). 

Hoy por hoy, en cambio, la advertencia se antoja casi como una huella del pasado. En verano de 2021 el Ayuntamiento de Barcelona compró el inmueble, entre la plaza de Catalunya y plaza Universitat, en una operación que hizo correr ríos de tinta: el consistorio invertía 8,3 millones en un bloque en una de las zonas más caras de la ciudad. Desde el gobierno municipal defendieron a capa y espada la compra con el convencimiento de que servía para “evitar el proceso de especulación y gentrificación que se había dado en el lugar", "protegiendo los derechos de las 11 unidades familiares" que allí residían en el momento de la compra, y sumando al escasísimo parque público de la ciudad los otros 12 pisos, "cifra que podría ser mayor dada la gran superficie de las viviendas”, decían en su momento. Es tradición barcelonesa dividir los pisos del Eixample y en este caso el objetivo es honroso: dar más aire a una mesa de emergencia en la que esperan 650 familias.

"Un mes y siete días"

Pese a que todavía hay algunos pisos tapiados -las cosas de palacio van despacio- otros de los pisos en el momento de la compra vacíos, y años atrás apartamentos turísticos ilegales, se han ido llenando de nuevas vidas en los últimos meses, vidas como la de Olga y su hija de 10 años, instaladas al fin en su nuevo hogar desde “hace un mes y siete días”, señala con las misma precisión que ilusión la nueva inquilina.

Estamos a 20 minutos del nuevo colegio de mi hija, pero es un paseo que hacemos juntas

En el comedor de la céntrica y pequeña vivienda -la mujer y su hija comparten la única habitación del piso- una cuerda con banderas de colores da al invitado una agradable sensación de fiesta de cumpleaños permanente. De ella, entre banderita de color y banderita de color, cuelgan también hojas con números de teléfono y mapas impresos. “Tengo mala memoria y esto me sirve para tenerlo todo a mano”, explica.

Huir del frío

Nacida en una de las regiones más frías del planeta, Olga llegó a Barcelona en el 2007, prácticamente por prescripción médica. El doctor le dijo que su cura pasaba por huir del frío, así que optó por trasladarse a la capital catalana, donde vive desde entonces. Primero lo hacía en Poblenou, en un piso bastante más grande que el actual, pero cuando las cosas se torcieron el alquiler se tornó inasumible. 

Edificio de la cale Balmes,16 donde vive una mujer en un piso de emergencia social

Balmes, 16, bloque comprado por el Ayuntamiento de Barcelona el verano pasado. / JORDI OTIX

“Somos cristianos y mi hija y yo rezábamos cada día para que llegara el piso. Ella quería uno pequeño con balcón. Yo no, yo lo quería grande. Cuando nos asignaron este y lo vio gritó ‘¡mira, mamá, con balcón! Yo le dije que era precioso, pero que yo dónde iba a dormir, y me dijo que con ella, en una litera, que no había problema. Y así lo hicimos”, recuerda la mujer señalando ese palco privilegiado desde el que se observa en su máximo esplendor el bullicio de la ciudad: del edificio central de la Universitat al constante ir y venir de coches, tanto los que circulan por la Gran Via, como los que bajan por Balmes.

Empezar de cero

Uno de los mapas que cuelgan de la alegre cuerda en el salón, en que aguardan también un buen montón de cajas que Olga no se ha atrevido a desembalar todavía porque no tiene muebles donde colocarlas (los muebles de su viejo piso no le cabían en este) es el camino hasta el nuevo colegio de su hija. Colegio que esta a 20 minutos a pie: "un paseo agradable cuando no llueve", bromea.

"Piso nuevo, escuela nueva, vida nueva. Todo nuevo", prosigue esta madre. "Antes teníamos el colegio a un minuto y ahora a 20, pero son 20 minutos de camino que hacemos juntas y ella está muy contenta con el cambio, así que yo también", cuenta la mujer con una sonrisa, tan satisfecha como su pequeña con el nuevo aunque algo alejado colegio. Y le busca la parte positiva. Como encontrar comercio de proximidad en su nuevo barrio es harto difícil, aprovecha los 20 minutos de paseo de regreso a casa para hacer las compras necesarias del día a día.

Decisión estratégica

El edificio de Olga no es el único del Eixample comprado en los últimos tiempos por el consistorio para evitar procesos de gentrificación. En el momento en el que se anunció esta compra el gobierno municipal comunicó otras tres compras en el mismo distrito que sumaban 67 pisos. Pese al historial de denuncias por pisos turísticos ilegales en casi todas las viviendas del inmueble en distintos momentos, todo un récord, en el momento de la compra Balmes, 16, se encontraba en buen estado, aunque se preveían un conjunto de intervenciones de mejora en la cubierta, de revisión y reparación de carpinterías en las zonas comunes, y la adaptación de las viviendas vacías, con un coste estimado en 679.000 euros. "La compraventa supuso una inversión de 8,3 millones, que, añadiendo el coste de la rehabilitación, significa un ahorro del 37% respecto al precio de mercado del barrio de la Derecha del Eixample", recuerda orgullosa la concejala de Vivienda, Lucía Martín.

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