Movilización vecinal

El botellón y el incivismo devuelven el sereno al Poblenou

Los vecinos de varios edificios vallan un interior de manzana para poder descansar por las noches. El parque es de titularidad pública y denuncian las trabas municipales y los seis años de batalla para lograr cerrar el espacio

valla poblenou

valla poblenou / Elisenda Pons

Carlos Márquez Daniel

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Estos días es Manuel el que, por la mañana y por la noche, se encarga de abrir y cerrar el parque. Vive en uno de los edificios que flanquean este solar que linda con las vías del tren, en la isleta que forman las calles de Sancho de Àvila, Pamplona, Tànger y Zamora, en el barrio del Parc i la Llacuna del Poblenou. Un lugar objetivamente feo, con cuatro bancos, deshilachado urbanísticamente. Provisional, según el distrito de Sant Martí. Un imán de todo lo peor, según los vecinos. Que Manuel sea el sereno, que suya sea la tarea de gestionar la valla, es el resultado de seis años de cabezazos contra la Administración. Todo empezó con el botellón y el incivismo, el no dormir y sentirse inseguro, y ha terminado con los residentes pagando el muro de acero y, por ahora, gestionando su acceso.

Es como si este rincón de Barcelona se hubiera independizado del resto de la ciudad. Pero no, porque el cartel que da acceso al supuesto parque es del color verde de todos los parques, con el logo del ayuntamiento y esos dibujitos con lo que se puede y no se puede hacer. Pero cuidado, este pedazo de cartón también lo han tenido que pagar los vecinos. En total, el proyecto les ha salido por unos 70.000 euros, entre 300 y 500 euros por piso. A lo máximo que aspiran ahora es a que el distrito recepcione la obra y se haga cargo del cercado para que ellos no tengan que andar discutiendo con los que, por ejemplo, no quieren abandonar el lugar. Pero para que eso pase, el distrito les reclama un estudio topográfico de un solar que es de titularidad pública. "No hemos tocado alturas, esto es absurdo... ¡¡Y el terreno es suyo!! ¿No lo tienen hecho?", se quejan.

Caca de todo tipo

Les ahorraremos las fotos facilitadas por las comunidades de vecinos que incluyen, además de la suciedad que deja cualquier botellón, excrementos humanos en todas sus posibles texturas, jeringuillas, ratas y preservativos. No hay documento gráfico, pero también han resultado agredidos en más de una ocasión. Dicen que todo empieza en 2016, cuando la construcción de los edificios crea un interior de manzana público que habría emocionado al mismísimo Ildefons Cerdà, que en su plan de ensanche de Barcelona de 1859 preveía que estos lugares se destinarán al disfrute ciudadano y no a las oficinas o los aparcamientos, como terminaría pasando en el Eixample. Entonces no existían los vasos de plástico ni esos altavoces tan pequeños como matones. No contó el urbanista con que su idea requería de dos elementos clave: el buen hacer de los usuarios y el correcto mantenimiento.

El parque público, con sus bancos y poco más

El parque público, con sus bancos y poco más / Elisenda Pons

Al principio, en 2016, intentaron solventar la situación con vigilancia privada, pero aquello era un parche caro y poco eficaz. Al año siguiente iniciaron la senda de la valla. Fue entonces cuando escucharon por primera vez el argumento municipal de la provisionalidad. "No sé qué concepto tienen de lo que es y no es provisional, pero a este ritmo terminaremos todos en el manicomio", comparte Ada, una de las vecinas de Sancho de Àvila, que admite que estas dos semanas de cierre nocturno "ya se están notando mucho". El problema, prosigue, es que tienen muy cerca templos del ocio nocturno como Razzmatazz, y además están en zona de paso de la parada de metro de Marina. El transporte público y la noche..., lo mismo les pasaba a los vecinos de la Vila Olímpica con la parada de la línea 4, que llenaba la calle de Moscou de vida muy mala.

"Nunca imaginé que el trato con la Administración pudiera ser tan largo y lleno de trabas"

Un portavoz del distrito sostiene que se trata de un "espacio provisional, ya que está previsto que aquí se ubique un equipamiento deportivo en el que en el Instituto Barcelona Esports ya está trabajando". El proyecto está, señala esta misma voz, en el trámite de licitar la redacción del proyecto ejecutivo, así que la cosa tiene pinta de ir para largo. Informa, además, que el consistorio aceptó la valla propuesta e instalada por los vecinos y próximamente, sostiene, "tienen previsto visitar el espacio para evaluar la posibilidad de asumir la apertura y cierre del terreno".

"Tercermundista"

Patrick es otro de los serenos. Son cuatro en total, todos hombres. Es una de las personas que más encima ha estado de todo el proceso. Admite que ha hecho un máster en Administración pública, que nunca imaginó que esto "fuera tan complicado, tan lleno de obstáculos". Observa el parque desde una rampa. Lo considera "tercermundista". Han redactado una cronología de estos seis años. Son 16 páginas y ríete tú de lo la paciencia de una madre. Han insistido una y otra vez. En todas las instancias posibles. Hasta que al final, en 2019, les dieron el permiso y con la pandemia les pilló el toro y todo se aceleró a finales de 2021, cuando empezaron las obras para que no caducaran los dos años de licencia. "Solo imaginar tener que volver a empezar de cero, se me pone la piel de gallina".

Una mujer pasa junto a un pedazo de valla que deja aislado el parque público por las noches

Una mujer pasa junto a un pedazo de valla que deja aislado el parque público por las noches / Elisenda Pons

En Sancho de Ávila, Patrick señala la acera de enfrente, donde hay otra valla, también pagada por los vecinos en colaboración con un hotel. Tenían los mismos problemas y siguieron un proceso idéntico: el distrito les dijo que el problema bien valía cerrar, pero el coste de la obra (en su caso, cerca de 100.000 euros) tenían que asumirlo ellos. Y lo hicieron. Aquello no generó excesivo ruido, como sí lo ha hecho este caso. De hecho, aunque está ya todo terminado, el grupo municipal de ERC preguntará al distrito sobre el asunto para aclarar por qué el consistorio está tardando tanto en asumir el control de la valla.

Manuel ya no se queja como antes. Dice que le da rabia pagar tantos impuestos y que costear de su bolsillo algo que, a su modo de ver, debería abonar el ayuntamiento, le da rabia. Le da rabia pero no le quita el sueño como sí se lo quitaba el botellón. Por cierto, los que abren y cierran tienen un grupo de Whatsapp. Son 'los serenos', claro.

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