BARCELONESAS

Hifsa Butt: entrenadora y jugadora de críquet (y futura dentista)

Nacida en Pakistán hace 20 años y vecina del Raval desde hace 18, esta enérgica joven es una de las pioneras del críquet femenino en la capital catalana

Empezó en tercero de ESO en una entonces pionera extraescolar, y hoy es ella quien entrena (y empodera) a las niñas del instituto, además de jugar de forma profesional

Hifsa, entrenadora de criquet para mujeres pakistanís en Barcelona, fotografiada en el Poble Sec

Hifsa, entrenadora de criquet para mujeres pakistanís en Barcelona, fotografiada en el Poble Sec / JORDI COTRINA

Helena López

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Cuando hacía tercero de ESO, el profesor de educación física del instituto les propuso jugar a críquet y la propuesta revolucionó su vida. "Las chicas de origen asiático éramos las únicas que no hacíamos ninguna extraescolar, como mucho refuerzo escolar", recuerda Hifsa Butt, la mayor de cuatro hermanos y la única de ellos nacida en Pakistán. Tiene 20 años y hace 18 que vive en Barcelona, donde ha crecido junto a su familia en el barrio del Raval. "No es que no hiciéramos extraescolares porque nuestras familias no nos dejaran como algunos creen -puntualiza-, sino porque nuestras familias desconocían cómo funcionaba eso de las extraescolares, no sabían las opciones que había, a muchas les costaba el idioma...".

La pequeña Hifsa trasladó la propuesta de su profesor en casa, le dijeron que estupendo, que adelante, y se apuntó encantada. Algunos años más tarde es ella, la ya no tan pequeña Hifsa, la que hace de entrenadora de críquet de las niñas que ahora cursan la ESO en el Consell de Cent, su instituto, además de jugar de forma profesional los domingos y de trabajar en una clínica dental tras sacarse el ciclo formativo de grado superior de Higiene Bucodental (y antes de estudiar la carrera de Odontología, su próximo reto).

Explica su historia en viernes gris sentada en un banco del siempre concurrido parque de les Tres Xemeneies, en el Paral·lel, donde de niña tantas veces había acudido con su familia a ver a su padre jugar al deporte del que ahora es ella la maestra. La pequeña Hifsa se ha convertido sin darse cuenta en un valioso referente en mayúsculas para muchísimas niñas.

Hifsa, entrenadora de criquet para mujeres pakistanís en Barcelona, fotografiada junto  a las tres chimeneas del Poble Sec

Hifsa Butt, entrenadora y jugadora de críquet femenino, esta semana en Barcelona. / JORDI COTRINA

"Primero jugábamos solo entre nosotras, en el instituto, pero al poco tiempo supimos que también había otros equipos de chicas en el Besòs, en el Raval [ella es vecina del Raval, pero su instituto está en el fronterizo Poble Sec] y en Trinitat Vella y nos motivó mucho poder jugar también fuera del instituto", prosigue la deportista, quien señala que trabaja como entrenadora gracias a la Fundació per a l’Esport i l’Educació de Barcelona (FEEB), entidad que ha creído siempre en el poder integrador del críquet femenino junto al Centre d'Estudis Africans (CEA).

Sobre aquellos años, Hifsa recuerda la emoción del primer partido fuera del instituto. Se tiene que decir que es lo de menos, pero ganaron. Fue contra el Besòs y fue aquí, en la pista polideportiva de les Tres Xemeneies. El lugar elegido para la cita no puede estar más cargado de simbolismo.

Futuro asegurado

Ha llovido mucho desde aquel primer encuentro y las cosas han cambiado, Hifsa siente que a mejor. Las niñas cada vez tienen más referentes positivos como ellas -no es la única entrenadora de la ciudad- y eso va dando frutos. "Yo lo veo en su actitud, no es la misma que la que teníamos nosotras a su edad", apunta optimista la joven, convencidísima como el FEEB del poder transformación social del deporte.

Hifsa, entrenadora de criquet para mujeres pakistanís en Barcelona, fotografiada en el Poble Sec

Hifsa, entrenadora de criquet femenino en Barcelona, esta semana. / JORDI COTRINA

Empezó a hacer de entrenadora a finales de segundo de bachillerato. Desde el FEEB le propusieron a ella y a su compañera y amiga a hacer de entrenadoras en una escuela de primaria de Poble Sec, un equipo mixto, de niños y niñas pequeños, de ocho años y, otra vez, aceptaron. Jugar a críquet las ayudó a ellas y era un honor ayudar a otros niños y niñas.

En paralelo, también cuando cursaba segundo de bachillerato, se empezó a hablar en la ciudad de montar un equipo femenino de críquet once, el profesional, el que se juega con la pelota de cuero. Buscaban a chicas que tuvieran técnica para jugar en un campo más grande, más horas, más en serio. Se lo propusieron y, de nuevo, se lanzó. Así, terminó el bachillerato científico, hizo el grado superior de higienista dental y empezó a jugar críquet profesional.

Empezaron jugando en Montjuïc, "donde no había nada, tierra", pero el campo estaba en tal mal estado que fue clausurado. "Después pasamos al campo de beisbol, -narra- pero nos lo quitaron porque había un equipo de béisbol, y ahora jugamos en el campo de fútbol de Baró de Viver". No es un campo ideal por su forma rectangular y por el césped, pero es un campo.

El proyecto de reforma del destartalado campo deportivo Julià de Capmany en la falda de Montjuïc -su primer campo, del que guardan un bonito recuerdo por eso mismo- para adaptarlo al críquet once femenino "y a otros deportes minoritarios" fue el segundo proyecto más votado en los primeros presupuestos participativos, con 2.890 votos, con un presupuesto de 1,6 millones.

Ahora mismo son un solo equipo de críquet once femenino, "pero nuestra intención es crecer más, federarnos y jugar de forma nacional e internacional", concluye la joven.

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