Programa piloto

Los siete serenos de Cornellà

Los agentes cívicos nocturnos que emulan la figura del antiguo vigilante que portaba llaves de los portales inician un proyecto de un año

Su horario es de 23.00 a 6.00, trabajan en Sant Ildefons y La Gavarra y por ahora se topan con poca ciudadanía en las noches frías de la localidad

Vuelven los serenos: del chuzo a los teléfonos móviles

Vuelven los serenos: del chuzo a los teléfonos móviles. /

Toni Sust

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La noche es fría en Cornellà de Llobregat y cinco de los siete serenos que desde el 1 de febrero operan en la localidad se reúnen junto a la parada de metro de Sant Ildefons, cerca del centro cívico en el que se cambian para trabajar y donde recogen su material: un walkie-talkie y un móvil con el que utilizar la aplicación que sirve, también a la ciudadanía, para avisar a la policía local de que algo ha sucedido. Todavía están perfilando el servicio y este jueves pasado no hacían todavía el horario que tendrán por sistema: de 23.00 a 6.00.

El equipo está formado por siete personas, cuatro hombres y tres mujeres, de las que cinco trabajan cada noche. Estaban en paro y tienen más de 45 años, condiciones necesarias para ser contratado, aparte de seguir una formación de un mes de duración.

Un búho en la chaqueta

Lo hacen en dos de los barrios de la localidad del Baix Llobregat: Sant Ildefons y La Gavarra. Van en grupos reducidos. A veces dos en un barrio y tres en el otro, a veces al revés. Esta noche vienen los cinco y posan juntos antes de separarse. Han sido contratados por el periodo de un año, que es el tiempo previsto para la prueba piloto que, con un presupuesto de 260.000 euros, ha devuelto los serenos a Cornellà. Si va bien, si la función tiene sentido, tendrá continuidad, dicen en el consistorio.

A Mayte García, de 57 años; Marc Sesplugues, 48, y Diosdado Jaén, de 59, les toca Sant Ildefons. A Pilar Romero, de 58 años, y Manuel Morales, de 60, La Gavarra. Llevan una chaqueta naranja reflectante con un búho dibujado y la palabra ‘Serenos’ escrita debajo del animal de hábitos nocturnos. También las siglas SON: Servicio de Observación Nocturna. Por ahora, observan más bien poco. Dicen que con tanto frío apenas sale nadie de casa.

Calles desiertas

Los tres serenos, que vienen a ser agentes cívicos que trabajan de noche, emprenden su ronda por calles desiertas. García, modista de formación y durante años de profesión, augura lo que parece claro: “Cuando vaya mejorando el tiempo la gente saldrá de sus casas”. Incluso con las temperaturas bajas, la noche cambia con la reapertura del ocio nocturno.

Pero, por ahora, la actividad es reducida. “Vamos paseando y si hay que ayudar a alguien, se le ayuda. La policía local tiene acompañamientos concertados y nos avisa”, relata la mujer. Por ejemplo, se acompaña a alguien que tenga que ir a urgencias, o a una farmacia de guardia. “Acompañamos a una chica jovencita que había estado tomando algo con unas amigas y a la que le faltaban dos calles para llegar a casa cuando nos vio. La seguía un chico”, cuenta Mayte, que está muy contenta con su nueva labor: “Me encanta. La gente mayor lo asocia con la figura del sereno antiguo. Yo lo recuerdo de pequeña, un señor que iba con una argolla con un montón de llaves”.

Sesplugues, que estudió Administración de Empresas y ha trabajado en servicios de atención al cliente, se quedó sin trabajo con la crisis. “Hemos hecho un mes de formación, en enero. En comunicación, para dirigirnos a la gente”, explica. El tercero del grupo de Sant Ildefons es Diosdado Jaén: “Siempre fui autónomo”. Tuvo un bar que dejó con la crisis y trabajó haciendo pedidos en un supermercado 'on line'. “A partir de los 45 cuesta mucho encontrar trabajo”, constata.

Alberto está molesto

En Sant Ildefons, la gran mayoría está ya en casa, pero de un bar salen tres hombres y uno, Alberto, la emprende con los serenos y con los periodistas. Está completamente borracho. “Ven, Alberto”, le gritan los amigos. Pero él no va, sino que sigue a la comitiva.

Cuentan los serenos que para estos casos les han instruido: tienen que hacer caso omiso de las provocaciones y si el asunto se pone feo, llamar a la policía local. No es que Alberto parezca muy peligroso, pero sí es insistente. “¡Esto es un paripé!”, va gritando, ya sin amigos, muy 'cocido'. Cuando lleva varios minutos berreando y ya camina entre los serenos, Mayte García avisa por radio y en dos minutos tres o cuatro coches de policía están en la zona. Separan a Alberto, que, sentado en un banco, muestra el dedo corazón a las cámaras. Los agentes sugieren a informadores y agentes cívicos nocturnos que se marchen para que el hombre se tranquilice. “Llevo 60 años aquí y mi padre no me quiere en su casa”, dice, visiblemente contrariado.

Los serenos van de regreso a Sant Ildefons, donde, pasada la medianoche, vuelven también a su punto de salida los que han estado en La Gavarra. Pilar Romero, de 58 años, y Manuel Morales, de 60, tampoco se han topado con mucha gente, y ahora le explican al dueño de un bar que vuelve a casa, y que afirma tener perro, la campaña emprendida por el ayuntamiento para menguar la presencia de heces de can en las calles de la ciudad. Es una de las funciones añadidas de los serenos de Cornellà en estas semanas.

Romero es auxiliar administrativo y ha desempeñado trabajos varios. Morales, que era peón metalúrgico, explica con sosiego y tono didáctico al hombre lo conveniente de que el perro esté censado. Le entrega bolsas para recoger sus excrementos y una botella para llevar agua con la que limpiar la orina que suelte el animal. También le da folletos informativos de la aplicación que permite alertar a la policía local cuando algo sucede.

Cuando acaba la explicación, los cinco serenos se dirigen al centro cívico para cambiarse y dar por terminada una jornada que pronto se les alargará. En un año se podrá hacer balance de su labor y de hasta qué punto tiene sentido el regreso de los serenos a la noche de Cornellà.

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