HISTORIAS METROPOLITANAS...12
El súper de El Prat en el que se paga en 'ricardas'
El Prat abrió este agosto La Botiga, centro de distribución de alimentos a familias vulnerables que ofrece productos de proximidad a 2.200 vecinos siguiendo una lógica que quiere romper con el modelo asistencialista
Se trata de una (bonita) tienda en la que los usuarios no solo van a adquirir productos de primera necesidad y kilómetro 0 que eligen ellos mismos, sino en la que también trabajan como voluntarios
Helena López
Redactora
No todo son botes de conservas y, entre lo que sí lo son, hay conservas y conservas. Las estanterías de esta luminosa y cuidada tienda combinan los botes de lentejas con productos como la famosa mermelada de naranjas amargantes elaborada por los vecinos de Sant Andreu, en Barcelona, aprovechando los frutos de los árboles que pueblan sus calles. No es casualidad que la elaboración de esta rica confitura fuera a cargo de la Fundació Espigoladors, entidad que juega un papel imprescindible en La Botiga, este proyecto de garantía alimentaria impulsado por el Ayuntamiento de El Prat con el objetivo de cambiar el modelo asistencialista de reparto de alimentos entre las familias empobrecidas.
Sí, La Botiga es el espacio al que 770 familias -2.200 vecinos- de El Prat vinculadas a los servicios sociales acuden semanal o quincenalmente a buscar alimentos, pero ni su aspecto ni su funcionamiento tienen nada que ver con los puntos de entrega de alimentos clásicos. Como su nombre indica, esto es una tienda. Aquí son los usuarios los que eligen con qué llenan sus carros, la primera gran diferencia. Eso sí, en La Botiga no se paga con dinero sino con ‘ricardas’, la que quiere ser la semilla de la moneda social de la ciudad. Además, las personas que reponen las estanterías y pasan los productos por la caja son los propios usuarios, el otro gran rasgo diferencial de esta iniciativa pionera, gestionada por la Fundación ABD.
“La Botiga tiene la potencia de la ayuda entre iguales”, señala Arnau García, jefe de planificación y programación del Área de Acción Social del Ayuntamiento de El Prat. “Se trata de romper la jerarquía entre quien tiene y quien no tiene, por ese el objetivo final es abrir La Botiga a todos los vecinos, convertirla en una cooperativa de consumo”, añade Laia Ortiz, directora de Acción Social en el consistorio.
Proyecto horizontal
En los pocos meses que llevan de rodaje ya son 40 los beneficiarios de La Botiga que se han sumado a colaborar con tres horas de trabajo a la semana. Una de ellas es Hakima, mujer de 31 años que acude a recoger alimentos para su familia cada dos semanas, y a trabajar en La Botiga dos veces por semana. "Siempre me ha gustado hacer voluntariado. Había hecho de profesora de informática y de árabe en una asociación en Barcelona, y durante el primer confinamiento estuve también haciendo lotes de alimentos", explica la mujer. Habla muy rápido y mucho. Cuenta que lo que más le gusta de colaborar con el proyecto es conocer a gente y practicar su idioma. Y el hecho de que los alimentos sean frescos y de proximidad y también poder llenar el carro con los productos que necesita, no con lo que le preparan.
El horizonte final es abrir el establecimiento a toda la ciudadanía y convertirlo en una cooperativa
La escucha Herminia, este miércoles su compañera de turno en la tienda. Herminia y su marido llevan seis años como voluntarios repartiendo alimentos. "Esto no tiene nada que ver con lo que habíamos hecho hasta ahora. Antes entregabas un lote de comida, ahora compartes espacio y tiempo con esas personas. Puedes conocerlas más, establecer lazos", señala la mujer.
Marta es otra de las usuarias-colaboradoras de este proyecto que reivindica lo imperfecto (una de las razones de Espigoladors es dar salida a las frutas y verduras de calidad que el mercado desecha al considerarlas feas). Tiene 41 años está divorciada, tiene una hija de 15 y hace dos años que es usuaria del banco de alimentos. "Cuando me presentaron el proyecto enseguida me sumé. Esto no se hace solo y si puedes colaborar, ¿por qué no hacerlo?", destaca la mujer, a quien lo que más le gusta de La Botiga es "poder compartir con otras personas". Valora (mucho) también que se ofrezcan productos del Parc Agrari del Baix Llobregat y la colaboración con el tejido de la ciudad.
Los alumnos de un colegio nos traen unas acelgas rojas que cultivan ellos en el huerto y vuelan
Mònica Plana, directora de ABD destaca la colaboración con los colegios, que rompe también con la clásica recogida de alimentos para los pobres. "Nos traen unas acelgas rojas que han cultivado ellos en el huerto y vuelan", explica orgullosa Plana, convencida de que la gente cuando puede dar algo se siente mucho mejor. La responsable del centro destaca también que aquí las compras tienen unos valores detrás. Priorizan comprar en cooperativas o en centros especiales de trabajo para fomentar la inclusión desde todos los frentes.
"Hemos pasado de un proyecto de alimentación, el Punt Solidari, a un proyecto que utiliza la alimentación. Ese es un espacio en el que personas muy distintas se mezcla trabajando codo con codo. Donde se construye comunidad y donde también se rompen estigmas hacia afuera", afirma Anna Martín, tenienta de alcalde, convencida de que esta es también una iniciativa de lucha contra la soledad.
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