Sondeos municipales
Historia del barómetro municipal: el rey Maragall y el precio político del Fòrum y la Diagonal
Las encuestas del ayuntamiento demuestran el desencanto creciente por la política, los bajones morales y de confianza en tiempos aciagos y la insuperable huella del alcalde olímpico
Carlos Márquez Daniel
Periodista
Periodista especializado en Barcelona. En 'El Periódico' desde principios de siglo. Los últimos 15 años, dedicados a la información local: movilidad, urbanismo, infraestructuras, política municipal, barrios, área metropolitana y medio ambiente. Colaborador habitual en los programas de televisión 'Planta Baixa' (TV3) y 'Bàsics' (Betevé).
Carlos Márquez Daniel
El Ayuntamiento de Barcelona presenta barómetros municipales desde marzo de 1989. Son ya miles de entrevistas que dan una foto bastante fidedigna del momento pero que también permiten comparar, establecer vínculos históricos y crear jugosos ránkings. Como el hecho de que Pasqual Maragall fuera, en septiembre de 1997, justo antes de ceder el cetro a Joan Clos para iniciar la aventura catalana, el alcalde mejor valorado de todas las encuestas realizadas hasta la fecha, con una nota media de 7,6. El análisis de las respuestas deja claro que los gobiernos fuertes generan mayor confianza, que los líderes políticos despertaban antes mucha más simpatía y que, en general, los barceloneses han ido 'in crescendo' en materia de pesimismo, aunque quizás también lo haya hecho su nivel de exigencia.
Por partidos políticos, en el caso de los líderes del PSC arrasa Maragall, que incluso en la depresión que siguió a los Juegos del 92 jamás bajó del 6,3. Le siguen en puntuación Clos (un 7 en 1999), Jordi Hereu, Jaume Collboni y Jordi Martí, el ahora concejal de los 'comuns' que tomó el mando socialista tras el adiós de Hereu, que en junio de 2010, coincidiendo con la consulta de la Diagonal, vio cómo su nota se desplomaba desde el 5 hasta el 4,1, la peor valoración del partido en toda la historia.
Constancia convergente
CiU ha sido bastante más constante, con un techo de 6,5 conseguido por Miquel Roca en 1996 y 1998. La peor nota, para Joaquim Molins y Xavier Trias (un solo suspenso en 15 años), con un 4,9. Peor lo lleva Elsa Artadi, ahora bajo el paraguas de Junts, que todavía no ha logrado alcanzar el aprobado que sí superó de largo el exteniente de alcalde y 'exconseller' Joaquim Forn (5,5) en junio de 2019.
Esquerra empezó por los suelos con Pilar Rahola, que en 1997 arrastraba un 3,7, por debajo incluso del PP de Enrique Lacalle. Jordi Portabella tomó los mandos de la entonces única nave independentista con un 5,4 en 1999, y tocó techo en 2004 con un 6,1. Salir en 2007 del gobierno tripartito que completaban PSC e ICV le pasó factura, con una caída progresiva que sus sucesores, Alfred Bosch y Ernest Maragall, lograron revertir años más tarde. El actual líder de ERC, de hecho, logró en julio un meritorio 5,5, la mejor nota del mandato de todos los presidentes de grupo.
Mayol, mejor que Colau
Barcelona en Comú, siempre bajo mando de Ada Colau, empezó muy arriba en junio de 2015 con un 5,8, pero desde entonces la cosa ha mantenido una tendencia bajista hasta el 4,2 del barómetro presentado hace unos días, la segunda nota más baja jamás alcanzada por un alcalde de la capital catalana, solo superada por el 4,1 de Hereu tras la peculiar consulta de la Diagonal, que tan bien supo administrar la oposición, primero imponiendo un referéndum (ERC) y luego planteando una opción C (CiU) que defendía no hacer nada y era una enmienda al tranvía que todavía hoy se usa como argumento político. Curiosamente, la 'masa madre' de los 'comuns', la ICV de Imma Mayol y después de Ricard Gomà, logró mejor nota incluso que la exportavoz de la PAH, con un 6,1 en 2004, cuando todavía debía celebrarse el Fòrum de les Cultures, que le costó a Clos pasar de un 6,3 a un 5,1, el peor desplome de toda la serie histórica.
Si alguien tiene curiosidad, el líder peor valorado de estos 30 años ha sido Alberto Fernández Díaz, con un 2,4 cosechado en noviembre de 2018. Es lo que tiene el voto polarizado, pero suyos son muchos de los acuerdos alcanzados durante el mandato de Trias (2011-2015). Valls no está muy lejos, con un 2,5 marcado en junio de 2021. Y sobre el nivel de conocimiento de los líderes, las cifras denotan un creciente y gradual pasotismo ciudadano (o empatía poco trabajada por parte política). Mientras en 2008, más del 85% de los entrevistados conocía a los candidatos, ahora solo ERC y los 'comuns' superan ese porcentaje.
Ciudad de izquierdas
Todo ello ha sucedido en una ciudad que siempre se ha considerado mayoritariamente de izquierdas (el único alcalde de derechas fue Trias, que de hecho se consideraba socialdemócrata), con un 44,3% de los encuestados que hoy abrazan esta ideología, por un 4,3% que se declaran de derechas. El techo de 'izquierdas' se marcó en junio de 2019, coincidiendo con las municipales que ganó ERC empatada a concejales con Barcelona en Comú, que mantuvo la alcaldía gracias a los votos de Manuel Valls. Lo más alto de derechas alcanzado desde 1989 hay que ir a buscarlo a diciembre de ese mismo año, coincidiendo, curiosamente, con la caída del muro de Berlín, pero también con el esprint para tenerlo todo listo cara a los Juegos de 1992. En cuanto a la ideología, el porcentaje de apolíticos fue abundante, entre el 20% y el 30%, hasta 2003, curiosamente el año en que Maragall fue investido 'president' de la Generalitat. A partir de entonces se redujo a la mitad, y desde 2014, con el 'procés' en modo efervescente, ya está por debajo del 10% el porcentaje de barceloneses que dicen que la política, ni fu ni fa.
La valoración de la gestión municipal ha ido en paralelo a las notas recibidas por los alcaldes. En el barómetro presentado hace unos días, eran casi la mitad los que consideran que es mala o muy mala, plusmarca desde 1989, justo cuando Colau recibe su peor puntuación. Sucedió algo similar en marzo de 2005 y en junio de 2010, momentos en los que, como ahora, eran más los que lo veían todo mal que los que creían bueno o muy bueno el control de la ciudad. Curiosamente, a partir del Fòrum el optimismo ya nunca regresó al barómetro y las dos líneas, la de 'muy bien' y 'muy mal', han viajado desde entonces siempre a una distancia muy corta.
En resumidas cuentas, los barceloneses ya no comulgan con sus líderes como hacían antes, no ven claro el futuro como sí lo intuían antes, no les gusta el manejo de la ciudad y de hecho apenas conocen a los 41 concejales. La brecha entre sociedad y política. Pero eso no es (solo) culpa del ayuntamiento.
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