HISTORIAS DE LA CIUDAD DESIGUAL

El Raval pide una solución para Malika, la mujer ciega que pasa las horas frente a la panadería

La argelina llegó a Barcelona sola hace tres años con un visado de enfermedad y vive en precario en una pensión por la que paga 20 euros la noche, dinero que reúne gracias a la solidaridad vecinal

Desde la plataforma vecinal Raval Rebel interpelan al Ayuntamiento de Barcelona para que busque soluciones imaginativas y valientes para sortear la ley de extranjería y ayudar a la mujer

Malika, mujer argelina ciega, sin papeles, en la calle Hospital

Malika, mujer argelina ciega, sin papeles, en la calle Hospital / Angel García

Helena López

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El ritual es el mismo prácticamente todos los días. Baja despacito de la pensión en la que vive en el Raval con su taburete oscuro y su bastón blanco, cruza la céntrica calle y anda unos metros hasta la panadería en la esquina de la calle de Hospital con Riera Baixa, donde deja la banqueta y se sienta a pasar las horas. Todas. El próximo mes de mayo hará tres años que llegó al barrio y a la ciudad, y hace uno que duerme en la misma pensión en unas condiciones muy precarias, sin alternativa. Todos los vecinos saben dónde encontrarla; habita siempre, discreta, la misma esquina. Algunos se acercan a llevarle algo de comida, otros a pagarle un café o una pasta del horno que es prácticamente su casa o a darle alguna moneda, el único dinero con el que cuenta esta mujer argelina de 46 años sin papeles, invidente y sin entender ni hablar castellano. "Vine sola con un visado por enfermedad, tras perder la vista cuando murió mi padre", explica la mujer con la cabeza baja, arropada por Fátima, su vecina e intérprete y uno de sus principales apoyos.

Malika sonríe agradecida por la compañía y calor que le brinda Fátima, quien siente impotencia de no poder hacer nada más por su vecina. "Además de todo lo que tiene, el otro día le robaron el pasaporte y el poco dinero que tenía ahorrado de la habitación de la pensión. Es una vergüenza que permitan que esta mujer viva así. No puede pasar otro invierno todo el día plantada en la calle, enferma y con el frío que hará, para poder pagar día a día una pensión que tampoco está en condiciones", señala enfadada Patty, otra de las vecinas que se preocupan por Malika, miembro de Raval Rebel, red vecinal que interpela al distrito de Ciutat Vella. Piden que le eche "coraje e imaginación" para ofrecerle una solución a la mujer pese al muro que supone su irregularidad administrativa. "Lo único que le dan es la opción de coger arroz y algunos alimentos aquí, en la parroquia, pero no le sirven de nada porque en la pensión no puede cocinar", denuncia Fátima traduciendo a Malika mientras le calienta cariñosa las manos en un banco en la Rambla del Raval, muy cerca del lugar en el que pasa los días.

Malika, mujer argelina ciega, sin papeles, en la rambla del Raval

Malika (izquierda), junto a dos de las vecinas que la arropan, este lunes. / Angel García

"Es muy importante que le ofrezcan un alojamiento en condiciones aquí en el barrio, donde tiene su única red. Si la mandan fuera, lejos de aquí, sin conocer el idioma y sin ver, acaban con ella", afirma Patty, quien denuncia también la diferencia de trato que reciben las mujeres árabes de la asamblea cuando van a servicios sociales si van solas o a la oficina de vivienda, sin dominar el idioma, a si van acompañados por una persona blanca. "Malika tenía una trabajadora social y, no sabemos por qué, se la quitaron. Ahora vuelva a tenerla porque presionamos desde Raval Rebel, pero viene una que no sabe árabe una vez a la semana a verla un momento aquí, a la panadería, y eso no la saca de nada", prosigue la joven activista, quien exige, como mínimo, una trabajadora social que sepa árabe para que puedan entenderse. "Hoy mismo [por ese lunes] tiene una visita en el Hospital del Mar para hacerse una prueba en el estómago y no hay nadie que pueda acompañarla. ¿Cómo irá?", critican las vecinas de Malika, empadronada en Barcelona sin domicilio fijo.

Antes de acabar en la pensión, Malika vivía realquilando una habitación, pero la mujer que le realquilaba la cama empezó a meter a más personas en el piso, le subió el precio y la situación se tornó insostenible. Fue entonces cuando entró en la pensión, por la que paga 20 euros la noche, también gracias a la mediación de Raval Rebel, que impidió que le subieran el precio de la noche a una cantidad todavía más inasumible.

"Un pez fuera del agua"

Como Patty, Fátima insiste en la necesidad de que el alojamiento que le ofrezcan a Malika esté en el barrio. "Ella fuera de aquí es como un pez fuera del agua", subraya la mujer, quien también tiene claro que urge que la administración ayude a Malika cuanto antes, dada la extrema vulnerabilidad que supone para una mujer sola que ni ve ni habla el idioma local, estar todo el día expuesta en la calle.

Más allá de la dureza de pasar el día a la intemperie, las noches en la pensión tampoco son mucho mejores. "No se puede descansar. Hay mucha gente, mucho ruido, malos hábitos, broncas, está muy sucio...", relata la mujer, enferma, quien también tiene dificultades para acceder a la medicación. "La trabajadora social del hospital intentó contactar con la trabajadora social del ayuntamiento para arreglar el tema de la medicación, pero no la localizó", lamenta.

Los movimientos sociales por el derecho a la vivienda -y al barrio- llevan mucho tiempo denunciado las malas condiciones de vida de las familias obligadas a vivir en pensiones por la falta de pisos públicos en la ciudad. Situación que es todavía más extrema en los casos, como el de Malika, en el que tienen que pagarla ellas mismas por falta de ayudas.

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