El desafío climático

Bici y patinete dan caza al coche entre barceloneses

La última radiografía de la movilidad de los residentes en la ciudad revela la pujanza del ir a pie y desarbola el mito de la legión de la motocicleta

Bicicletas y patinetes

Bicicletas y patinetes / ELISENDA PONS

Francisco José Moya
Carles Cols
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Hay crónicas que parecen escritas solo para molestar a una parte de los lectores y esta podría parecer una de ellas, pero en realidad solo son datos. Los barceloneses (empadronados o simplemente residentes en la ciudad) que utilizan el coche como principal medio de transporte son porcentualmente la misma cifra que los que, sumados, usan la bicicleta, el patinete o cualquier otro artilugio equivalente para sus desplazamientos urbanos. No es eso lo que parece sugerir la observación de las calles, con ese tráfico incesante de coches y, por cierto, ese vicio que de forma creciente están adquiriendo los conductores a echar mano del claxon como si fuera un milagroso desatascador de congestiones. Solo es, lo dicho, lo que dicen las cifras. El 10,1% de los barceloneses usa el coche como medio de transporte prioritario. Un 9,3% elige la bicicleta, el patinete y otros artilugios para sus desplazamientos. Más pronto que tarde, tal vez en 2022, las curvas se entrecruzarán.

Metro (31,4%) y bus (25,2%) al margen, porque eso es otra liga, el medio de transporte preferido por los barceloneses que han echado raíces en la ciudad, no los que cada día cruzan la frontera del término municipal procedentes de otras ciudades, es ir a pie. Lo es para un 13,2% de los barceloneses. Es una cifra en progresión ascendente. En el año 2001 era un anémico 5%. Era así a costa de una mayor aún que hoy omnipresencia del coche en las calles, que era el medio transporte habitual entonces del 14,3% de los ciudadanos. En 20 años, la mutación del espacio público en busca de un entorno más amable ha sido más notable de lo que la memoria colectiva tiende a recordar. Las positivas consecuencias, eso sí, saltan a la vista.

En esta ensalada de cifras falta, cómo no, el otro gran actor de la vía pública, ese que a través de varios portavoces autopromociona su existencia como la gran solución: los motoristas. Barcelona es la ciudad de las motos, dicen en ocasiones con una cierta soberbia. Es el medio de transporte común de un 7,8% de los barceloneses. Menos, pues, que ciclistas y patinadores.

Son todos estos datos la letra pequeña de la última encuesta de servicios municipales del Ayuntamiento de Barcelona, la parte que injustamente pasó desapercibida cuando el pasado 26 de octubre fue presentada en público la última edición de ese informa, con la inseguridad como principal preocupación de los barceloneses, y la circulación y la vivienda en segundo y tercer lugar. Los titulares, con bastante lógica, se los llevaron esas cuestiones y no, en cambio, esa radiografía inesperada de la movilidad. Con las luces de alarma que iluminan estos días la Cumbre del Clima de Glasglow merece la pena repescar esa inusual mirada sobre cómo, si mucho o poco, contribuyen los barceloneses a esa catástrofe medioambiental y a su solución. Va por barrios.

El paisaje de las calles puede parecer, con estas cifras sobre la mesa, un monumental engaño visual. Resulta indiscutible que por la calle de Aragó circulan más coches que por su carril bici. Falta para comprender lo que ocurre, por supuesto, un dato. Cada día laborable entran en la ciudad unos 536.000 vehículos. Puestos en fila india, solo para visualizar lo que significa ese dato, formarían una caravana de más de 2.100 kilómetros de longitud, una cola de coches de Barcelona a Copenhague.

Un 60% de esos 536.000 vehículos diarios se van filtrando en la trama urbana como un chirimiri a través de las distintas salidas de las rondas, pero el resto, un 40%, se inyectan en el centro de la ciudad a través de cuatro arterias, Gran Via, Diagonal, Via Augusta y Meridiana. Esos vehículos y los de los barceloneses que usan el coche particular como medio transporte son, como se subraya a menudo, grandes devoradores de espacio público. Según datos de Barcelona Regional, a modo de apunte, un 65% de los vehículos que entran cada día en el término municipal lo hacen con un único pasajero a bordo, es decir, el conductor, que en un 78% de los casos es un hombre. De hecho, uno de los grandes aportes de la encuesta municipal es el radicalmente distinto uso que de la ciudad hacen hombres y mujeres, casi como si se tratara de especies distintas, la primera motorizada, la segunda, mucho más viandante, y a la hora de viajar en transporte público también tienen hábitos notablemente diferentes. De cada tres personas que se suben a un bus, por ejemplo, dos son mujeres y la tercera es un hombre.

La pandemia, como se sabe, es un diente de sierra anómalo en la secuencia histórica de las encuestas de Barcelona. El peso del coche como medio de transporte preferido ha crecido durante el desconfinamiento hasta ese 10,1% citado al principio, pero en 2018 eran un 8,4% los encuestados que señalaban esa casilla en la respuesta. Todo apunta, sin embargo, a que es algo coyuntural. El parque móvil de los barceloneses es incesantemente menguante desde hace muchos años. Según el último cómputo disponible, en 2019 los barceloneses sumaban 486.403 coches. Hace un cuarto de siglo eran 624.893. Eso es una notable desmotorización. Las razones son varias. En la encuesta se sugieren un par de ideas. Según la tabla de resultados, hay coche en un 56% de los hogares de la ciudad. En un 31,3% no lo hay porque no consideran que no lo necesitan. En otro 12,6%, simplemente porque no se lo pueden permitir. La ciudad, en este apartado, no es por supuesto homogénea. Lo dicho, va por barrios. En más del 77% de todos los barrios de Sarrià-Sant Gervasi hay como mínimo un coche. En el Gòtic, anverso de la moneda en este capítulo, solo tienen coche un 21,4% de los hogares.

Lo imposible (al menos hasta que la batería de preguntas de la encuesta se reformule y amplíe el abanico de cuestiones a responder) es saber a fecha de hoy cuántas bicicletas o patinetes hay en la ciudad. ¿Más que coches? ¿Más que motos, según el censo, 265.946? Hay hogares con dos o tres bicicletas y ningún coche. También hay hogares sin bicicletas, pero poquísimos con dos o tres coches. Lo interesante es esa radiografía que retrata la movilidad de los barceloneses y, mal que pese y moleste, cómo los barrios con rentas altas van, en términos de emergencia climática, por detrás del resto de la ciudad, sea por la razón que sea. Solo a modo de apunte, en el Eixample hay 294 coches por cada 1.000 habitantes. En Ciutat Vella, muchos menos, 166. La cima la ocupa en esta clasificación Sarrià-Sant Gervasi, con 404 coches por cada 1.000 habitantes.

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