Esperada cita anual

Largas colas en la primera mañana del Open House Barcelona

La ciudad muestra su mejor cara en la primera jornada, casi primaveral, del festival de arquitectura que abre al público de forma gratuita y sin cita previa más de 200 edificios

Helena López

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Barcelona mostraba este sábado su mejor cara. Un cielo azul y un sol radiante ha acompañado a los miles de barceloneses que han salido a la calle a disfrutar de la primera jornada del 48H Open House Barcelona, la oportunidad anual, y ya van 12, de colarse en aquellos edificios de la ciudad frente a los que pasan a diario, pero muy raramente o nunca les es permitido el acceso. Edificios -227 en esta edición- que van de la Torre Jean Neuvel (exTorre Agbar) a la Casa de les Altures, pasando por las cocheras de TMB en Collserola o un piso-refugio para personas sin hogar de la fundación Arrels en el Raval. 

Antes de las 10 de la mañana la cola para acceder al Arco del Triunfo ya llenaba medio paseo de Lluís Companys. La imponente puerta de entrada a la Exposición Universal de 1888 es uno de los edificios más visitados de la historia del Open House, ya que el festival de arquitectura es la única vez al año que se permite subir a la majestuosa construcción de inspiración neomudéjar. 

Una cola cuyo efecto llamada es más que evidente. 

-¿Qué pasa?

-Hacemos cola para subir al Arco.

-¿Se puede subir?

-Sí, este fin de semana, por el Open House.

-¿Se necesita cita previa?

-No, no, es gratis. Solo hay que hacer la cola.

La conversación, con múltiples variantes, se repite en esta ya tradicional fiesta en la que, por un día, los barceloneses se convierten en turistas en su propia ciudad.

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Una de las postales que promocionan esta edición del festival. / Open House Barcelona

Además, esa primera conversación tiene un efecto multiplicador. En esas mismas colas los recién llegados descubren que hay más de 200 edificios más abiertos en la ciudad y alrededores. “Aquí muy cerca tienes la biblioteca Arús, impresionante, y la Torre Urquinaona”, apunta una de las decenas de voluntarias del festival repartidas por el área metropolitana. El Open House no solo se celebra en Barcelona, también en L’Hospitalet, Badalona, Santa Coloma o Sitges, la ciudad invitada de esta edición en la que el arquitecto homenajeado es José Antonio Coderch, quien fue durante unos años arquitecto municipal de la coqueta localidad del Garraf.

Tras la cola para subir al Arco del Triunfo, amenizada por escenas cotidianas del paseo, como el hombre que hace burbujas o el que ofrece ‘Free Conversations’ en una silla de director de cine, una primera explicación sobre la construcción a pie de calle en la que una voluntaria con acento francés señala que, a diferencia del arco del triunfo de su país, un arco militar, este lo que quiere es reivindicar el progreso de la ciudad. Una ciudad con nombre y cuerpo de mujer, como representa la escultura principal que recibía a los visitantes de la Expo. Ya en la puerta de acceso al interior del recinto, otra voluntaria advierte de que el ascenso es difícil. No solo no hay ascensor, sino que el tramo final de las escaleras, estrechas y de caracol, no tienen baranda. Visita no apta para claustrofóbicos que tiene recompensa. Una vista de la Ciutadella –y una segunda explicación de lo que allí pasó durante la Expo a cargo de otra voluntaria- y otra del reformado y verde paseo de Sant Joan, que ofrece una buena postal de en lo que pretende convertirse, progresar, como en aquel 1888, Barcelona.

A solo una parada de metro, la Torre Urquinaona muestra otra cara y otro momento de la evolución de la ciudad, en una de las esquinas de la una de las plazas menos amables de la capital catalana, pese a su centralidad y potencial. La visita al singular rascacielos de estilo brutalista de Antoni Bonet y Benito Miró Llort, quienes lo idearon directamente de este color triste pensando en la contaminación a la que se vería sometido, consiste en subir a uno de sus ascensores, a una velocidad que impresiona hasta la planta 20, que ofrece una vista de 360 grados sobre la ciudad. “Esto no es bar, es un club privado”, recibe el personal del The 19th Floor, nombre del local, al sorprendido visitante. Club al que los empresarios de la ciudad acuden –según cuentan- para cerrar negocios entre alfombras, billares, lujosos sillones y lámparas y unas vistas hipnóticas de la ciudad a sus pies. 

Las entrañas de la ciudad

En un día tan espectacular como este sábado es casi imposible despegarse de los ventanales –abiertos como medida covid- buscando analizar cada detalle. Disfrutando de las entrañas de la ciudad, que para eso se viene a la Open House (y sacando fotos con el móvil). Desde los patios interiores de las fincas hasta las caprichosas azoteas de los hoteles o las partes traseras de las iglesias… Una vista global de todas las Barcelonas que permite también decidir desde las alturas la próxima visita del festival, en el que solo el 9% de los espacios requieren cita previa. Desde este privilegiado mirador se ven y reconocen muchos los edificios que participan en la fiesta y buscarlos en un juego al que se podría dedicar horas si no fuera porque la estancia es breve, no puede eternizar las visita ya que en la calle hay mucha gente esperando. 

Construcción polémica

La Torre Urquinaona –cuyos bajos acogen el Consorci d’Educació- fue polémica desde su construcción por lo descomunal de la misma. Una irreverente torre de 70 metros de altura y 22 pisos levantada en época del alcalde Porcioles inspirada en los rascacielos americanos. El viaje en su ascensor transporta al ascenso al neoyorkino Top of the Rock, igual que lo magnético de sus vistas.

Muy cerca de la siempre hostil plaza de Urquinaona –una plaza partida por la mitad por cuatro carriles de circulación-, otra cola frente a la Salle Comtal, obra de Bonaventura Bassegoda i Amigó, edificio de estilo neogótico que en 1907 fue premiado en el concurso anual de edificios artísticos.

Este domingo sigue la fiesta. Consulten en la web del festival los horarios, ya que no todos los espacios abren los dos días.

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