El reto de la biodiversidad

Barcelona será la 'nursery' de tres especies baleares muy amenazadas

El Zoo tratará de replicar con un sapo, un pez y una lagartija el sonado éxito de cría del 'ferreret', que hasta 1980 se consideraba extinto y cuya población ha logrado estabilizar

Operación rescate del Zoo de Barcelona

Operación rescate del Zoo de Barcelona  /

Carles Cols

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Ya se dijo en otra ocasión. Un zoo al que algunos desean una pronta extinción, o sea, el de Barcelona, sale al rescate de tres especies en peligro de extinción. El Ayuntamiento de Barcelona, propietario y gestor del recinto, y el Gobierno de las Islas Baleares han decidido esta semana que ya es hora de que crezca geométricamente el proyecto de colaboración que pusieron en marcha en 1993 para evitar la desaparición del sapillo balear, una especie de la que en 1977 se encontraron algunos fósiles, lo cual le pareció entonces la repera a los paleontólogos, pues solo habían oído hablar de él a los más ancianos del lugar, pero que tres años más tarde, en lo que fue una gran sorpresa, se confirmó que quedaban algunos ejemplares vivos. El caso es que desde 1993, el Zoo de Barcelona se ha dedicado a la cría del sapillo balear con tanta eficacia que han sido reintroducidos en su hábitat de la Serra de Tramontana unos 1.500 ejemplares. Ese éxito se pretende replicar ahora con otros tres nuevo animales.

Lo que han firmado Laia Bonet, tercera teniente de alcalde Barcelona, y Miquel Mir, ‘conseller’ balear de Medio Ambiente y Territorio, es de lo mejor que le podía pasar al sapo balear (‘Bufotes balearicus’), a la lagartija de las Pitiusas (‘Podarcis pityusensis’) y a un pececillo minúsculo, el espinoso mediterráneo (Gasterosteus gymnurus), vamos, los tres agraciados. Logrado el reto de estabilizar la población del sapillo balear en menos de 20 años, los encargados de llevar a cabo el nuevo rescate son optimistas.

De Roma a Jaume I

La recuperación de las poblaciones de sapillo balear es una buena noticia desde el punto de vista de la biodiversidad, por supuesto, pero también desde la perspectiva histórica, pues en cierto modo la biografía de esta especie lo es a la par de las propias Islas Baleares. Antes de la llegada de los romanos, había ejemplares en todos los rincones de las islas. Los fósiles así lo atestiguan. Pero con la llegada de las legiones que conquistaron las islas llegaron comenzó el desequilibrio natural. La soldadesca trajo consigo ginetas, martas, mustelas, culebras y ranas comunes, algo así como si se hubieran abierto las puertas del infierno para el pobre sapillo común, de apenas cuatro centímetros de longitud. Su presencia menguó y no fue hasta la conquista de Baleares por parte de Jaume I en el siglo XIII que volvió a cobrar protagonismo, en esa ocasión por un hecho singular. Aquella contienda bélica provocó una casi absoluta repoblación de la islas. Los antiguos pobladores musulmanes huyeron o fueron esclavizados y sobre todo Mallorca fue repoblada con payeses procedentes del Empordà i del condado de Barcelona, a los que llamó la atención un ruidito metálico que se escuchaba de noche en el campo. Era el canto del sapillo. Suena como si un minúsculo herrero golpeara un yunque, así que lo bautizaron como ‘ferreret’, su nombre más popular. A su manera, lo acababan de descubrir.

Un ejemplar de la lagartija de las Pitiusas.

Un ejemplar de la lagartija de las Pitiusas. /

La feliz reintroducción de 1.500 ‘ferrerets’ criados en Barcelona estos últimos 18 años marca el camino a seguir para convertir ahora el zoo en una ‘nursery’ de sapos baleares (una especie que habitaba las Baleares ya en el Pleistoceno y que actualmente está bajo mínimos), la variante local del espinoso mediterráneo y la lagartija de las Pitiusas, pequeña, sí, pero que destaca por su larga cola, casi del tamaño del resto de su cuerpo.