Modelo de ciudad a debate

La Barcelona maleducada

Hace 16 fue aprobada la llamada Ordenanza Cívica, impresa ocupa 32 páginas e, inauditamente, no son de papel mojado

Incumplimiento de la ordenanza de Barcelona

Incumplimiento de la ordenanza de Barcelona / Zowy Voeten

Carles Cols

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Bajo un ambicioso título, ‘Ordenanza de medidas para fomentar y garantizar la convivencia ciudadana en el espacio público’, el Ayuntamiento de Barcelona aprobó el 23 de diciembre de 2005 lo que periodística y popularmente fue llamado desde entonces la Ordenanza Cívica. Impresa, ocupa 32 páginas y, lo que es una gran contradicción, no son de papel mojado. Se incumple sistemáticamente. Ayer, anteayer y desde hace 16 años. De hecho, nació para dar respuesta a uno de esos episódicos momentos en que como un géiser surge la idea de que la ciudad está más sucia e indigna que nunca. Se aprobó en tiempos de Joan Clos en mitad de una tormenta política y se incumplió con el entonces alcalde, con Jordi Hereu, con Xavier Trias y, ahora, con Ada Colau. Su relectura es aleccionadora.

Está en las hemerotecas, pero su aprobación fue todo un parto de nalgas. Había disensiones en el equipo de gobierno sobre su abanico de sanciones y la oposición cargaba con fiereza. La publicación de una fotografía de hombre orinando en la fachada del edificio consistorial (que nunca quedó claro si era un montaje, por decirlo suave) fue el acabose. Se celebró incluso una audiencia pública para debatir el texto en la que los colectivos que se consideraban damnificados protestaron enérgicamente. Fue hasta circense. Ahí hasta estuvo para dar unos toques con su balón en mitad de la sala Joan Sabaté, el ‘Maradona de la Rambla’, al que un día, en aplicación de la ordenanza, llegaron a detener y a confiscarle a su pelota, que se llamaba María. Era un icono de la Rambla, un Ocaña del fútbol. También las prostitutas de calle se consideraron injustamente acosadas. Se las señalaba a ellas, no a los clientes.

Ordenanza cívica: 16 años de incumplimiento

Ordenanza cívica: 16 años de incumplimiento. En la imagen, jóvenes consumiendo alcohol en un parque. /

La cuestión es repasar, pasados 16 años, qué prohibió la Ordenanza Cívica y qué es cotidianamente observable a diario en las calles de Barcelona.

Citado casi telegráficamente, las ordenanzas de la ciudad prohíben pintar paredes, colgar carteles en farolas o donde sea, aunque sea para dar clases de guitarra o buscar un loro extraviado, colocar publicidad en el parabrisas de los coches, practicar lo que se definió cabalísticamente como “mendicidad insistente”, orinar en la calle, beber alcohol en la vía pública, la venta ambulante, acampar o dormir en una autocaravana, poner la tele muy alta, pasear con el torso al aire como si toda Barcelona fuera una playa, ofrecer servicios sexuales a la vista de todo el mundo, hacer acrobacias con el monopatín en espacios de viandantes, malabares con mazas, no fuera que se lesionara alguien, jugar a pelota…

A su manera, la Ordenanza Cívica era y es un retrato de las supuestas preocupaciones de Barcelona en 2005, un año en que, por cierto, el sobreturismo no era aún motivo de queja. Eso aún estaba por llegar. No cabía la opción de acusar a los de fuera. La fotografía de aquellos turistas italianos que entraron a comprar a un súper de la Barceloneta como adanes borrachos no se tomó hasta 2014.

La ordenanza, en resumen, estaba concebida porque se suponía que una parte de los barceloneses no se comportaban como debían. Otras voces, entonces y ahora, sostenían que todo era más simple. Esta es una urbe de 1,6 millones de habitantes constreñidos en apenas 99 kilómetros cuadrados de municipio. Cualquier incumplimiento de la norma tiene asegurados miles de espectadores.

Bolsas de basura y pintadas en el carrer dels Escudellers Blancs, en Ciutat Vella

Bolsas de basura y pintadas en el carrer dels Escudellers Blancs, en Ciutat Vella / Ferran Nadeu

De todo lo que se pretendía atajar con aquella norma puede que a la hora de la verdad se lograra solo acabar con un par de cuestiones. Se prohibió el trilerismo, es decir, el engañabobos de la bolita y los tres cubiletes con el que durante años se timó a todo tipo de incautos en la Rambla, aunque eso se logró porque la fiscalía no se puso de espaldas, y, lo que hoy puede sorprender, la videncia y el tarot en la calle. Como se suele decir en estos casos, las pitonisas no supieron ver su propio futuro. La ordenanza fue rectificada posteriormente en algunas ocasiones. En tiempos de Hereu, se prohibió el nudismo, que practicaban pocos, pero que era una de las singularidades de Barcelona. Ir en coche a gran velocidad sale más barato que ir despacio en pelotas. Lo que son las cosas.

El epílogo de esta historia es el hoy. Un repaso así no tendría sentido sin fotografías. El departamento de fotografía de EL PERIÓDICO recibió el miércoles el encargo de ir en busca de infracciones. A los dos días, sin muchos esfuerzo pero con gran oficio, regresaron con un álbum inabarcable. Una selección de esas fotos las tienen en este reportaje.

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