Debate sobre la limpieza en la ciudad
Suciedad en Barcelona: las dos vidas de la plaza de Pastrana del Carmel
Este rincón de Horta-Guinardó, un lugar de paso e intensa estancia, está entre los 10 lugares de intervención inmediata en materia de limpieza
Muchos vecinos evitan la plaza cuando oscurece, mientras los operarios municipales se esmeran cada mañana en retirar botellas, latas y, a veces, caca humana
Carlos Márquez Daniel
Periodista
Periodista especializado en Barcelona. En 'El Periódico' desde principios de siglo. Los últimos 15 años, dedicados a la información local: movilidad, urbanismo, infraestructuras, política municipal, barrios, área metropolitana y medio ambiente. Colaborador habitual en los programas de televisión 'Planta Baixa' (TV3) y 'Bàsics' (Betevé).
Carlos Márquez Daniel
La plaza de Pastrana, en el Carmel, tiene un árbol medio calvo. Resulta que está justo encima de donde solía colocarse el contenedor de papel, y como hay gente a la que le gusta jugar con fuego, de vez en cuando las llamas de periódicos y cartones llegaban a los troncos que daban al oeste. Se retiró el cubo de reciclaje y una cosa menos de la que preocuparse. Este es uno de los 10 puntos de intervención inmediata en materia de limpieza, según el plan municipal presentado hace unos días. Y es uno de esos lugares de la ciudad cuyo metabolismo, como los Gremlins con el agua, varía mucho entre el día y la noche.
Juan tiene 86 años y sale del Bar Manjatan (sí, Manjatan), junto al malogrado árbol. Vino desde Salamanca para trabajar hace más de 60 años y esto, dice, fue una riera hasta los 70. Aurora había llegado poco después y también se acuerda. "Teníamos que cruzar con una tabla de madera, y si los niños la habían cogido para jugar, entonces tenías que dar toda la vuelta para ir al otro lado". Ahora no queda ni rastro del agua y además por debajo pasa el metro. Que no fue cosa fácil porque si hacen un poco de memoria seguro que recuerdan el hundimiento de las obras del subterráneo, el famoso socavón del Carmel que milagrosamente no causó heridos pero sí obligó a desalojar a más de mil personas, amén de detener los trabajos durante más de dos años y generar una factura extra de unos 80 millones de euros. Sobre aquello, Juan quiere contar una cosa. "Unos días antes del agujero yo estaba en el bar de la esquinita y al lado tomaban un café dos ingenieros del proyecto. Pasó un camión lleno de tierra y uno de le dijo al otro: 'a ver si un día vamos a tener un disgusto sacando tanta arena'. Y pasó, y yo ya lo sabía".
Nada tiene que ver el socavón con la limpieza. O sí. Porque tanto Juan como Aurora, y también Susana, que vende ropa interior un poco más allá, o incluso Aitor, el joven que baldea la plaza, coinciden en que este barrio de Horta-Guinardó no es muy de dar buenas noticias. Y si lo del metro no se sabe, con la suciedad sí tienen un culpable claro: los vecinos. "Hombre, esto nunca ha estado muy limpio, siempre ha estado más o menos igual", asevera Juan. Cuando peor aspecto presenta es a primera hora de la mañana. Susana, propietaria de la tienda Gonmar, en la calle de Llobregós, sale a andar muy pronto y coincide con el "camioncito de la limpieza que saca latas, cristales rotos, papeles, de todo". Dice que va a rachas, y que es con el buen tiempo cuando se intensifica la vida en la calle y la cosa va a peor". A mediodía, la plaza de Pastrana está limpia, con los mismos grafitis y chicles en suelo que en todas partes. Y con las papeleras en orden gracias a Aitor, un eficiente trabajador del servicio de limpieza que lleva 10 años en la empresa y tiene solo 28 años.
Una vida estable
Estudió un grado de Informática pero aquí está encantado de la vida. "Me tratan bien y el sueldo te da para tener una vida estable". Siempre ha trabajado en el Carmel y dice que sus compañeros que pasan por la plaza a las seis y media de la mañana tienen un Saigón casi diario, con botellas rotas, latas, de todo un poco. También, aunque no muy a menudo, afortunadamente, les toca "recoger caca humana, incluso de dentro de la zona infantil". Las papeleras, su cometido, se tienen que vaciar dos o tres veces al día porque se llenan con rapidez. No ayuda que no haya recipientes para reciclar latas o botellas, aunque sería muy optimista, sostiene Aitor, dar por hecho que vayan a usarlos. No entiende que la gente deje su basura dentro de estos pequeños cubos y se lamenta de que algunas noches haya peleas y un ambiente enrarecido, "con grupos de gente joven y no tan joven". "El incivismo es absoluto", resume. Dice, sin embargo, que a él siempre le han respetado, que nunca ha tenido ningún problema, que aquí la inmensa mayoría de la gente es estupenda.
Tampoco Susana ha pasado apuros en la plaza, pero sabe de gente, como su nuera, que evita pasar por ahí a partir de determinadas horas. "Porque beben, hablan a gritos, incluso bailan con la música altísima, y da impresión cruzar". Aurora hace lo mismo: "Cuando oscurece, todos para casa". Juan no se pronuncia. Comparte que Pastrana tiene "mala fama", pero eso no le quita ni el sueño ni las ganas de venirse a tomar algo. Al Manjatan o a alguna de las terrazas, junto a la peluquería. Un portavoz municipal señala que la plaza ha intensificado sus usos desde que llegó el metro. "Esta zona del barrio -señala- dispone de pocos espacios para la colocación de contenedores y esto deriva en vertidos de bolsas que pueden empeorar la percepción y el estado del espacio".
No muy lejos de aquí están los jardines de Jaume Planas i Alemany. Lo de 'jardines' una vez recorridos, con un intenso olor a caca de perro y sin acceso a ninguna zona verde, es muy discutible. Que Pastrana sea una plaza no lo impugna nadie. Lo que sí está sobre la mesa es que si, como reza el consistorio, es "una zona de paso y de estancia", pues como mínimo que lo sea para todos. Y a todas horas.
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