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Los Goonies de Barcelona

Hacen turismo en lugares abandonados. "Urbex", lo llaman. “Exploración urbana". Se ha convertido en una afición viral

Sus vídeos superan el millón de visualizaciones en Youtube. Catalunya es uno de los sitios donde más se practica

Urbex

Urbex / Marc Vila

Ana Sánchez

Ana Sánchez

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Este lugar daría escalofríos hasta a la niña de 'El exorcista'. “¿Hola?”. Lo preguntas al aire entre paredes en ruinas, algún grafiti que grita “socorro”, ¿esos son los restos de un ritual? Ahora mismo das menos confianza que la rubia que muere en los primeros 10 minutos de las pelis de 'Scream'. “¿Hay alguien ahí?”. No, solo se escuchan tus pisadas polvorientas. Ahora te metes por un pasillo en el que no desentonarían las gemelas de 'El resplandor'. Acabarás con la cara tan desencajada como después de seis horas sin Whatsapp. Enseguida aprendes la primera lección de un neófito en urbex: no llegar nunca tarde cuando quedas en un balneario abandonado.

Urbex. Son las siglas de urban exploration. “Arqueólogos urbanos”, los llaman. Hacen turismo en lugares abandonados. Si se teclea en Instagram, aparecen más de 10 millones de publicaciones en ruinas. Por Google ya se ofrecen mapas, bases de datos, guías de iniciación, hasta “ideas de outfit urbex”. Se ha convertido en una afición viral. “Todo el mundo es curioso –asiente Mumi- y cuando ven imágenes así, hacen clic”. Varios de sus vídeos abandonados superan el millón de visualizaciones en Youtube.

Urbex: los Goonies de Barcelona.

Estas son las reglas no escritas de la exploración urbana. / Ana Sánchez

Él se encoge de hombros: “Solo soy un chaval con una cámara muy curioso al que le gusta salir y ensuciarse”. Se presenta como Mumi. Ese es su mote urbex. 32 años. Su hermano, 25. A los dos les pica más la curiosidad que al gato que mató el refrán. Hace 8 años que exploran sitios decrépitos vía Youtube (MumisPlace). Su canal ya va por los 110.000 suscriptores. ¿Qué engancha? “Es adrenalina pura y dura –resoplan con el corazón acelerado-. No sabes qué vas a encontrar”.

“Sobre todo ve por el lado de la pared”. Mumi te da instrucciones para bajar escaleras ruinosas. El edificio se va haciendo tan lúgubre como el de '[REC]'. Las linternas iluminan paredes con grafitis, socavones a traición, azulejos que intentan mantener la dignidad, un ascensor carcomido. Asomas la cabeza por el marco de una puerta y te topas con una bañera por la que mataría la madre de 'Psicosis'. En la pared se lee “socorro”

Huele a azufre. Esto era un balneario. El Marina d’Or de principios del siglo pasado. Ahora es “la Meca de Barcelona de los lugares abandonados”. Nada de coordenadas, te piden. Es una de las reglas no escritas del urbex. Hay 4: 1. No ser vistos al entrar. 2. No romper nada. 3. No llevarte nada. 4. Nunca compartir la dirección del lugar. “Hay gente –explica Mumi- que, a diferencia de nosotros, viene aquí a expoliar o a pintar o a hacer cosas que pueden llegar a degradar las edificaciones”.

Rituales paranormales

Escalofrío en la nuca. Ahora te topas con un rastro de velas consumidas de algún ritual. Los hermanos las señalan ya con deje rutinario. Alguna vez se las han encontrado aún encendidas. “Cuando vamos a instalaciones que tienen capilla –cuentan-, 8 de cada 10 veces encontramos algún tipo de pentagrama, velas, algún ritual con cosas que parecen sangre. Incluso algún animal muerto, sobre todo gallinas o pájaros”. Hoy hay una soga con nudo de ahorcado.

Los explorados urbanos revisan una capilla decrépita.

Los explorados urbanos revisan una capilla decrépita. / Marc Vila

¿No han visto ningún fantasma? “No –se ríe Mumi-. Hemos escuchado muchos ruidos, pero fantasmas, de momento, no”. “Y si los hemos visto –añade el hermano-, no los hemos reconocido”. Con lo que sí se han topado es con un cráneo humano. “Era en una iglesia –detallan-. Debía de ser de un sepulcro”.

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“Aquí está bastante mal –Mumi examina otras escaleras-. Podéis subir –dice ya desde arriba-. Si vais pegaditos a la pared, se puede”. Tragas saliva –glups- y subes los escalones con decisión infantil. Como si estuvieras a punto de descubrir un tesoro pirata. “Un poco la sensación es esa –asegura Mumi-. La sensación de los Goonies, de vivir aventuras en bicicleta”. 

Mucha gente –resoplan- los encasillan como si fueran delincuentes. Ellos se encogen de hombros. “Nosotros solo visitamos estos lugares para conocer su historia. Puedes llegar a conocer la cultura de un país a través del abandono”, aseguran. ¿Qué tipo de gente practica urbex? “Hay de todo –detalla Mumi-. Desde gente como yo, sin hijos, hasta familias, incluso he encontrado a abuelos”. 

El turismo en lugares abandonados solo es un subtipo de exploración urbana. Hay mil ramificaciones: “Desde visitar tejados o azoteas, incluso grúas de construcción. Estos son los daredevils o los rooftoppers –enumera Mumi-. Los diggers son los que se meten en agujeros, túneles, en el mundo de subsuelo. Y luego están los que hacen infiltración, que es la rama más extrema. Porque lo hacen en lugares que aún están en uso”. Todo roza la ilegalidad. “Correcto –asiente el explorador-. Pero esto un poquito más. He visto reportajes de gente que se mete en empresas de logística”.

Las primeras quedadas

“Se ha corrompido un poco el tema –apunta Marc-. Ahora mucha gente dice la ubicación para crear más expectativa”. Marc, 40 años, es otro adicto a la adrenalina. Un veterano del urbex. Él se tiene que remontar a los inicios de Forocoches. Allí se cocieron las primeras quedadas por la Barcelona abandonada de finales de 2004. Dos años después, ya estaba creando la web lugares-abandonados.com. Últimamente se está centrando en un nuevo apartado: accidentes en barrancos. “Reconozco que he hecho rutas por carreteras con curvas para ver si encontraba algún coche en un barranco”. 

Él y Mumi son los administradores del Club de Exploradores de Lugares Abandonados de Facebook (C.E.L.A). Son 3.700 miembros. Se ve mucho catalán. “En Catalunya hay mucho urbex”, asegura Marc. “Hay una afición tremenda”. Es uno de los lugares donde más se practica. “Con diferencia”.   

¿Que qué busca él? “Encontrarme con el pasado”, responde. “Ver que las cosas siguen ahí: los libros, las chaquetas en el armario, la televisión de tubo. Yo busco eso: que el pasado se haya quedado parado en el tiempo”. Que no se enteren los socios del Barça.  

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