Debate sobre la suciedad en Barcelona

El Pou de la Figuera o la limpieza como crisol de culturas

El Forat de la Vergonya aparece entre los lugares en los que intervenir de manera inmediata. Los vecinos denuncian peleas y una incómoda sensación de inseguridad

Plan para mejorar la limpieza de Barcelona: Ciutat Vella

Un vecino del Pou de la Figuera, Ciutat Vella, recicla cartones en el contenedor azul / Ferran Nadeu

Carlos Márquez Daniel

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Una pelea terminó la noche del miércoles con un hombre apuñalado en la calle del Hospital, a nada de la Rambla. No eran ni las once, así que esta zona del Raval debía estar bastante viva a esas horas. La víctima falleció poco después tras se trasladada a un centro médico y los Mossos detuvieron a un tipo de 59 años como presunto autor de los hechos. Nada sabe de esto Toñi, vecina del Pou de la Figuera, al otro lado del distrito, que en cambio sí tiene muy fresco el fallecimiento, también por arma blanca, de un joven a mediados de 2019. Dos años antes se produjo un hecho similar, con otro muerto por apuñalamiento, pero de ese ya no se acuerda. El más reciente sucedió junto a su balcón, en el Pou de la Figuera, y quizás por eso, al preguntarle por la suciedad y la limpieza, prefiere irse por los Cerros de Úbeda. Pero se ofrece a un balance: "Pasan muy a menudo a limpiar y son muy buena gente, el problema es que los vecinos son muy guarros".

Suele decirse que Ciutat Vella tiene la virtud de quitar y poner alcaldes. Y si hubiera que marcar un epicentro, el Pou de la Figuera, también conocido como el Forat de la Vergonya (por el derribo de viviendas que generó este espacio de más de 6.000 metros cuadrados entre 1994 y 2005), tendría todos los boletos, quizás en disputa con la calle de Robadors y, por razones distintas, la plaza de los Àngels, la del Macba. Puede que hayan oído hablar de cómo los taxistas, en los años 80, no se atrevían a entrar en la Mina. Decían que ni la policía osaba meter ahí la sirena, en una década preolímpica que tuvo muchas cosas buenas pero también el consumo de la heroína y la delincuencia. Aquí sucede un poco lo mismo, pero lo que no entra son los técnicos municipales de Urbanismo para transformar el lugar a fondo. El último que lo intentó fue Joan Clos y le salió tan mal, con los vecinos atrincherados contra un aparcamiento, que ya nadie más se ha atrevido, más allá de intervenciones quirúrgicas como las que tiene en cartera el equipo de Ada Colau.

Un hombre trata de reciclar cartón en los contenedores cercanos al Pou de la Figuera

Un hombre trata de reciclar cartón en los contenedores cercanos al Pou de la Figuera / Ferran Nadeu

El Forat de la Vergonya está incluido entre los 10 puntos de actuación inmediata en materia de limpieza en Barcelona. Según detalla un portavoz municipal, se trata de un "espacio que hay que cuidar, con intervención de limpieza y elementos urbanos, para favorecer la convivencia". "Es una zona -prosigue la misma voz- en la que se hace mucha vida en la calle con gente diversa, de distintas culturas y, por lo tanto, con miradas diferentes sobre el espacio público". Adecentar el lugar, en conclusión, "permite a la vez mejorar la convivencia". Un argumento, el del uso intensivo a determinadas horas, parecido al esgrimido en los casos de Sarrià y Trinitat Vella. Ciutat Vella, un distrito denso y con mucha actividad en la calle, dispone de 163 equipos de limpieza (243 personas) en tres turnos.

Todo el día ahí

En la plaza siempre suele haber pequeños grupos de jóvenes. No es que sean sospechosos de nada, pero se hace inevitable preguntarse qué deben hacer ahí durante todo el día. Toñi, que no se llama Toñi pero no vayamos a meterla en problemas, explica que están ahí mañana, tarde y noche. Y es cuando oscurece cuando observa desde su atalaya cómo trapichean, cómo guardan la mercancía entre los parterres y cómo muy a menudo -"tres, solo la semana pasada"- se registran peleas. Llegó al barrio en 2009 después de que su marido falleciera y vive en un piso público por el que paga 300 euros al mes. Una ganga si no fuera porque su pensión es de 611 euros. Antes no llegaba a los 600, pero resulta que al cumplir los 62 le han subido un pequeño pico. "Suerte que como poco", bromea.

"Pasan a menudo a limpiar, el problema es que la gente es muy guarra"

Dice, y eso es algo que comparten otras dos vecinas, más veteranas que ella, que la situación "ha ido a peor". No en suciedad, que en eso siempre se ha basculado sobre una misma tabla, sino en inseguridad. Hace un tiempo hubo una pelea de las gordas. Toñi, advertida por su perra, que suele ladrar cuando hay pelotera, lo vio todo. Al rato, y aprovechando que un agente pasaba por debajo de su portal, cogió el interfono: "¡Tssst! señor policía, suba, que tengo que contarle una cosa". Y así, porque ella les vio lanzarlo, la Urbana pudo encontrar uno de los cuchillos. Se atreve menos con la droga, que asegura que esconden entre la maleza que marca el perímetro de esta plaza rectangular en la que hay un campo de fútbol y de baloncesto y un par de zonas valladas con juegos infantiles. Al otro lado, un huerto urbano, un punto de intercambio de libros y una higuera. Y bancos un poco por todos lados.

Mensaje para el consistorio en la valla de un solar en la zona más al sur de la plaza

Mensaje para el consistorio en la valla de un solar en la zona más al sur de la plaza / Ferran Nadeu

Toñi tiene muy estudiado cómo funciona la plaza. "Los jóvenes roban a los turistas o al que pillen y el botín se lo venden a los más mayores. Con ese dinero, los chavales compran droga a esos mismos hombres. O sea, que ellos lo controlan todo". Sostiene que fueron especialmente duros los años de los niños que esnifaban pegamento y que se instalaron en el Pou de la Figuera. "Daban mucha pena, pero iban tan mal que eran imprevisibles y era mejor quedarte lejos de ellos", relata esta vecina, que admite que sigue teniendo miedo aunque jamás ha tenido un problema en el barrio. Menos una vez en la que intentaron entrar en su casa y su hijo se dio cuenta y pudieron evitarlo.

El Forat de la Vergonya no es una vergüenza de suciedad. Hay bolsas junto a los contenedores, grafitis, caca de perro en los parterres, pis en las esquinas (uno, claramente humano, por la altura...), pero nada fuera lo común. A primera hora, el escenario suele ser distinto porque las noches son intensas. Todo eso de la convivencia (¿y el civismo?). "Ojalá pronto todo esté más sucio, porque querrá decir que han vuelto los turistas", bromea un comerciante de la cercana calle de los Carders. Ya están volviendo. Pero al Pou de la Figuera entran muy pocos.

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