La emergencia climática

Barcelona dice no a ampliar el aeropuerto, pero sin 'overbooking'

Una macedonia de 'noes' (al sobreturismo, a la destrucción medioambiental, a la precariedad...) se dan cita para denunciar que los planes de AENA son un caballo de Troya

Mani

Mani / Manu Mitru

Carles Cols

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Hay un conocido aforismo que durante décadas ha hecho fortuna y que hoy parece flaquear. Es la teoría de Lorean. Sostiene que los proyectos no tienden a juzgarse por su calidad, sino por el volumen de financiación que reciben. Solo por la caída del pedestal de ese axioma, lo cual ya es todo un punto de inflexión en este impredecible siglo XXI, se entiende que miles de personas se hayan manifestado en Barcelona en contra de la ampliación del aeropuerto Josep Tarradellas y digan no a los 1.700 millones de euros que, según Aena, sociedad pública, pero también porcentualmente muy privada, se pretenden invertir para que ese gigantesco equipamiento sea, en un futuro próximo, el turbo del PIB catalán.

La concentración ha sido toda una novedad en la larga trayectoria de esta ciudad a la hora de salir a la calle, pues lo común es que, si no se trata de cuestiones políticas, se haga para reclamar un Centro de Asistencia Primaria, una biblioteca, un parque, una guardería y, en lo que fue la repera, hasta se salga para secuestrar un autobús para llevarlo a un barrio sin transporte público, Torre Baró, pero nunca se había salido para exigir que no se haga nada.

La Guardia Urbana ha calculado en 10.000 las personas reunidas. ¿Son muchas? ¿Pocas? ¿Mal contadas? Lo que resulta indiscutible es que los organizadores, una macedonia de intereses, tal vez esperaban más, pues la cita era en la generosamente ancha calle de Tarragona, para llenarla de punta a punta, y a la hora de la verdad, a mediodía, el vaso estaba solo un poco más de medio lleno. Tres cuartos, quizá.

Si los proyectos no deberían evaluarse por su volumen de financiación, tampoco las manifestaciones deberían medirse solo por el número de cabezas visibles, sino por sus propósitos y argumentos, y en este sentido resumió muy bien las metas la primera y principal oradora de la concentración, la filósofa Marina Garcés, quien vino a decir, casi con estas palabras, que aunque el capitalismo se vista de verde, capitalismo se queda. Ella puso el paraguas intelectual al resto de intervenciones para sostener que la ampliación o no del aeropuerto no es un debate sobre dos modelos de sociedad, sino directamente una guerra entre los intereses económicos de unos lobis bien conocidos y el interés general de la sociedad.

Un niños sostiene una pancarta en la manifestación.

Un niños sostiene una pancarta en la manifestación. / Jordi Otix

En la calle de Tarragona, en ausencia casi absoluta de políticos de primera división, si es que eso aún existe, se ha dado cita una amalgama de ‘noes’ en los que el mínimo denominador común era el rechazo a la ampliación del aeropuerto. Estaban ahí quienes cultivan las 3.000 hectáreas agrarias del Baix Llobregat, quienes están hartos del sobreturismo de Barcelona, quienes luchan contra la precariedad laboral, quienes reclaman más inversiones en Rodalies y menos en aviones y, por supuesto, quienes han tomado la Ricarda como icónico espacio natural a defender. Estos últimos merecen un punto y aparte.

El ecologismo ha sido durante décadas la Casandra moderna, ya se sabe, sacerdotisa dotada del don de la adivinación pero condenada a que nadie la creyera. Sabía que el caballo de Troya era un engaño y así les fue a los troyanos. El caso es que la pancarta situada en primera línea de la manifestación era, en cierto, la constatación de sus advertencias. “Estamos en emergencia climática”. Bastante indiscutido visto lo ocurrido este verano en ambos hemisferios mundiales, ese era el lema, que traducido a la Eneida sería algo así como que el caballo ya está dentro de Troya y que los argumentos de los partidarios de la ampliación, 1.700 millones de euros capaz de alargar la pista si causar daños. ‘Timeo Aena et dona ferentes’. Temo a Aena incluso cuando trae regalos.

¿Una protesta referencial?

Barcelona, lo dicho antes, ha esculpido a lo largo de la historia un impresionante lapidario de protestas. Garcés, en su intervención, ha llegado incluso a rememorar a los ludistas que destruían telares en la fábricas del Raval, no porque se opusieran al uso de las máquinas, sino porque así defendían sus dignidad laboral. Podría haber citado también la huelga de los tranvías de 1951 y, mucho más recientemente, ese 8 de marzo de 2018 en que las mujeres de Barcelona protagonizaron una huelga tan inesperada como desde entonces referencial. En esa línea temporal no queda suficientemente nítido si este 19 de marzo ha sido la fecha en que la lucha por un cambio de modelo económico ha logrado un punto de inflexión. Se supone que el anuncio de la ministra Raquel Sánchez de que la inversión quedaba pospuesta por las desavenencias en el seno del Govern de la Generalitat ha causado una cierta desmovilización. Por si acaso, ha quedado en el aire el consejo de Garcés, una adaptación del célebre ‘chercher la femme’. ‘Chercher l’argent’. Seguid la pista del dinero. Ahí están las claves.

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