Movilidad compartida

TMB aspira a entrar en el mercado del 'sharing'

La empresa de transporte se pone como objetivo incrementar el uso del metro y el bus un 10% antes de 2025 e incorporar bicis, patinetes y coches compartidos a la red pública

movilidad Barcelona

movilidad Barcelona / Ferran Nadeu

Carlos Márquez Daniel

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Todavía es un proyecto en estudio, muy inmaduro, pero marca el camino de la estrategia de futuro. Transportes Metropolitanos de Barcelona (TMB) aspira en un futuro próximo a adentrarse en el sector de la movilidad compartida. Ya lo son, de hecho, el bus y el metro, pero la idea es asumir también servicios de bicicleta, moto, patinete o coche, para los que se aplica el concepto de 'sharing'. Todo, con el objetivo, de cara al 2025, de que el número de desplazamientos colectivos crezca un 10% respecto a los valores previos a la pandemia.

Lo ha anunciado este martes Rosa Alarcón, concejala de Movilidad del Ayuntamiento de Barcelona y presidenta de TMB, tras la reunión del consejo asesor de la compañía pública. El objetivo, ha sostenido, es que la empresa se convierta en "la primera empresa de servicios de movilidad del país, no solo de transporte público". Eso pasa por la mejora de la red suburbana, con la compra de 96 nuevos trenes para reducir los tiempos de espera y el crecimiento de la red con la apertura de nuevas estaciones de metro; la incorporación de 588 autobuses nuevos, 233 de los cuales serán eléctricos; la extensión del bus a demanda para dar cobertura a 50 barrios de la capital catalana, o impulsar mejoras en la malla de autobuses para tratar de incrementar la velocidad comercial, esos raquíticos 12 kilómetros por hora de media.

Tercer intento

Pero también el 'sharing' tiene un hueco reservado en el plan estratégico. La edila socialista lo ha presentado de la siguiente forma: "Queremos incorporar servicios de movilidad compartida como la bici, la moto, el patinete o incluso el coche para que sean complementos del propio transporte público" tradicional. Es decir, que TMB tenga su propia flota, en explotación o por el método de la concesión como sucede con el Bicing, y que los que usen estos medios de transporte pasen a engrosar la cifra de usuarios del sistema público. El primer paso ya se anunció el 21 de julio con la puesta de largo del proyecto de 'bicing' metropolitano, más de 2.000 bicicletas que empezarán a operar, si todo va bien, en septiembre de 2022. Será el tercer intento de impulsar el ciclismo compartido más allá de Barcelona. Más allá porque no está previsto que entre en la capital catalana. A lo sumo, se instalarán estaciones híbridas en el perímetro municipal.

Un patinete eléctrico circula por el lado derecho de la calzada, en una zona permitida para ello.

Un patinete eléctrico circula por una calle de Barcelona / JOSE NAVARRO

"La aspiración -ha argumentado Alarcón- es que la bici compartida no sea el único encargo que reciba TMB. Tenemos que acabar de ver cómo lo hacemos con el resto". Es decir, antes de aventurarse en el mundo de las motos, los patinetes o los coches compartidos, la empresa pública se asegurará de blindarse jurídicamente. Deberá tener muchas en cuenta, al margen de los limites que puedan marcar las autoridades que regulan la competencia. Está el contrato en vigor de la UTE Pedalem BCN, que tienen ocho años por delante de contrato con el Bicing; están las más de 10.000 licencias de moto y bici otorgadas en 2020 por el consistorio, y están los permisos para patinetes que el ayuntamiento todavía en análisis y que debe resolver el escollo del estacionamiento para evitar las imágenes de otras ciudades europeas de patinetes tirados por las calles de cualquier manera.

El Bicicleta Club de Catalunya ya defendía en 2017 que el Bicing podía servir como complemento del metro para realizar la última milla. Para ell, aseguraba el Bacc, debía estudiarse la integración de las tarifas de la bicicleta pública en el sistema que se regula desde la Autoritat Metropolitana del Transport (ATM).

Falta el dinero

Con todo, TMB aspira a darle un poco la vuelta a los desplazamientos motorizados en Barcelona, de manera que en 2025, el 65% se hagan en transporte público (un 10% más que antes de la pandemia) mientras el resto se reserve al vehículo particular. A día de hoy, con el transporte público recuperándose poco a poco, la cosa está casi mitad y mitad, con algo de ventaja para el coche y la moto. En el inicio del curso escolar en la ciudad, por ejemplo, el metro funcionó un 25% por debajo de los registros de 2019, mientras el coche lo hizo un 7,8%. En este largo camino por recorrer tendrá un papel fundamental la financiación de TMB, que desde 2012 ha vivido una montaña rusa descendiente por la caída de ingresos, básicamente por parte del Estado. Alarcón ha recordado que el 2020 pandémico pudo salvarse con un millón de superávit gracias a las aportaciones extraordinarias del Gobierno de Pedro Sánchez, y se ha mostrado esperanzada de que la situación económica de la última década pueda empezar a revertirse.

Alcanzar ese porcentaje implicaría unos 2,3 millones de viajes diarios y una reducción de las emisiones de cerca de 17.000 toneladas de dióxido de carbono. También con la mejor eficiencia del sistema de metro está previsto reducir el consumo energético un 6%, amén de alcanzar la plena accesibilidad en toda la red de metro en 2024, año en el que se cumplirán 100 años de la apertura del subterráneo en Barcelona. Y todo ello, en un suponer, con la T-Mobilitat ya activada y funcionando a pleno rendimiento. O no.