Una joya de vanguardia

Casa Gomis, la arquitectura singular de La Ricarda

La finca del Prat no es solo una reserva natural protegida, es también el espacio donde se erige una de las obras maestras del racionalismo catalán

Los artistas Bea Sarrias y Morlosko Vila-San-Juan evidencian el patrimonio de la construcción con un homenaje pictórico y audiovisual

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A1-124608144.JPG / Ferran Nadeu

Natàlia Farré

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El mejor ejemplo de racionalismo en Catalunya y una de las obras maestras de Antonio Bonet Castellana. Esto es la Casa Gomis para aficionados y profesionales de la arquitectura aquí y allende de los mares. Y una experiencia sensorial a la par que un motivo de inspiración para Bea Sarrias y Morrosko Vila-San-Juan. Los dos artistas afirman estar fascinados por la singular construcción; tan rendidos a ella, que la primera suma ya casi 40 de óleos sobre la casa y el segundo, dos cortometrajes. Parte de esta producción la estrena ahora la galería Senda (del 15 de septiembre al 9 de octubre) en un espacio que también es novedad, el Lab36 (Trafalgar, 36), la sala que la galería quiere dedicar única y exclusivamente a la creación que nace en Barcelona y el entorno metropolitano.

Los trabajos actuales de Sarrias y Vila-San-Juan cumplen con el condicionante por partida doble ya que además de producción autóctona tienen argumento local. No en vano la Casa Gomis luce La Ricarda por sobrenombre y a estas alturas de la fiesta, con el culebrón de la por ahora fallida ampliación del aeropuerto del Prat en el candelero,  poca presentación necesita. Así La Ricarda es laguna y espacio natural único y diverso, a la par que protegido por la UE, y es, también, el sueño personal del ingeniero y mecenas Ricardo Gomis y su esposa Inés Bertrand de construir una casa de veraneo según los postulados de la  arquitectura moderna. 

La Casa Gomis, una joya de la arquitectura racionalista catalana.

La Casa Gomis, una joya de la arquitectura racionalista catalana. / Ferran Nadeu

De Joan Miró a John Cage

Bonet Castellana no fue la primera opción de Gomis; ni la actual casa, el primer diseño presentado por el arquitecto. Gomis, persona cultivada y vinculada a los movimientos de vanguardia, quiso contactar con el arquitecto Josep Lluís Sert. Lo hizo a través del promotor cultural Joan Prats, que, como Gomis, era miembro del Club 49, asociación privada que tenía como objetivo promocionar las actividades artísticas en los grises tiempos de la dictadura. A saber que una vez levantada, la Casa Gomis funcionó como una suerte de nodo cultural, lo mismo se hacían conciertos -Gomis era un melómano de pro- que representaciones teatrales. Así, por los suelos de piedra caliza, gres y gresite de la joya del racionalismo catalán han dejado su huella Mestres Quadreny, Joan Brossa, Antoni Tàpies, Joan Miró y John Cage, entre otros. Y en su piscina se han bañado los miembros de la compañía de Merce Cunningham tras su primera actuación en España, por poner un ejemplo. 

Pero en 1949 Sert estaba en el exilio sin ganas de trabajar en España de manera que declinó la oferta. Fue entonces cuando Prats sugirió el nombre de Bonet Castellana, un joven que había trabajado con el mismísimo Le Corbusier y había sido el benjamín del Gatcpac. Bonet Castellana también estaba en el exilio, en Argentina, pero aceptó. La primera propuesta, recuerdan los hijos de Gomis, “era mucho más pomposa, con dos plantas, rampas y el techo al revés” y fue rechazada por la matriarca. La segunda prosperó y el resultado es una acogedora y luminosa construcción en medio de un pinar, perfectamente integrada con su entorno, donde interior y exterior se confunden, y donde todo está cuidadosamente escogido, pensado y diseñado. 

Uno de los óleos de Bea Sarrias presente en la exposición sobre La Ricarda, en Lab36.

Uno de los óleos de Bea Sarrias presente en la exposición sobre La Ricarda, en Lab36. / Bea Sarrias

Una obra integral

Una obra integral nacida de la “complicidad estrechísima entre arquitecto y comitente”, puntualiza Marita Gomis, una de las descendientes del matrimonio impulsor. Integral porque Bonet Castellana no solo diseñó la casa con sus cierres acristalados -espectacular el pasillo que une el amplísimo salón con el llamado pabellón independiente -, sus celosías de cerámica y sus inconfundibles techos abovedados, sino que también se encargó de pensar en el mobiliario, las alfombras y las cortinas. Todo, colores y texturas, está perfecta y detalladamente pensado y listado. Y documentado. La familia Gomis Bertrand guarda la inmensa correspondencia que generó la construcción, pues se levantó con Bonet Castellana en la distancia. Cartas y fotografías. De Joaquim Gomis, hermano de Ricardo, son las imágenes que se mandaban al arquitecto para seguir la evolución de la casa. Y de Moisés Villèlia, las esculturas que pueblan el jardín. Algunas desaparecidas a golpe de mar, cada vez más cercano.  

Los hijos Gomis recuerdan cuando la finca daba a un arenal de 100 metros de anchura que ya no existe. También, de cuando circulaban con bicicletas por las pistas del aeródromo del Prat. El desvío del delta del Llobregat y las sucesivas ampliaciones del puerto han acabado con la playa; y el aeropuerto, con la vida en la casa. La cabecera de la tercera pista está a apenas 400 metros de la edificación, de manera que el ruido de los aviones calentando motores para despegar es ensordecedor. De haber prosperado los planes de Aena, la pista aún se hubiera acercado más. Aunque el estruendo actual ya les ha obligado a no pernoctar en La Ricarda, pero no a abandonarla: siguen celebrando reuniones familiares y cuidándola. “Sin ayudas”, puntualizan. Pero es patrimonio -tiene la máxima protección de la Generalitat- y no piensan dejar que se pierda. La financiación sale de las visitas guiadas y del alquiler del espacio para publicidad. 

Por todo esto, “por la singularidad del espacio y por la heroicidad de sus propietarios, queríamos hacer un homenaje a la casa y darla a  conocer”, apuntan Sarrias y Vila-San-Juan. Su salto precipitado a la fama ha sido cosa de la providencia.

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